Capítulo 9. Heather

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Focalizo mi mirada a los dedos que aprietan mi hombro, estupefacta antes de subirlos hasta su rostro.

—Trevor —susurro. Sus facciones se endurecen y sus ojos me miran fulminantes, inquisidores—. Yo...

—¿Ahora vas a negarme que no te ha puesto a mil ver a Cassian, o que no estabas rogándole a mi querido hermano que te tocara? —lanza, su voz como piedra. Sus dedos sujetan mi mentón, guiándolos hasta el sofá donde el señor Hunter está sobre la joven—. Míralo —demanda. Mis dedos hormiguean y mi corazón late furiosamente desbocado. La lengua de Cassian arremete en su boca y jadeos y gemidos se escapan de ambos, haciendo que mis piernas flaqueen. Ella está disfrutando... Ella siente—. Te gusta, Hearth... Te gusta mi padre. Quieres que te amen, que te quieran y que te hagan gritar... Lo estás deseando.

La boca de Trevor roza mi lóbulo dejando un recorrido mojado hasta mi mejilla. Una lágrima desciende por la comisura de mi ojo, empapando los labios de este. Cierro mis parpados, notando como Trevor pellizca mis piernas con fuerza. Emito un gemido tras oír el cierre de la puerta, pero no veo, porque soy incapaz de abrir mis ojos. El pellizco se convierte en un fuerte agarre y, a continuación, me da una palmada en el trasero.

Una, dos, tres.

Mi cuerpo se retuerce de placer, y me encuentro deseando más, que siga golpeándome hasta que me desmaye. Quiero que me torture, que me haga sufrir.

Jadeo.

—¿Quiere más? —gime. Mis palmas sudorosas ahora apoyadas en la fría madera—. ¿Te gusta que te peguen, eh? —susurra al mismo tiempo que detiene los golpes, pero no sin apartar su contacto de mi cuerpo. Sus dedos se enredan alrededor de mi cuello, quitándome el aire. Siento como la sangre sube hasta mi cerebro, como mi visión se entela y mis fosas nasales se abren tratando de hacerle llegar a mis pulmones el oxígeno que tanto demandan... Mi cuerpo reacciona a su cercanía y, en vez de apartar su mano, mi trasero se aprieta contra su erección, bombeándome yo misma con ella—. Oh, sí... Te gusta... Quieres romperte en mil pedazos, hacerte daño para gritar, porque es el único modo que conoces, querida, y seré el afortunado en advertirte que esto solo acaba de empezar... Quien entra en la mansión Hunter, jamás sale de ella impune.

Mi garganta pica.

No quiero hacer esto.

—Para —demando, apartando sus manos de mi cuello, enrojecido—. Ya no tiene gracia, para —sollozo, volteándome para mirarlo a los ojos, su mano todavía sujeta a la mía—. Quiero irme al hotel.

Levanto la barbilla, tragando el nudo en mi garganta y no mostrando mi frágil coraza.

Quiero jodidamente huir de este antro.

Sus dedos enrollan un mechón de mi cabello.

—¿La niña ya se ha cansado?

Aprieto los dientes, mi respiración haciéndose audible.

—La niña quiere irse al puto hotel —bufo—. Deja de amenazarme, deja de tocarme.

Sus labios se aprietan.

La vergüenza me recorre en el momento en el que deslizo mis dedos entre mis muslos.

—No es una amenaza, solo un aviso... —su voz es pausada—. Acabarás como ella, rota, hecha pedazos... Como una muñequita de trapo.

Los estallidos de voces llegan a nosotros cada pocos minutos, sin embargo, me distraigo cuando algo se endurece. Sus ronquidos suenan, pero su pene presiona contra mi estómago a través de sus pantalones.

Quiero que me toque en todas partes.

Muerdo mi labio y me deleito con su suave toque. La manera en la que sus caderas han comenzado a moverse lentamente contra mí, su palma deslizándose a lo largo de mi estómago hasta mis bragas. En el momento en que sus dedos me frotan, me muelo contra él. Tiene un agarre mortal y siento que voy a arder, los pensamientos que surgen en mi mente son pecaminosos y erróneos, pero no puedo dejar de pensar en lo bien que se siente que me esté tocando.

Mis padres han muerto, debería estar llorando.

Pero es como si mi mente se hubiese cerrado a esa realidad.

Gira la cabeza al ponerme de espaldas y mis palabras dan paso a un grito cuando me da una palmada.

Golpe. Golpe. Golpe.

Una y otra vez.

El orgasmo es intenso, ahuyenta mis pensamientos que parecen acechar y sus dientes muerden la piel de mi hombro sobre la tela de mi camiseta, recordándome que estoy viva. Y no me doy cuenta hasta la arrolladora ola se detiene que Adler está mirándome de nuevo, esta vez sin los cascos puestos y con una arruga en su frente. El calor eleva mis mejillas mientras el sonido de mi gemido abandona mis labios, mirándolo.

Trevor se ríe contra mi nuca, dejando un beso ensordecedor sobre mi piel y sacando sus dedos de mi interior.

Mi lengua se siente gruesa en mi boca, un retorcijón se pone en marcha en mi mejilla.

—A papá no le gustará saber que al salir de aquí tiene que pagar eso —dice el muchacho, deslizando su mirada hacia mis pies.

Se refiere a la copa que estaba llena de líquido y que está derramada en el suelo.

Sus ojos marrones, ahora con la luz con motitas azules, brillan en indignación, y entonces nos deja.

Otra vez.

Sin decir nada, me voy jadeante por las escaleras hasta alcanzar la puerta principal del edificio para empezar a vomitar en una esquina de la calle. Fuertes sacudidas en mi estómago, permaneciendo con ambos brazos abrazando mi abdomen.

Patético.

Estoy perdiendo mi maldita cordura.

Dulce Caída [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora