32. Brian Epstein.

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Enero de 1962

Narra John

Sólo faltaba Paul. Por fin sellaríamos un contrato con Brian. De todos modos no estábamos haciendo gran cosa últimamente, así que un mánager nuevo nos vendría como anillo al dedo. Además, él confiaba plenamente en nosotros, creía en nosotros y en lo grandes que podíamos llegar a ser. Quizá no sabía mucho de música, pero... ¡tenía una tienda de discos! Y eso compensaba claramente las cosas.

—Flashback—

Noviembre de 1961

Luego de nuestra segunda estancia en Alemania, no habíamos vuelto más conocidos. Ahora tocábamos en The Cavern, el club más popular de Liverpool. Todo el mundo venía a vernos. Creían que éramos alemanes y nos decían que hablábamos muy bien el inglés, lo cual era muy gracioso. Las chicas también se sentían más atraídas por nosotros. Pete, George y yo pasábamos muy buenos ratos con ellas. Paul prefería estar con hermanita, lo cual me parecía excelente, en cierto modo. Yo tenía a Cynthia, pero ¿por qué no podía estar con las otras chicas también?

—Chicos, aquí está el señor Epstein, dueño de NEMS Enterprises —dijo Bob Wooler, el DJ del club.

Todos nos quedamos en shock. Nadie importante iba al Cavern; el lugar tenía poca ventilación, por lo que siempre podía percibirse una mezcla de sudor y otras cosas. Tampoco era el sitio más higiénico de Liverpool.

—Soy Brian Epstein, mucho gusto —me dijo el hombre, extendiéndome su mano.

—Soy John Lennon —dije mientras estrechaba su mano, luego fui señalando a los chicos mientras los presentaba—. Ellos son Paul McCartney, George Harrison y Pete Best. ¿Necesitaba algo, señor Epstein?

—Quería hacerles una propuesta.

—Aún no pienso casarme, y menos con usted.

El empresario pareció sentirse un poco ofendido. ¡Las personas mayores nunca entendían mi simpatía por estar demasiado ocupadas tomándose todas las cosas en serio! Paul me fulminó con la mirada.

—Discúlpelo, señor —dijo McCartney—. Así es nuestro amigo John. Yo también me hubiera molestado si me dijera eso, pero créame, el extraño humor de mi amigo puede llegar a agradar luego de conocerlo bien, ¿verdad, chicos?

Los miembros de la banda asintieron. Epstein rió un poco, pero yo rodé los ojos. ¡McCartney: el héroe de la noche! La verdad no entendía cómo Paul lograba hacer eso con los adultos. Era como un mago al convencerlos, hasta a la tía Mimi la tenía fascinada, y eso que era un poco más seria al hablar de "novias y novios". Supuse que se debía a que McCartney era el no-tan-típico niño bonito y educado que todo padre y madre quería tener. A veces lo envidiaba.

—Yo sé que sí, muchacho —dijo el hombre y me miró—. Verán, últimamente han preguntado mucho en mi tienda de discos por una grabación de ustedes con un tal Tony Sheridan, desafortunadamente yo no cuento con ese sencillo que, según me dicen, se llama "My Bonnie".

—Bueno, sí —dijo Paul—. Nosotros sólo tocamos en ese sencillo, usted sabe, la música; pero también somos buenos cantando.

El empresario sonrió y asintió con la cabeza.

—Se ve que tienen talento —dijo el hombre—. Por eso quería sugerirles que me dejaran ser su mánager, nunca he hecho algo así, pero supongo que no debe ser tan complicado. Ustedes saben que tengo una tienda de discos, conozco personas que podrían abrirles el camino a la cima.

No era una mala idea. Nuestro mánager actual, Allan Williams no estaba haciendo muy bien su trabajo. La mayoría de las actuaciones que conseguíamos era por nuestro esfuerzo, no por el de él.

—Necesitamos hablarlo entre nosotros, señor Epstein —le dije.

— ¿Cuánto tiempo necesitan para pensarlo, chicos?

—Un mes —sentencié.

—Fin Flashback—

Seguíamos en la casa de Pete, esperando a que McCartney llegara. ¡El cara de bebé debía tomarse menos tiempo en arreglarse! Me puse a pensarlo y concluí en que su novia tardaba menos que él. Llamaron a la puerta, yo abrí. Eran McCa y hermanita, tomados de la mano, como siempre.

— ¡Llegas tarde! —le reclamé con voz de esposa desesperada.

—Perdón —dijo—. Salí con (TN) por un helado y perdí la noción del tiempo.

— ¿Un helado? —pregunté con molestia—. ¿Seguros que ese fue el motivo? ¿O estuvieron haciendo algo...

Últimamente tenía temor de que Paul hubiera...sí, hecho "eso" con hermanita. No digo que estuviera mal porque yo también lo había hecho muchas veces, pero las cosas cambiaban un poco cuando se trataba de hermanita. Además, ella ya no me contaba todo como solía hacerlo, al menos no todo lo que le contaba a su mejor amiga. Siempre April, siempre April.

— ¡Completamente, John! —me gritaron con furia al unísono.

—Bueno, no se enojen —dije, forzando una sonrisa—. Ahora... McCa, tienes que poner tu firma —le hice ademán de estar firmando una hoja— justo al final de esas hojas que están en la mesa.

Ambos entraron y saludaron a todos los que estaban presentes. Paul tomó las hojas y comenzó a leer. Hermanita se situó a mi lado, sonreía con timidez al ver nuestro avance.

— ¡No lo leas! —le espeté a Paul—. Ya no hay tiempo para eso. Debiste llegar más temprano si querías tomarte la libertad de leer todo.

Me miró como si quisiera protestar, pero no se atrevió a hacerlo por la presencia de Brian. Lo cierto era que teníamos todo el tiempo del mundo, pero era divertido hacer que él se sintiera un tanto presionado.

— ¿O crees que nos estafa, Paulie? —cuestioné, señalando a Epstein—. De ser así...

Hermanita me dio un codazo para que no continuara. McCartney se puso un poco rojo, negó rápidamente con la cabeza y fue directo a la última página, tomó un bolígrafo y se dispuso a firmar.

—Puedes tomarte el tiempo de leer el contrato, Paul —le dijo Brian—. Una persona sabía debe asegurarse de que es un buen trato antes de firmar. La desconfianza en ocasiones como ésta es buena.

—No creo que sea necesario, señor Epstein —respondió McCa mientras dejaba impresa su marca en el contrato que establecía a ese amable empresario como nuestro mánager oficial por los próximos cinco años—. Si John confía en usted, yo también lo hago.

Paul dejó el contrato en la mesa y miró a Brian, quien tenía una débil sonrisa dibujada en el rostro.

—Aún falta su firma, señor —le dijo.

—Paul, basta de decirme "señor", dime Brian —pidió el empresario—. Y...en cuanto a lo que dices... —paseó su mirada por todos los integrantes de la banda— yo no firmaré.

Los presentes abrimos mucho los ojos y dirigimos nuestra mirada a Epstein, quien se limitó a regresarnos una sonrisa alegre y a reír un poco.

¿Había escuchado bien? ¿O acaso mi cerebro había comprendido otra cosa? Decidí confiar en mi cerebro. ¡¿No firmaría!? ¿Por qué? Todos los empresarios firmaban sus contratos y documentos, ¿qué clase de empresario era él?

—Sé que les parecerá extraño, chicos —Brian se cruzó de brazos—. Yo debería firmar ese contrato también, sí, me queda claro, pero no lo haré porque no quiero que se sientan atados. Si algún día se cansan de mí o no les gusta mi trabajo, pueden marcharse sin más.

— ¿Se refiere a que nos dejará la puerta trasera abierta para poder irnos si queremos? —preguntó George.

—Exactamente —sentenció nuestro nuevo mánager, volviendo a sonreír con timidez.

Got To Get You Into My LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora