Capítulo 3. Heather

2 0 0
                                    

Cierro mis ojos por un momento.

El vacío en mi pecho se abre como una caverna dentro de mí, haciéndome saber que estoy sola todo el tiempo, incluso aunque esté rodeada de mis compañeros. Cuando los abro de nuevo, me percato de una figura sentada en la parte superior de las escaleras que quedan en dirección al despacho del decano.

Tardo un minuto en recuperar mi aliento.

—Hola —exclama.

Observo completamente hipnotizada como su lengua se pasea con lentitud por sus labios y, sin aviso previo, sus comisuras se levantan con una sonrisa, el metal de su piercing brillando. Mi cabeza se inclina y mientras me muerdo el labio inferior, encuentro las palabras al final de la garganta y una burla sale de lo más profundo de su ser. El muchacho no dice nada, solamente deja que sus ojos escudriñen mi cara, observándome a cada detalle.

—Hola —mascullo, rodeándolo para entrar de nuevo en el despacho, sin llamar antes.

¿Qué narices acaba de pasar?

Es un desatino que ese par tenga ese poder sobre mí... Simplemente una locura que me parezcan excitantes.

El decano Davies está junto a un hombre canoso y, frente a él, hay otro señor de unos cuarenta y dos años, también trajeado y con el cabello oscuro, salvo por unos mechones de un pelirrojo manchado que emana una especie de energía parecida al poder.

Me pregunto si la forma en que se muestra al mundo es una extensión de lo que es, o si está fingiendo, al igual que lo hago yo. No me da mucho tiempo para reflexionar sobre ese pensamiento antes de notar que sus ojos se abren de par en par. Cuando saca la vista de mí, frunciendo el ceño, sus ojos ya no pueden centrarse en los míos.

—Fields, tome asiento —me indica el decano—, por favor.

—Antes necesito hablar con usted —farfullo, destensando los dedos de mi mano del móvil—. Echasteis a Sabrina, solo porque —Tomo aire—. Leighton os dijo su secreto, así que, si Sabrina tuvo su castigo, ella también debe tenerlo.

Pongo en marcha el móvil, dejándolo en la mesa.

—Fields —me reprende.

—¡No! —lo corto—. No estamos solos aquí, así que no trate de hacerme callar, Davies. ¿Quiere expulsarme? Hágalo, pero conmigo arrastraré a Leighton, su hija... ¿O va a negarme que no tiene favoritismo por algunos estudiantes? ¿O que no aceptas sobornos para mantenerlos aquí, como por ejemplo, conmigo?

—Fields —repite.

Su rostro se está enrojeciendo.

—¿No va a hacer nada? —espeto, furiosa.

—¡Siéntese! —grita—. ¡Ahora!

Muerdo mi lengua, agarrando el respaldo de la silla.

—Estoy bien aquí, gracias.

Un aguijón golpea mi garganta.

—Como usted quiera —Me mira desafiante, cerrando el móvil. El metal de sus gafas repiquetea contra la madera del escritorio—. Por favor, proceda, Logan.

—¿No va a decir nada? —insto.

—Sus padres han muerto, así que o se calla de una santa vez, Fields, o será terminantemente expulsada del internado, sin opción a volver —estalla, levantándose de su silla. Parece irritado por tener que perpetuar este trabajo—. ¿Queda claro?

Mi corazón se acelera.

¿Mis padres han muerto?

No. No. No.

Dulce Caída [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora