21. Julia.

1.2K 107 36
                                    

Maratón. Parte 3/5

Narra John

No podía creer que ella se hubiera ido. Mucho menos que se hubiera marchado justo cuando mejor estaba nuestra relación. No había convivido mucho con mi madre en mi infancia ni había vivido con ella, pero todo estaba compensado con lo que habíamos pasado en los últimos dos años.

Ella me había regalado mi primer guitarra y me había enseñado a tocarla, al igual que el banjo. Quizá no había sido la mejor madre, pero me quería y me apoyaba en mis sueños que Mimi consideraba absurdos. Yo había sido su pequeño Elvis, su orgullo.

Y ahora se había ido. Sabía que esta vez no era como cuando me había dejado para vivir con Mimi y que me visitaba a veces o yo a ella. No. Esta vez se había ido para siempre. Y para siempre era mucho tiempo.

Un policía ebrio había sido el causante de que hubiéramos enterrado a mamá. Estábamos en la casa que ella había compartido junto a su pareja, Dykins, y en la que habían criado a Julia y a Jackie.

McCartney, Harrison, Lowe y Hanton estaban allí, acompañándome en mi dolor. No entendía cómo las personas podían creer que estando ahí, en calidad de bulto, servían de algo. A mi parecer, su presencia no ayudaba en nada: ellos no comprendían ni siquiera la mitad de lo que to estaba sintiendo.

Cynthia también había asistido. Me lanzaba miradas tristes de vez en cuando, pero no tenía deseos de hablar con nadie, ni siquiera con mi propia novia. No quería que los demás me tuvieran lástima. No a mí. No al gran John Lennon.

Salí a tomar un poco de aire. Quería demostrarles a los demás que era fuerte, pero no era fácil y mucho menos en aquel lugar con todos tan deprimidos. Caminé hasta Strawberry Field, me senté justo frente al portón rojo de la entrada y advertí que Paul me había seguido.

— ¿Qué haces aquí, cara de bebe asqueroso? —le pregunté con molestia—. No está bien seguir a las personas.

—Vine para estar contigo —respondió con tranquilidad.

—Yo no quiero que estés conmigo —le espeté—. No sé si no te hayas dado cuenta, pero me salí de ese lugar para estar solo.

—Me queda más que claro que no quieres que alguien esté contigo —dijo—, pero necesitas que alguien esté contigo. John, si quieres hablar de esto con alguien, aquí estoy yo.

—No quiero hablar con nadie, no quiero que me tengan lástima —le dije con furia, esperando que se fuera sin decir nada, pero en lugar de eso, se sentó a mi lado.

Narra Paul

Sabía por lo que John estaba pasando, sabía lo que sentía. Yo había pasado por lo mismo que él hacía poco tiempo atrás. Quería ayudarlo a desahogarse, sabía que era muy necesario. A mí nadie me había ayudado a hacerlo, aunque lo había deseado con todas mis fuerzas.

Yo era la persona indicada para ayudar a John: él era mi mejor amigo.

—Vamos, John —le dije—. Yo soy tu amigo, no alguien que te tiene lástima; sé que pretendes ser fuerte, pero no lo hagas. El dolor se acumula lentamente en tu corazón y termina estallando cuando ya no puede. Intentar eso sólo te hará más daño.

— ¿Qué sabes tú de lo que pretendo hacer o no?

—Mi madre también se fue, John —le dije—. Ahora estoy de este lado, pero estuve donde estás tú. Es lo peor del mundo, no se lo desearía ni a mi peor enemigo; porque duele demasiado

Abrió un poco los ojos, vi que los tenía llenos de lágrimas. Lo abracé, con un poco de temor de que me golpeara o algo así, pero él correspondió mi abrazo con fuerza, como si no quisiera que lo soltara nunca. Conocía esa sensación que mi mejor amigo estaba experimentando: vulnerabilidad.

—Ella se ha ido —dijo John con tristeza.

—Lo sé.

—Ella no volverá —musitó Lennon con la voz entrecortada.

—No —contesté con tristeza.

John dejó que las lágrimas corrieran y yo también empecé a llorar. Era sólo el principio de ese terrible dolor para él, mientras que yo ya llevaba más tiempo sufriendo esa pérdida tan grande. Aunque con John sería más sencillo porque tenía a Mimi con él. Mike y yo, por ejemplo, habíamos tenido que aprender a cocinar, a planchar nuestra ropa, hacer las tareas domésticas; John no tendría que hacerlo porque Mimi estaba ahí.

Narra John

Paul tenía razón: necesitaba que alguien estuviera conmigo, alguien que comprendiera lo que estaba sintiendo. Y él estaba ahí, él me comprendía. Siempre lo había considerado sólo como un amigo, pero ahora me daba cuenta de que él era mi mejor amigo.

Lo solté y me sequé las lágrimas.

—Me faltó pasar muchas cosas con ella —le dije a Paul con la voz entrecortada—. Ni siquiera escuchó nuestra primera grabación. Y...no le dije cuánto la amaba.

—Nunca hay suficiente tiempo, John —me contestó con tristeza—. Y, por lo último no te preocupes, ella sabía cuánto la amabas...las...las madres suelen saber eso.

Volví a la casa de Dykins para pedirle a Mimi y a (TN) que nos fuéramos. Después del funeral, no me gustó más la casa de Dykins, porque ahora era una casa vacía. Tenía los mismos viejos muebles, las mismas viejas fotografías en la pared y los mismos viejos instrumentos, pero faltaba una pieza que jamás podría ser remplazada y que no llegó a ser vieja: Julia Stanley, mi hermosa e increíble madre.

No volví a ver a la banda hasta varios meses después. El rock and roll representaba la felicidad para mí y yo no podía sentir algo así en momentos como ese. No quería interpretar alegría cuando el odio y el dolor eran los que se apoderaban de mí.

Estaba molesto con la vida misma.

Got To Get You Into My LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora