40. La mejor noche de mi vida.

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Narra (TN)

—Tranquilo —le dije, y pareció sonrojarse un poco.

Me acerqué a él y lo besé con ternura mientras bajaba las manos hasta la hebilla de su cinturón. Él se estremeció un poco, colocando sus manos sobre las mías. Puso sus hermosos ojos en los míos.

—Mi amor...tú... ¿estás segura?

Asentí con la cabeza. No podía decir que no estaba nerviosa porque estaría mintiendo, pero ya llevábamos mucho tiempo como pareja, yo amaba a Paul como no podía amar a nadie más y, si iba a perder la virginidad, quería que fuera con alguien que me amara.

—Completamente, Paulie —le dije—. Quiero ser tuya.

Él sonrió con felicidad y retiró sus manos para permitir que le retirara el cinturón, lo cual hice con algo de torpeza, no estaba acostumbrada a desvestir a alguien más. Él se quitó el pantalón y lo arrojó a la esquina de la habitación.

—Te amo —luego se dedicó a besarme.

Me abrazó con fuerza, ladeé un poco mi cabeza y comenzó a besar mi cuello con deseo. Se detuvo para poder desabrochar mi vestido, cosa que hizo con suma delicadeza, como si debiera disfrutar cada segundo de estos momentos. Comenzó a acariciar cada centímetro de mi espalda, dando besos ocasionales, hasta llegar a mi sostén. Intentó desabrocharlo sin separarse de mí, pero fue inútil. Cuando pudo retirarlo me abrazó por detrás y masajeó mis senos con lentitud. Emití un gemido.

—Eres hermosa, ¿lo sabías?

Me sonreía con mucho amor. Yo le devolví la sonrisa.

—Me lo dices a menudo, Paulie —admití.

McCartney seguía acariciando mis senos con mucho cariño. Estando en ese postura, podía sentir su gran bulto rozar mi trasero, lo cual sólo hacía que me excitara más. Sólo él podía lograr ese efecto en mí.

—Paul... —fue lo único que pude decir antes de otro gemido.

— ¿Sí, preciosa?

—No es justo que yo esté...así, y tú...aún conserves la camisa...puesta.

Mi voz había sonado sumamente entrecortada por toda la excitación que me provocaba el que Paul me tocara de la forma en que estaba haciéndolo. Él rió un poco y se separó de mí.

—Quítamela, entonces —dijo con picardía—. Apoyo las cosas que son justas...y también me gusta complacer a mi chica.

No necesité que me lo dijera dos veces. Su camisa terminó cerca del lugar adonde él había arrojado mi vestido. Acaricié su pecho con mis dos manos y noté que él se frotaba la entrepierna con la mano. Deslicé por su abdomen una de mis manos para retirar la suya y utilicé mi otra mano para bajar lentamente su bóxer, liberando su prominente erección. Gimió y volvió a besarme con pasión.

Después me dio un pequeño empujón para que cayera en la cama. Él estaba sobre mí, todavía besándome y rosando su miembro contra mi cuerpo. Emití un gemido leve y él sonrió.

—Quiero que seas mía —me dijo seductoramente mientras retiraba con mucho cuidado la única barrera que se interponía entre mi feminidad y él.

Apenas sentí la punta de su masculinidad dentro de mí, me fue inevitable soltar un "¡ay!". Era la primera vez que estaba con un hombre de "esa manera" y el miembro de mi novio no era para nada pequeño. Paul se retiró y me miró con suma preocupación.

— ¿Te-te lastimé, mi amor? —me preguntó.

—No —respondí, cerrando los ojos por un breve momento—. Es sólo que...jamás he hecho esto, Paul.

Los labios de McCartney formaron una pequeña "o" por un breve momento y luego fueron directo hacia los míos. Sus manos comenzaron a masajear mis senos y después bajaron hasta llegar a mi entrepierna. Volví a gemir cuando pasó sus dedos por una de las zonas más sensibles de mi cuerpo. Pareció sonreír de satisfacción y volvió a besarme.

—Te amo, (TN) —me dijo Paul, acariciando mi mejilla—. Voy a hacerlo de la forma más delicada y cuidadosa que pueda.

Volví a sentir que su miembro, conducido por una de sus manos, merodeaba mi feminidad. Me mordí el labio inferior para no gritar cuando empezó a ingresar en mi interior lentamente, él gimió sin apartar la mirada de mí. Una lágrima recorrió mi mejilla, no de tristeza sino más bien de la misma excitación. Me había dolido un poco, pero también me había brindado una extraña sensación de placer. Se detuvo para besarme y secó mi lágrima con sus labios.

—Eres mía, preciosa —dijo Paul con una sonrisa en el rostro.

—Y tú eres mío.

Retiró su miembro de mi interior con lentitud y luego volvió a introducirlo con la misma rapidez que la primera ocasión. Ambos gemimos. La segunda vez se sintió mejor que la primera. Nuestra respiración era entrecortada.

Repitió el mismo procedimiento un par de veces más y luego lo hizo con más rapidez, no sin antes consultarme si podía hacerlo. Entre más rápido lo hacía, más placer sentíamos. Yo gemía casi todo el tiempo y él lo hacía ocasionalmente. Nuestros movimientos estaban completamente sincronizados: nos habíamos vuelto uno.

De repente, sentí que perdía el control de mi cuerpo, teniendo a la vez una sensación que nunca antes había experimentado, era como si una explosión hubiera tenido lugar en mi interior, haciéndome sentir algo magnífico. Mi novio no se había detenido. Exclamé su nombre con satisfacción, era lo único que podía hacer.

Paul se detuvo y me miro por un fugaz momento, con un brillo en sus ojos; echó su cabeza hacia atrás y tuve la sensación de que un líquido golpeaba mi interior mientras él soltaba un estruendoso suspiro de satisfacción seguido por mi nombre; luego de eso, McCartney se retiró de mi interior y se recostó a mi lado, todavía con la respiración entrecortada. Había perdido la noción del tiempo con él, y no me importaba; por mí, el mundo podía seguir su curso mientras nosotros nos demostrábamos cuánto nos amamos. Paul me besó con ternura y puso sus ojos avellana en los míos.

—Te amo, (TN) —me dijo.

—Y yo a ti, Paul.

— ¿Te-te gustó? —me cuestionó tímidamente.

—Ha sido la mejor noche de mi vida —admití.

—Habrá más como ésta, mi amor —me prometió con una sonrisa.

—Eso espero, Paulie —fue lo único que pude decir, antes de que ambos cayéramos rendidos por el cansancio.

Got To Get You Into My LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora