Capítulo 39

448 13 2
                                    

Este lugar era maravillo y mágico, desde que llegamos todo era impresionante. Su casa se sentía como un verdadero hogar, miraba todo impresionada por las cosas que todavía no conocía de él, y me gustaba, porque eso demostraba, que todavía tenía mucho que conocer, mucho que explorar. La vida que teníamos en Miami comparada a la de acá, eran distintas.

Adoraba todo lo que venía de él, la manera como enfrentaba las cosas, a la vida, era esa persona que necesitaba para complementar mi mundo. Ya que pese de no haber tenido ese tiempo que según la sociedad indica que debe tener una persona tras terminar una relación, en mi caso había tenido el tiempo suficiente, conocía a la persona que mi corazón eligió, sin decir que fuera o no. Guardar tiempo por terminar una relación, es algo totalmente ridículo.

Me gustaba quien era en este momento, la persona que decidí ser cuando comprendí que necesitaba conocerme, aceptarme tal como era y que nunca hubo nada malo en mí, allí comenzó mi nueva vida, estaba lo que necesitaba para ser feliz. Se cree que al estar con alguien se pierde la libertad, y no es así. Se pierde cuando dejas de ser tú para agradar a esa persona, que sí hay cosas que deben dejar de hacerse por respeto es una cosa diferente a simplemente aislarte porque esa persona no le gusta cómo eres, allí es donde está lo malo.

Nunca debemos dejar de ser quienes somos para agradar a otros, hay comportamientos que se mejoran, porque a veces podemos herir, pero no se trata de simplemente dejar tu personalidad por el resto del mundo. La soledad es una buena compañera, pero también una perra cuando lleva mucho tiempo a tu o a penas la estás empezando a aceptar.

Todo es malo en exceso, eso hay que aprenderlo sea cual sea el caso.

Amaba el tener a Jorge cerca, como me hacia el amor, la manera en que se entregaba a mí en todo lo que hacía. Habíamos descansado después de quedarnos agotados cuando hicimos el amor, nunca me hubiera imaginado ser esta clase de mujer, y me gustaba mucho. Y más el serlo con la persona que amaba. Mi suegra era un amor total desde que llegamos, nos trataba con aquel esmero que me llenaba de alegría estar aquí, los amigos de él eran también encantadores, y más cuando me miraban a los ojos, me pedían disculpa porque mirarme de aquella manera.

Era divertido, eso me hacía sentir especial. Y no le prestaba atención más bien me reía con ellos, agradecía también el haber estudiado español porque pude comunicarme sin problemas. Elisabeth se sentía orgullosa llevándome por toda la isla para que conociera a sus amigas, presentándome como su nuera, me sentía un poco incomoda siendo el centro de atención, pero verla tan feliz hacía que valiera la pena el esfuerzo.

-Estoy contenta de conocerte al fin -comentó mientras nos sentamos frente a la playa en su restaurante-, cuando él vino a la isla el enterarse que te casabas, eso me partió el alma, pero al ver como afrontaba todo solo esperando que fueras feliz, me enorgullecía. Sin embargo, al ver que las cosas eran todo lo opuesto me dejaban con un mal sabor de boca.

Era un poco incómodo escuchar esa parte de la historia, porque nunca le había preguntado cuán difícil fue para él, pero estaba clara del por qué no me lo decía. Pero debía saberlo y que sea su propia madre era algo que valía la pena escuchar.

-Parecía un león enjaulado, por no poder hacer nada, porque respetaba la decisión de ambos, a veces escuchaba como regañaba a su amigo, intentando de que abriera un poco sus ojos hacia ti, pero no hubo cambio, no al menos que él lo notara -continuaba ella, mientras miraba la calma del mar-, no voy a negar que estaba feliz de tenerlo de vuelta, porque era la única compañía que tenía, pero no podía obligarlo cuando sabía que su corazón estaba en otra parte. Me alegraba mucho que intentara ser feliz, pero un amor como el que siente por ti, no se consigue todos los días, y suerte que la espera valió la pena. Lamento mucho como tuvieron que pasar las cosas, pero todo pasa por una razón.

La escuchaba y me encantaba, la forma en cómo se preocupaba por mi novio, imaginaba que a lo mejor así hubiera sido mi madre. Fuera sido lindo haberla tenido en esos momentos tan duros, y más ahora que era completamente feliz. Me dolía saber lo mal que él la pasó por mi enfermo amor. Al ver que éramos cuatro los que nos la vimos mal. Porque a pesar de cómo fue Melanie, a su manera amó a Beni.

Seguía escuchándola, porque no solo habló de como la pasó, también de su infancia, de cómo se portaba como un niño rebelde, de la manera en sus labios estaban partido por defender a un compañero, y pensar que así fue como nos conocimos. Gracias a su valentía, lo llevó hasta a mí. Nos levantamos para ir a la cocina y preparar la cena, no quería que la ayudara, pero no iba simplemente a ver.

No le quedó de otra que aceptar. Observaba todo con atención, porque quería de alguna manera sorprender a Jorge, cuando estuviéramos en nuestro hogar. Eso se sentía bien, pese de que no viviéramos juntos, nos la pasábamos más juntos que separados. Y quería que de alguna manera llevar el sabor de su tierra a su mesa.

Mi suegra era un amor de persona podía notar de dónde había sacado su personalidad Jorge. Tenía una mujer maravillosa como ejemplo. Ella me explica que debía hacer como picar todo, la manera en como a él le gustaban ciertas cosas. Eran datos que no perdería de vista. Estábamos preparando Arroz mamposteao y se veía delicioso.

-Esta es una vista que vale la pena tener, las dos mujeres de mi vida juntas en un mismo lugar -indicaba mi novio acercándose para darnos nuestros respectivos besos y abrazarnos.

No iba a negar que escucharle decir aquello me llenó el alma. Sentirse querida era la sensación más hermosa que existe, porque es verdad que el amor empieza por uno mismo, pero al ver que alguien más lo hace, todo es diferente.

-Este olor lo extrañaba, amo la comida de mi madre -seguía Jorge abrazando a su madre por la espalda mientras ayudaba a revolver.

-Bueno, déjame decirte, que Cassandra tiene todo el mérito, es muy buena cocinera y lo preparó casi todo -halagaba mi suegra, era inevitable no sonrojarse.

-No voy a negar que, si me gusta la cocina, era con lo que más me defendía, y hacer cosas nuevas me emociona -expresé con pena.

-Lo confirmo, ella también es una buena cocinera, de verdad que tengo una fortuna muy grande.

No podía estar segura de quien de los dos era más afortunado, porque estar a su lado, compartir estos momentos, era lo único que necesitaba para poder tener que contar en un futuro, relatar a mis nietos o hijos una historia con muchas emociones. Y me alegraba de poder estar viviéndola...

Soltar #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora