Capítulo 17. Heather

2 0 0
                                    

Giro mi cuerpo y le clavo una mirada letal.

—No necesito que me cuiden de repente.

—Y no pretendo hacerlo —admite, dejando de tocarme. Me sacudo sobre mí misma y aparto el flequillo de mis ojos—. En menos de una semana te has dejado llevar a los pantalones de mi padre y has colgado de tu brazo a Wyde... Y respeto que, como mujer, te lleves a quién quieras a la cama. Ahora, no sé si te has dado cuenta de esto: no tenías nada bajo control, y tampoco vas a tenerlo. Así que, por desgracia para ti, estás atascada con mi padre y porque estás atascada con él, estás atascada conmigo.

Mis cejas se fruncen mientras lo observo detenidamente. No es que él esté esperando con la respiración contenida a que yo haga nada.

—No pienso firmar la tutela, si eso es lo que crees. Dentro de tres meses estaré lejos de este maldito lugar. Lejos de ustedes.

Cruzo mis brazos.

—Hay algo en ti, Heather, que ellos quieren. —Su rostro se endurece—. Y no voy a permitir que acabes bajo el dominio de padre.

La preocupación nunca abandona su expresión.

—No soy estúpida —suelto—. Sé como ellos te miran. Tus hermanos. Tu padre... Se hallan amarrados de algún modo a ti. —La furia me recorre y me aprieto contra él—. Te respetan. Te temen.

Inhalo lentamente.

—Si pudiera hacer algo al respecto, ya lo habría hecho antes de que el tú y ellos se convirtiera en un problema, ¿no crees?

—Quiero hablar con un abogado —Miro a mi alrededor, percatándome de que el mar está a tan solo unos pasos—. Wow.

—¿Planeas arruinar mi reputación?

—Sí, un poco. Se me da bien fingir —argumento—. Podría decir que te aprovechaste de mí e incitaste a tus familiares a hacer lo mismo conmigo. Podría inventar cualquier excusa para demostrarte a ti cuanto poder tienes sobre ellos, ya que tú calcularías cada paso que diesen.

—No. Así no es como lo veo. —Me agarra del codo para que lo mire, jugando con sus dedos en la tela de mi sudadera—. Puede que engañes al abogado, a un juez o incluso a la máquina de mentiras, no a mí.

Sonrío.

—No. No lo creo.

—Me alegra que ahora no estés deseando quitarle los ojos a nadie con tus uñas.

—Y a mí que mi contacto no te resulta perturbador —susurro, y es entonces cuando nuestro toque se corta—. Tal vez algún día me reveles como te hiciste las cicatrices.

—Probablemente no —musita—. ¿O es que planeas contarme las tuyas?

—Probablemente no —repito sus palabras—. ¿Amigos? —digo—. No pretendo que nos llevemos como siameses, pero sí cordialmente como amigos.

Uso el término amigos por falta de una mejor palabra que describa una persona que no me repugna tanto como los demás.

—Veo que nos vamos entendiendo, aunque supongo que tenemos algunos asuntos que debemos resolver en primer lugar.

—Y te refieres concretamente a...

—Padre y tú.

Entorno los ojos en blanco y me giro hacia el mar, quitando mis sandalias.

—No sé lo que pretendes con ello, Adler.

—¿Por qué estás tan desesperada por huir?

Mi respiración se detiene.

Dulce Caída [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora