10 de octubre
Narra Paul
Abroché el último botón de mi camisa y me aseguré de que mi cabello estuviese en perfecto estado antes de bajar a la sala para encontrarme con mi padre frente al piano, tocando una alegre melodía que él había compuesto.
— ¿Papá?
— ¿Sí, hijo? —él dejó de tocar el instrumente y se giró sobre el banquillo del piano para verme.
—Yo...quería preguntarte si podía ir a casa de John —jugué discretamente con los dedos de mis manos—. Todos los chicos de la banda irán y, bueno, no quiero faltar a las reuniones. Tú tuviste una banda, así que debes saber que son muy importantes.
Él sonrió y asintió lentamente, rememorando los gloriosos días en que, a pesar de su sordera parcial, tocaba la trompeta y el piano en la Jim Mac Jazz Band.
—Está bien, hijo —contestó—, pero no quiero que vayas a llegar igual de tarde que ayer en la noche, ¿de acuerdo?
—De acuerdo, papá.
Sonreí de oreja a oreja, antes de dirigirme a la puerta. Papá se reservaba los comentarios que podía hacer de John, pero ya no insistía en alejarme de él, sabía lo feliz que me hacía formar parte de algo; y él estaba muy contento de que me dedicara a la música en mis tiempos libres.
Salí de mi casa y subí a mi bicicleta para dirigirme a Mendips, es decir, el número 251 en Menlove Avenue, o como yo prefería decirle: la casa de John.
Menos de quince minutos después, me encontraba bajando de la bicicleta para llamar a la puerta de la propiedad. John no tardó mucho en abrirme y hacerme pasar a la sala de la casa.
—Llegas temprano, Macca —me dijo, cerrando la puerta de la casa y acercándose a mí—. Los demás no deben tardar mucho en llegar. Los invité de emergencia porque...Mimi y hermanita salieron a hacer varias compras, así que no van a estar en la casa por algunas horas, ¿y sabes lo que eso significa?
Lennon comenzó a alzar las cejas repetidamente, haciéndome reír: tenía bastante claro a qué se refería.
—En fin, aun me falta acomodar las sillas, ¿quisieras ayudarme?
—Claro, te ayudo —contesté con una sonrisa.
Ambos nos dirigimos a una habitación más privada que pude reconocer como el comedor de la casa. John no tardó mucho en desmantelar la mesa con cuidado, mientras yo acomodaba las sillas. Me parecía algo extraño que él estuviera de acuerdo que la sesión se llevara a cabo en mitad del lugar donde solía consumir sus alimentos, pero no dije nada.
Cuando todo estuvo listo, nos sentamos a esperar por los demás integrantes de la banda. Colin Hanton fue el siguiente en llegar, luego Peter Shotton, después Nigel Walley y finalmente Eric Griffiths junto a Rod Davis. Antes de comenzar, cada uno tomó un lugar en el círculo de sillas del comedor.
—Muy bien, chicos —dijo John, llevando su mano hasta el apagador—. Vamos a divertirnos mucho, no lo olviden: sólo deben mencionar el nombre de chicas lindas que puedan levantarnos el ánimo a todos.
Y entonces apagó la luz, dejando la habitación en completa oscuridad.
El clásico sonido de cinturones desabrochándose y cremalleras de pantalón bajando fue lo siguiente que pude escuchar. Yo mismo desabroché mi cinturón y bajé mi cremallera, aunque todavía no me sentía tan inspirado como los demás, quienes comenzaron a soltar gemidos apenas audibles casi al instante.
Despejé mi mente y acaricié mi anatomía por encima de mis calzoncillos del modo en que me gustaba, por lo que no tardé en sentir un cosquilleo: se sentía lo que seguía de bien.
—Gina Lollobrigida... —susurró alguien.
Mi mente comenzó a divagar, atrayendo la imagen de las chicas más hermosas a mi mente. Mi amigo no tardó en reaccionar, poniéndose cada vez más firme y formando una especie de tienda de campaña con mis calzoncillos. Metí la mano para sacarlo con cuidado: estaba muy sensible.
—Brigitte Bardot...—dijo otro de los chicos.
Tomé mi miembro y comencé a masturbarme a un buen ritmo, concentrándome en las chicas lindas para poder llegar. Todos estábamos gimiendo, disfrutando de la sensación. Así duramos varios minutos, hasta que algunos ya sentíamos el orgasmo aproximarse.
— ¡Winston Churchill! —gritó John, arruinando la atmósfera por completo para todos.
— ¡John! —gritamos los demás al unísono, muy molestos.
—Está bien, volvamos a empezar —dijo Lennon, después de reír—. Hermosa, Brigitte Bardot...
Cerré mis ojos y jalé mi miembro con delicadeza, imaginando que no era yo quien lo hacía, sino una chica muy hermosa. Ella tenía un cuerpo perfecto, con curvas muy definidas, pero sus movimientos eran muy inocentes. Abrí un poco mi boca y dejé escapar el nombre de ella en lo que fue casi un gemido:
— (TN)...
Narra John
Sentí que la sangre me hervía cuando escuché el nombre de mi hermana en mitad de la sesión de masturbación.
— ¡Alto! —grité, antes de correr a encender la luz, la expresión en mi rostro era de completo enojo—. ¡Nadie se va a masturbar pensando en mi hermana, pervertidos de mierda! ¡¿Quién fue el que se atrevió a decir su nombre?!
Todos se apresuraron a cubrirse sus entrepiernas, pero ninguno me daba una respuesta concreta. Mi amigo Pete era quien lucía más sospechoso, pues me miraba como si estuviera a punto de darle un puñetazo en el rostro.
—Entre los amigos no hay secretos —les dije, mientras guardaba mi miembro y subía mi cremallera nuevamente—, así que exijo saber quién de ustedes fue el atrevido.
—John, tranquilízate —me pidió Colin—. Yo...no escuché que alguien mencionara el nombre de tu hermana, quizá lo imaginaste. ¿O acaso alguien lo escuchó?
Los demás negaron con la cabeza, pero yo sabía muy bien lo que había escuchado. Dirigí mi mirada hacia Paul, quien parecía estarse mordiendo el labio con discreción: algo me dijo que había sido él.
—Fuiste tú —lo señalé.
— ¿Yo? —intentó hacer una expresión de indignación, pero sentía que era falsa—. John, yo no lo hice...
— ¿Te gusta mi hermana? —lo interrogué—. ¿Quieres llevártela a la cama y cumplir todas tus ridículas fantasías?
—No, John —contestó con nerviosismo—. No quiero nada con ella, yo no mencioné su nombre...
—Sí lo hiciste —me crucé de brazos, dirigiéndole una mirada asesina—. Y ahora tendrás que disculparte con mi hermanita por haber hecho algo así de grosero, pervertido de mierda McCartney. —Miré a los demás—. La sesión terminó, váyanse a sus casas sufriendo de bolas azules y agradézcanle a Paul.
Todos le dirigieron miradas de odio, antes de levantarse de las sillas y marcharse.
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Got To Get You Into My Life
Fiksi Penggemar¿Qué pasaría si un accidente te transportara hasta el Liverpool de 1948 a la tierna edad de cinco años? El destino te lleva a conocer a un hombre que consideras perfecto y del que te enamoras: Paul McCartney, quien por cierto es el mejor amigo de tu...