26. La primera vez.

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Narra George

Hamburgo no dejaba de sorprenderme: era la ciudad más libre que había conocido. Y me encantaba estar ahí. Tener diecisiete años, estando en ese lugar era casi igual de emocionante que las diferentes personas que habíamos conocido: travestis, gánsteres y prostitutas.

Una de las primeras noches conocí a una chica alemana, era alta y muy bonita. Cuando terminamos nuestra presentación, me acerqué a ella y comenzamos a platicar: me enteré de que era una prostituta.

Después de un rato de hablar con ella, llegó a mi mente ganas de experimentar algo diferente. De todos los de la banda, yo era el único que nunca había estado con ninguna chica. Y no era que me comparara con ellos, o que quisiera competir, pero sentía que estaba en desventaja por ser virgen. Siempre me había dicho a mí mismo que ser el menor no significaba tener menos experiencia.

Lo pensé un poco, pero finalmente me decidí a sugerirle que fuéramos al lugar donde me estaba quedando. Ella aceptó de inmediato. Quizá ella había también quería ayudarme a no estar en desventaja.

Cuando llegamos, pensé que me pondría muy nervioso y que no me atrevería a continuar, pero no fue así: puse mis manos en su cintura y la besé con pasión. Rápidamente desabrochó mi camisa y comenzó a acariciar mi pecho, sentí un escalofrío ante su tacto, ninguna chica me había tocado antes. Sin embargo, no iba a permitir que esas sensaciones me hicieran quedar como un tonto.

La despojé de su vestido, dejándola únicamente en ropa interior. Me detuve un segundo para contemplarla: se sentía muy bien tener a una chica así. A continuación la besé, y seguí haciéndolo hasta que ella empezó a bajar mi pantalón. Sentir su mano tan cerca de mi entrepierna hizo que mi cuerpo reaccionara para lo que vendría después.

Ella, siendo una experta en eso, me fue guiando en todo momento, sin hacerme sentir como el idiota que no sabía nada. Fue muy especial.   

Cuando terminamos, escuché aplausos en la habitación.

"Diablos" —fue lo único que pude pensar.

Los chicos salieron de donde estaban escondidos y mi compañera se vistió con prisa para salir de la misma manera del asqueroso recinto donde yo acababa de perder la virginidad.

Los aplausos cesaron para dar comienzo a una serie de felicitaciones. Pero yo no dije nada, me limité a suspirar. Al menos ya no tendría que contarle con detalles cómo había pasado todo.

—Yo creí que ustedes volverían hasta más tarde —les dije, muy apenado—. Supuse que estarían paseando por la ciudad en estos momentos, pero veo que no es así. ¿Qué estaban haciendo?

—Además de espiarte...—comenzó Paul.

—Y ver qué tal lo hacías...—siguió Pete.

—Pues nada —terminó John, con una gran sonrisa en el rostro—. Los tres creemos que pudiste hacerlo mejor, pero...sinceramente, para ser tu primera vez, no estuvo tan mal.

Paul y Pete asintieron sin apartar sus miradas de mí. Por mi parte, sentí que mis mejillas comenzaron a arder por la vergüenza, pero al menos ya había pasado toda la acción.

Narra Stuart

Paul, John y Pete se habían ido a seguir a George, pero yo había decidido salir a pasear con una chica que habíamos conocido. Ella no era como las demás mujeres de aquel exótico lugar. Su nombre: Astrid Kirchherr, aunque yo jamás podría pronunciar su nombre en la misma manera angelical en que ella podía hacerlo. Nunca antes había conocido a una chica tan perfecta como ella, quien al igual que a mí, gustaba del arte; sin mencionar que era muy bonita.

—Creí que tus amigos vendrían con nosotros —me dijo.

—Sí, bueno, ellos tenían otras cosas por hacer —fue lo único que pude decir, no podía decirle que habían preferido irse a espiar a George teniendo relaciones con una chica—. Yo creí que Klaus y Jürgen también vendrían.

Ella, Klaus Voormann y Jürgen Vollmer se habían convertido en nuestros únicos amigos verdaderos en Hamburgo. No había mucha gente de confianza en el lugar donde trabajábamos.

—No esta noche —me dijo, con ese lindo acento alemán—. Y... ¿cuándo volverán a Liverpool?

Liverpool. Sabía que era mi ciudad natal y también estaba consciente de que tarde o temprano tendríamos que volver, pero no quería hacerlo. Me agradaba Hamburgo, o tal vez no Hamburgo sino estar con Astrid. Mi corazón latía más rápido junto a ella.

Estaba enamorado, sólo eso podía ser.

—No lo sé —dije, encogiéndome de hombros para darle a entender que no me importaba mucho regresar—. Hamburgo es un lugar muy cómodo y...hay mucho arte, museos, universidades...no lo sé, me gustaría quedarme aquí por siempre, contigo.

Astrid se sonrojó, pero fue su sonrisa lo que me hizo saber que ella y yo compartíamos algo. Era como si tuviéramos un secreto muy bien guardado, tanto bien guardado que ni siquiera uno de los dos se atrevía a decírselo al otro.

—Deberías quedarte aquí por siempre —sus mejillas todavía tenían unas bonitas tonalidades rojizas—, podrías matricularte en una escuela de aquí. Incluso podrías hacerlo en la misma en que yo estoy.

No era una mala idea. Estar con ella por más tiempo, tal vez por siempre, me parecía algo sumamente tentador. Asentí con la cabeza y me perdí en la belleza de sus ojos. No había otra chica como ella.

Quería decirle lo que sentía. Debía hacerlo cuanto antes o ese desasosiego que me provocaba el llamarla "amiga" terminaría destruyéndome por dentro.

—Astrid...—comencé.

— ¿Sí, Stu?

—Yo...no sé cómo decir esto —fui testigo de cómo mi voz delataba lo nervioso que me sentía—. Desde la primera vez que te vi, sentí algo. No sé cómo explicarlo, pero sé que fue especial.

— ¿De verdad? —me preguntó con ternura, acercándose más a mí—. Yo...yo también sentí algo así cuando te conocí, Stu.

—Me gustas, Astrid. Y... ¿quisieras ser mi novia? —pregunté, temiendo que me rechazara y que dijera que sólo podíamos ser amigos.

Ella no contestó. Comenzó a aproximarse aún más a mí y, un segundo después, nuestros labios estaban mezclados en una danza maravillosa. Dejé de pensar en todo lo demás por ese momento: no importaban los chicos, no importaba la música, ni tampoco Liverpool o Hamburgo, Inglaterra o Alemania: sólo me importaba ella.

Got To Get You Into My LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora