41| Si tu me lo pides

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VALENTINA

—Me quieres mas de lo que nunca nadie me ha querido y con eso es mas suficiente. —lo último que me esperaba escuchar hoy por parte de Sam eran estas palabras. No digo nada. Rodeo su cintura con mis brazos y soy incapaz de apartar los ojos de los suyos. Estoy enamorada de este chico. Estoy enamorada de cada mirada. Cada caricia. Cada sonrisa. Cada suspiro. Cada latido.

Hacía días que no nos veíamos y no porque yo no quisiese, pero a cada que le decía algo relacionado con compartir espacio vital era imposible para el. Hace unas pocas semanas que a cada paso que Sam daba, retrocedía otros tres, o cuatro. Era como volver al principio o incluso peor porque ya había conocido esa faceta tan suya y me era imposible pensar que podría volver a encerrarse. Sus palabras y sus acciones de hoy me han sentado como un puñal en el costado. Es exagerado decirlo, pero cuando el está mal, su diana he sido yo. Todo va a parar a mi, como si yo fuese la causante de su sufrimiento.

—No puedes culparme de lo que sufres. No puedo ser tu diana siempre que te vengas abajo. Se mejor que nadie que nunca querrías hacerme daño, pero me lo haces, quizá mas de lo que crees y tampoco puedo permitir eso.

—Eres la ultima persona que se merece este trato por mi parte y en cambio eres la primera en recibirlo, no es justo y tienes toda la razón, lo siento. No la pago contigo porque tu tengas la culpa de algo, lo pago contigo porque solo pienso en alejarte de mi. No puedo pensar en otra cosa. Día tras día. Minuto tras minuto. No pienso en la idea de ser suficiente para ti, de quererte como realmente te mereces que te quieran.

—Me has demostrado durante muchas semanas que nadie me va a querer como tu me quieres, pero no te das cuenta. Nadie me llena como tu lo haces y nadie nunca lo va a hacer. Nadie me quiere mas de lo que tu lo haces, Sam. No puedes dudar de algo tan claro. Duda de mil cosas, pero de eso no. —cierra los ojos apretando los párpados y acuesta mi cara entre sus manos. Sus ojos marrones se clavan en los mios y siento que esto se acaba aquí.

Tras suspirar se obliga a reprimir una sonrisa tímida. Amo a este hombre. Hasta el ultimo día y lo que siga mas allá. No concibo una vida que no sea con el. Ojalá y no tarde en darse cuenta de lo mucho que es capaz de quererme. Ojalá y no tarde en darse cuenta de que a mi nunca me va a decepcionar. No cabe lugar en mi para ello. Al igual que no cabe en mi el nerviosismo y el miedo en estos momentos, porque no, no se me pasa por alto que es la primera vez que me ha visto bailar. Me lo ha podido pedir cientos de veces en estas semanas atrás, pero no ha sido hasta hoy que no queda nada en mi que Sam Walker no conozca.

—¿Que te ha parecido?

—Como ver a una estrella fugaz en un cielo completamente lleno de estrellas. —siento que me quedo sin aire en ese mismo momento. Sus dedos acarician mis mejillas sin apartar ni un segundo la mirada de mis ojos. —Nunca me cansaría de verte bailar.

—Podríamos bailar los dos juntos. —frunce el ceño a modo e interrogación y su sonrisa me provoca un murmullo en el pecho. No hay nada mas bonito en el mundo que la sonrisa de Sam.

—Son estilos completamente diferentes.

—Eso es lo mejor. —intento no sonreír, pero es en vano.

—Si tu me lo pides, yo bailo.

—Baila conmigo. —y creo que no hablamos solo de baile. Le pido que baile conmigo en la vida. A mi lado. Los dos juntos. Mano a mano. Hasta que las campanas suenen y la musica, acabe.  Y así pasan las dos horas siguientes. Bailando uno al lado del otro. Al compás. Mano a mano. Aunque las campanas no suenen.

No sabia que existía algo tan placentero hasta que un moreno de metro noventa me masajeaba el pelo mientras el jabón hacia mas y mas espuma. Sus manos se mueven con lentitud sobre mi pelo y creo que seria capaz de dormirme en este mismo momento si no fuese porque me encanta disfrutar de estos momentos, por si algún día desaparecen. Con la ayuda de una de sus manos y con el chorro de agua cayendo encima de mi, me quita los restos de jabón que puedan quedar. Enseguida sus dedos se deslizan por mi cuerpo desnudo. Despacio. Como si fuese la cosa mas bonita que ha tocado nunca. Como si el también pensase en disfrutar de estos momentos por si algún día desaparecen.

No hablamos en horas, es un silencio que dice mas de lo que los dos podríamos llegar a decir, es un silencio que queremos escuchar y el cual rompo en el coche mientras le miro suplicante y estiro mis brazos hasta posar mis manos en su pierna.

—¿Donde vamos?

—Confía en mi. —suspiro cuando sonríe mirándome de reojo. Por mucho que insista se que no va a ceder ni un poco. El trayecto sigue con la musica de Artic Monkeys sonando a un volumen bajo en la radio. Nunca había experimentado lo que era mirar a alguien y no poder dejar de hacerlo. Nunca había experimentado lo que era sentir ilusión por estar junto a alguien. Nunca había experimentado lo que era estar enamorada. Y ahora que lo he experimentado se que nunca habrá otra persona que me haga experimentar todo esto.

Para el coche en una carretera desierta con vayas a los dos lados de esta. No se donde me ha traído, pero sigo sus pasos cuando sale del coche y se sube al capó de un salto. Me pego a su cuerpo y siento que me da igual donde estemos, siempre y cuando sus brazos rodeen mi cuerpo. Con el paso de los minutos el cielo se tiñe de diferentes colores, dejando uno de esos atardeceres que cualquiera pagaría por ver. Esto solo pasa en Los Ángeles. Sam alza la cabeza al cielo y aunque no se que espera ver, le imito. Un avión pasa por encima de nuestras cabezas, mucho mas cerca de lo que esperaba. Sigo el recorrido del avión hasta que desaparece entre los colores, que pierden fuerza a cada segundo que pasa. Miro a Sam, que ya me está mirando y solo puedo sonreír. Son detalles, pero son detalles que sabe que para mi significan volver a tener la ilusión de una niña pequeña. Cojo una de sus manos con las mías y le aprieto, nerviosa. No se como expresar mis sentimientos.

—Noah me ha dicho esta mañana que eres un ser de luz. Y tiene razón. —una lagrima se resbala por mi mejilla y me la quito rápido en un intento, fallido, de que no la vea. Siento que el pecho me pesa cada vez mas por no saber que decir o como reaccionar. Es como si siéntese tanto que me hubiese quedado bloqueada. No digo nada y el no me da pie a hacerlo. Posa sus labios sobre los míos y creo que solo quiero llorar sobre el. De felicidad. De amor. De haber conseguido todo aquello que un día pensé que no conseguiría. Siempre he querido ser una buena persona, siempre he querido ayudar a los demás y hacer que se sientan cómodos con mi presencia. Siempre he querido que la gente que me rodea me quiera y creo que lo he conseguido, siendo yo misma.

—Tenías razón cuando esta mañana me has dicho que estoy empeñado en no dejar que me quieras.

—Creo que es normal que no me dejes hacerlo.

—¿Normal?

—Ese miedo que tienes te ciega por completo y no ves otra cosa que no sea que no eres suficiente y que todo el que te rodea se va a alejar de ti. Crees que si eres tu quien los aleja te dolerá menos, pero es normal. Tus padres te han tratado como si no valieras la pena, tu abuelo se murió y tu mejor amigo también lo hizo. Quien creías que te iba a acompañar toda tu vida no va hacerlo porque ya no está.

No dice nada. Los dos miramos al frente mientras los aviones despegan y aterrizan a nuestros lados. Sobre nosotros. El cielo se vuelve oscuro y aunque parecía que era lo ultimo que iba a pasar hoy, las primeras gotas de lluvia empiezan a caer sobre nosotros.

—Lluvia. —bajo del capó de un salto y doy una vuelta sobre mi misma con los brazos abiertos y sintiéndome mas libre que nunca. Sintiendo que lo tengo todo. Y ojalá poder parar el tiempo justo en el momento en el que sus brazos me rodean la cintura y sus labios se pegan a los míos bajo la lluvia. Nuestros labios se despegan. Nuestras manos se entrelazan. Y los dos juntos, corriendo bajo la lluvia entre risas y besos nos decimos entre susurros que esto va a ser para siempre.

Aunque solo sea el recuerdo.

Ya no nos queda tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora