50. Estados Unidos de América.

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Maratón Especial con motivo del cumpleaños de Ringo Starr

#peaceandlove

3/5

Narra (TN)

En cuanto llegamos al hotel Plaza, un médico vino a revisar a George. Para entonces, el guitarrista no sólo sentía dolor en todo el cuerpo, sino que tenía mucha fiebre. Le dio medicamento y le ordenó reposar el día siguiente y lo que restaba de ese. Harrison aceptó, convencido de que estaría recuperado para la presentación del domingo.

Ignorando los gritos de las locas fans que estuvieron afuera del hotel, pasamos una buena noche. Yo me había quedado a dormir con Paul, quien era la persona más calientita en el mundo y solía abrazarme como si fuera un osito de peluche.

Cuando desperté, sentí frío en mi espalda: mi novio no estaba a mi lado. Fui al baño, esperando encontrarlo ahí, pero no fue así. Al salir, vi que Paul entraba a la habitación cargando una bandeja con comida.

—Buenos días, mi amor —me sonrió—. Te traje el desayuno.

Corrí hasta él y lo besé. Sus labios sabían a café, por lo que intuí que él ya había desayunado. Me senté en la cama y Paul me llevó la bandeja, luego se sentó a mi lado. Parecía algo serio.

— ¿Qué ocurre? —le pregunté, dándole una mordida al pan tostado con mermelada de fresa que me había traído—. ¿Pasa algo malo?

—No sé —rió un poco al escucharme hablar con la boca llena, pero luego desvió su mirada—. A veces me da la impresión de que no lograremos en este país lo mismo que en Inglaterra. Las personas son diferentes, se siente la libertad. ¿Qué podemos darles nosotros que no puedan darles los grupos musicales que ellos tienen?

—Un bonito acento —dije, haciendo que él sonriera.

—Vamos a firmar para una película —me contó, volviéndome a ver—. Brian habló con nosotros y está decidido. Pronto escribirán el guion, nos lo harán llegar y comenzaremos a grabar apenas si regresemos a casa.

Hice a un lado mi comida y besé sus labios con felicidad, me encantaba que estuvieran avanzando por la escalera del éxito. Lo felicité por su logro y él se sonrojó un poco.

—Pienso hacer pública nuestra relación en el estreno de la película —dijo con alegría—. ¿Qué opinas? Podremos salir más seguido, sin usar disfraces y enfrentarnos a los paparazzi juntos.

—Me parece excelente —le di otro beso—, sabes que yo apoyo todas tus decisiones, Paulie.

La prensa aún creía que Paul estaba soltero y pensaban que yo era sólo la hermana de John, así que me alegraba mucho saber que eso sólo sería por poco tiempo. Sonreí maliciosamente, mirando hacia la ventana y pensando en los cientos de chicas que se pondrían tristes sabiendo que el único Paul McCartney que había en este mundo –y probablemente en este universo– era mío.

— ¿Y esa sonrisita? —preguntó mi novio, divertido.

Me puse del color de un tomate y dejé de sonreír inmediatamente. Paul comenzó a reír, a veces me daba la impresión de que él sabía lo que pensaba y que no me había contado de ese súper poder que tenía.

Terminé mi desayuno y él se ofreció a retirar la bandeja, no pude negarme. Salió de la habitación para ir a dejarla a quién sabe dónde y volvió de inmediato.

—Tenemos que ir a ensayar, preciosa —se cruzó de brazos—. ¿Vienes con nosotros, verdad?

—Claro —dije, dirigiéndole una mirada maliciosa—. No quiero perder de vista a mi maravilloso novio con todas esas chicas tan cerca.

Paul alzó una ceja y sonrió ampliamente. Me levanté para ir al armario, no pensaba ir en pijama a ningún sitio. Veía mi ropa y analizaba cuidadosamente los posibles conjuntos, pero no decidía qué ponerme. Mi novio se acercó y me abrazó por detrás.

— ¿Me dejas escoger tu ropa? —preguntó, poniendo carita de perro.

Solté una pequeña risita y asentí, sin saber si eso sería una buena idea. Se separó de mí para sacar un pantalón y una bonita blusa blanca; luego fue a su lado del armario para tomar algo de la orilla y mostrármelo. Era un abrigo azul marino muy elegante. Claramente no era de él, pues era para dama.

—Lo compré para ti hace poco —se encogió de hombros—. Tengo el presentimiento de que te verás fantástica si lo usas. Yo...quería dártelo en Inglaterra, pero preferí esperar a que viniéramos aquí.

—Es muy bonito, Paulie —lo abracé y le di un beso—. Muchas gracias.

—Lo que sea para mi chica especial —me susurró al oído.

Estuve lista en un santiamén. Paul tenía razón: me veía fantástica con ese abrigo. Bajamos juntos hasta la recepción del hotel. Ringo, John y Brian ya estaba ahí. Nos vieron llegar y una sonrisa se dibujó en sus rostros.

—Ya estamos aquí —dije, dándole un apretón a la mano de Paul—. ¿Dónde está George?

—Está enfermo —dijo Brian.

—Pasará el día en la cama, reposando —me explicó Paul al mismo tiempo que acariciaba mi mano cariñosamente—, esa fue la indicación del doctor.

— ¿Se quedará solo? —cuestioné, frunciendo el ceño.

—El personal estará al tanto de él —dijo Brian—, ya dejé instrucciones acerca de sus cuidados. Estará bien para la presentación de mañana.

—Yo puedo quedarme a cuidarlo —me ofrecí—. No sería ningún problema para mí.

Paul me fulminó con la mirada y trató de convencerme de que fuera con ellos, pero no lo logró. Yo tenía muy claro que mi amigo necesitaba que alguien lo cuidara. Brian y los demás no pusieron resistencia. Mi novio terminó aceptando, a regañadientes, que me quedaría.

Esperé a que se fueran y subí a la habitación de George. Despertó poco después de que entré.

—Hola, (TN) —dijo en un susurro.

—Buenos días, Georgie —le contesté con cariño—. Me voy a quedar todo el día contigo para cuidarte. Los chicos ya se fueron al ensayo, pero no te preocupes por eso, lo importante es que te mejores.

—Él médico dijo que se trataba de mi garganta —susurró, con la mano en el cuello.

—Entiendo —asentí—. No hables más, podrías lastimarte.

Él sonrió débilmente y asintió. Pasamos toda la mañana viendo la televisión. A George le hacía mucha gracia que sus caras estuvieran en casi todos los canales, pasaba lo mismo con sus voces en la radio. Todo el país estaba emocionado de que ellos estuvieran ahí.

Era casi la hora de comer cuando Ringo entró a la habitación de George. Le traía varios sándwiches. Harrison sonrió y le agradeció para después comer con entusiasmo.

— ¿Dónde están mi hermano y Paul?

—John está terminando de comer —contestó el baterista—. Y Paul... subió en cuanto llegamos, dijo que no tenía hambre. —Bajó el tono de voz antes de continuar—. Estuvo muy serio y callado en el ensayo, creo que deberías ir a verlo, hablar con él. A John y a mí no nos quiso decir qué tenía.

Era evidente que no le había agradado la idea de que pasara el día con George en lugar de con él, mi novio era aún más celoso que yo. Aunque, por supuesto, no le podía decir eso a Ringo.

Me despedí de los chicos y subí a la habitación que Paul y yo compartíamos. Dudé un poco en abrir la puerta, pero sabía que tenía que hacerlo. Cuando apenas había dado un paso dentro de la habitación, unos brazos me brindaron calor.

—No te vuelvas a alejar de mí —me pidió Paul con un tono lastimero.

—George me necesitaba, tontito —le expliqué.

—Lo sé ­—admitió, riendo un poco—, pero eres mía.

—Sí, Paul, soy tuya.

Me dio un pequeño beso con ternura, yo acaricié su pecho por encima de su camisa y luego recargué mi cabeza en su hombro mientras jugábamos nuestros dedos. Pasamos un rato así y luego bajamos a comer algo.

Got To Get You Into My LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora