Capítulo 52. Heather

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Si somos hermanos, al amarnos física y emocionalmente, estamos cometiendo un delito, es una relación incestuosa. No solo nos hemos besado, llegamos al final. Es un amor tabú, que siquiera se menciona en las relaciones ilícitas. ¿Estoy enferma?

Es incapaz de mirarme a los ojos, la frágil relación que estábamos construyendo se rompe en mil añicos. Tiene esa mirada distante, lo que significa que su mente está en otro lugar o que le está dando tantas vueltas como yo.

A ver, esto no me puede estar pasando a mí.

De hecho, no está pasando.

Mi tía y su padre no tuvieron una aventura. Adler y yo no somos medios hermanos... Tiene que ser un error. Sí, un error.

No entiendo, no entiendo.

Voy a sonreír, porque nada de esto está pasando en la vida real, es un maldito sueño, bueno, pesadilla. Despertaré y volveremos a estar en la habitación, mi habitación. Adler me dirá que me ama y me sujetará entre sus grandes brazos. Yo le cogeré la cara con mis manos y olvidaré la pesadilla en cuanto le bese.

Mis pies se mueven y extiendo la mano para tocar a mi hermana. Puedo tocarla. Es real. No son imaginaciones mías.

Con la idea de que Adler y yo podamos ser hermanos girando en mi cabeza, me siento la persona más repugnante del mundo. Me acosté con Cassian, con mi jodido padre, y me cogí a los mellizos también... Me he enamorado de mi hermano...

Esto no puede estar pasándome.

Inspiro, pero no me llega todo el aire que me hace falta.

Aire. Me falta aire.

—Me estoy ahogando.

Y me da miedo.

Mucho miedo, porque, en el fondo, a pesar de que pueda ser mi hermano, estoy enamorada hasta las entrañas de él. Eso quiere decir adiós a sus besos, sus manos, su voz desnuda y su torso desnudo, encontrando el mío en un simple abrazo.

Es como decir adiós a nuestra historia.

Para siempre.

Miro mis brazos porque me pican, es un picor desagradable, no obstante, segundo después es transformado en un profundo dolor, demasiada congoja.

Aflicción.

Contrición.

Angustia.

Dolor.

Mucho dolor.

Y entonces surge una línea negra e irregular ante mis ojos, igual que si alguien estuviese pintando sobre mi piel. Pero no es pintura. Tampoco parecen venas. Mi piel se separa y late a trozos, como si el corazón se hubiese repartido a lo largo de mi cuerpo, bombeando en mi abdomen. Mi espalda. En mi pecho. En mis mejillas. En mis muñecas. En mis piernas. En mi esófago. En mi cicatriz. Y empiezo a sufrir sus consecuencias; el mareo, la sensación de pérdida de control de mi puto cuerpo, de que las piernas se convierten en algo débil, gelatinoso y que tiemblan como hojas en una tormenta, y en ese instante en que todo se sacude y crees que caerás hacia todos los lados, pero ninguno a la vez.

Quizá la respuesta más sencilla sea que lo que siento es ese corazón roto que apenas hace ruido al romperse.

Cuando todo el mundo a tu alrededor te ha mentido, tu familia, cuando no tienes nada más, te das cuenta de que la única moneda que puedes cargar es con la de la verdad. Adquiriendo todo un significado con una sola palabra... Y la importancia de las promesas, que merecen ser llevadas a la tumba.

¿Por qué mis padres no me contaron la verdad sobre quienes me engendraron? ¿Por qué dejaron que yo pensase que estaba rota? ¿Por qué me rompieron todavía más con mentiras?

Dulce Caída [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora