Capítulo 41. Heather

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Nunca he estado en Londres ciudad, pero he oído hablar de la falta de calor. Así que, mientras que el cambio de temperatura de Texas a la localización del internado fue un absoluto shock, el viajar de la colina a Fulham no es tan inesperado; hace frío invernal en los alrededores de la mansión Hunter en estas fechas de finales de primavera, y aquí hay un clima cercano a los doce grados. La ligera brisa sopla a través de mis brazos y no puedo evitar desear haberme traído una rebeca cuando salí del hotel, ya que apenas llevo una camiseta de manga larga color carbón.

Estas dos últimas semanas, tras Adler comentarle a Cassian que quería jugar el partido, apenas estuvieron ninguno de los dos en la mansión, puesto que se trasladaron a mediados de la semana pasada al campo de entrenamiento del equipo en el que juega. Y, a diferencia de la otra competición, en esta sí hay público.

Cuando los jugadores abandonan los vestuarios y se lanzan al campo, vislumbro como Adler deja su cara de juego para remplazarlo por una sonrisa. A mitad de la primera parte, lanza lo que parece ser un pase increíble de cincuenta y dos yardas, o eso gritó Cassian.

—¿Oíste sobre la compañía aérea Brooklyn? —pregunta a mi lado Trevor, con sus brazos cruzados y sus piernas apoyadas en la silla de delante.

—No puedo decir que lo haya hecho.

Miro en su dirección, sacando la paleta de mi boca y atisbando como Wyde coquetea con tres muchachas que parecen las chicas superpoderosas.

—Padre es el propietario de la aerolínea más grande del hemisferio occidental. Su sed de nuevas empresas supera su anhelo por una conexión familiar —explica Trevor—. Ser nombrado el principal empresario de Forbes por tercer año consecutivo significa que tiene muchas oportunidades en ese aspecto.

Trago saliva.

—Entonces... Brooklyn es la aerolínea que pertenecía a Brooke —reflexiono—. Sus padres lo debían tener como a un hijo.

Su labio captura el piercing de la boca y lo mueve.

—Parte de la mayoría de las acciones. —Baja sus pies y se gira en mi dirección, su camiseta del equipo subiéndose ligeramente—. Trató de comprarles las acciones a los otros copropietarios y ellos se negaron a accedérselas.

Mi boca se entreabre.

—¿Cómo ha pasado a ser toda suya?

Aprieta sus labios y niega.

—Es que no lo es —murmura. Levanto mi vista y miro al muy excitado Cassian golpear la barandilla—. Consiguió la parte de los seis accionistas menores por un traspaso. No los compró ni pagó por ello. Es un negocio jodido turbio.

—¿Cómo lo descubriste?

Mira hacia el campo.

—Wyde.

Mis dientes chirrían.

—¿Por qué iban a traspasárselo si podía ser el legado de sus hijos? —susurro—. Una maldita empresa gigantesca... A no ser que —Apoyo la paleta en mi labio inferior—. ¿Y si ninguno de ellos tenía descendientes y antes de la muerte de esos viejos malnacidos, firmaron para que pasara a la propiedad de Hunter?

Sus cejas se alzan.

—No, jodidamente sí tienen descendientes.

Ladeo la cabeza.

—¿Cuántos decías que eran accionistas?

—Ocho grandes, quizás nueve o más, pero hay muchos detrás.

—Podríamos contactar con el accionista que le denegó la venta de su parte de la empresa. Puede que con suerte le tenga tanto hastío que suelte su lengua.

Dulce Caída [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora