Capítulo 33. Heather

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Tanta emoción brota en mi pecho que no sé qué hacer con eso. Bajo la cabeza, su nariz rozando la mía. Mi corazón aún acelerado tartamudea hasta detenerse antes de tomar velocidad de nuevo. Capturo su boca con una dulzura que hace que mi corazón duela, y Adler pasa su lengua por la comisura de mis labios, sumergiéndose entre ellos. Como si sintiera mi vulnerabilidad, masajea la parte de atrás de mi cuello mientras perezosamente enredamos nuestras lenguas.

Me sostiene al mismo tiempo que me sumerjo en su tacto y, en este momento, no hay nada que pueda hacerme desviar mi atención.

Mi primer beso. Mi primer beso real.

Me acomodo encima de él, a horcajadas sobre su cintura y mi lengua se desliza por su labio inferior antes de capturarlo entre mis dientes. Un suave gemido sale de mi garganta cuando los dedos de Adler se adentran en la camiseta de mi pijama y me da una leve caricia. Con los ojos cerrados, los abro y mi cuerpo se calienta de emoción al encontrarme con la mirada intrigada de Adler. Apoyo mi barbilla en su pecho y acaricio la piel de su rostro.

—El chico que os enfrentó en tu cumpleaños, es quien te pego el día en el que aparecí, ¿no? —murmuro—. Menudo imbécil.

—Vengó a su hermana.

Mis labios se aprietan en una línea.

—¿Tus hermanos le hicieron algo?

—Jugaron con sus sentimientos y le hicieron mucho daño —dice en voz baja—. A veces lo perfecto no es suficiente.

Dejo escapar un suspiro.

—Dímelo a mí...

Mi mano cae sobre la parte delantera de su camisa, hasta que las yemas de mis dedos se enganchan en el borde.

—Zendaya, se llamaba —declara, y veo como traga saliva—. Tenía problemas y se refugió en la mansión Hunter. Padre le dio cobijo y mis hermanos se encargaron de protegerla. En aquel entonces yo no estaba por aquí, apenas empezaba mi carrera. —Siento su mirada fija en mí y las mariposas se agolpan en mi estómago—. Lo que sé es que ella se marchó una noche y no se volvió a conocer su paradero.

—Y el hermano os culpa por ello.

—Grayson acusó a mi familia públicamente, fue a la mansión, borracho, y discutió con padre. Tuvieron una fuerte pelea que acabó con mi compañero en el hospital y Trevor se inculpó.

Y por eso Trevor permaneció dieciséis meses en un correccional. Si hubiesen detenido a Cassian, lo habrían metido preso por dejar en la inconsciencia a un joven menor de edad, pero teniendo tanto dinero como dicen tener, ¿por qué Cassian no contrató a alguien para tratar de sacar a su hijo inocente? ¿Es que acaso no le importaba? Podría haber accedido a divulgar los registros de su sistema de seguridad para demostrar que Trevor no estaba allí, constatando así su inocencia. ¿Dónde queda la moral de ese hombre, que prefiere ver a su hijo encerrado antes de demostrar su exculpación? Podría contratar al mejor abogado y Trevor hubiera salido con una palmada en la muñeca y servicios comunitarios.

—No entiendo por qué Hunter no hizo nada.

Teniendo en cuenta lo cerrados que pueden ser, es posible que nunca lo sepa. Y eso me frustra más de lo que quiero admitir.

—No se involucra en asuntos criminales. En mi familia debe prevalecer la regla número diecisiete, todos nos cubriremos sin importar qué.

Pongo los ojos en blanco.

—Qué estupidez... Y la diecinueve es que nadie abandona el barco o qué.

Es una pregunta ridícula y casi espero una respuesta ridícula, pero la expresión de Adler se vuelve pensativa. Las cosas no son siempre lo que parecen.

Dulce Caída [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora