Capítulo 4. Adler

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Una vez en casa, suelo seguir una rutina. Primero, me dirijo a la cocina para beber dos vasos y medio de agua, posteriormente subo a mi habitación y meto la contraseña en la tablet cuando me lo pide la pantalla mientras me descalzo, dejando los zapatos en su sitio habitual, y dejo el gorro en la mesa.

Agua, habitación, contraseña, zapatos, gorro.

Siempre en el mismo orden.

Pero esto está siendo un fracaso.

Padre me está mirando, esperando una respuesta de mi parte.

¿Me disgustan las relaciones humanas porque se me da mal? ¿La práctica me llevará a la perfección?

Qué concepto más intrigante.

Tengo problemas más grandes que mi mediocre vida amorosa. Tengo exactamente cinco meses para encontrar una nueva solución y ese es parte del problema. Pero cuanto más pienso en ello, más me
quedo con las manos vacías.

Un carraspeo suena tras mi espalda y, al girarme, veo a una chica que aparenta unos veinte años y que, supongo que es de la que habló mi padre. Sin embargo, en cuanto esos ojos azules se clavan en mi cara, pierdo el hilo de mis pensamientos. Esas pecas sobre su nariz y mejilla enmarcan unas facciones espectaculares. Y sus labios... son lo bastante carnosos para ser tentadores sin afectar el aura de dulzura que la rodea. Mentón delicado y cuello vulnerable.

No me gusta.

Mientras miro de lejos a la intrusa, asegurándome de que mis brazos estén cubriendo todos los lugares correctos, como por ejemplo mis pezones, me siento aliviado de no tener que seguir con esa charla.

Padre quiere que mejore mis habilidades sociales, no yo.

—No quería interrumpir, yo solo... ¿Tenéis algo para comer?

Miro a mi padre y, en los ojos de este, puedo advertir la misma mirada que cuando miraba a su esposa. Probablemente, sale con un contingente de chicas cuando vamos al pueblo o la ciudad y les dice de plano que será exclusivamente por diversión, nada serio, sin ningún compromiso... Igual que Wyde y Trevor. Nadie quiere correr el riesgo de salir lastimado. O peor aún, experimentar la sensación de rechazo, por eso lo hacen.

Y este tipo de chico definitivamente es el de Heather.

Se le ve en su rostro.

¿Hay chicos por ahí buscando hacer más que conectar con una chica al azar?

Traga saliva y carraspea.

—Sí, Trevor pidió comida a domicilio... Debe estar al caer —dice. ¿A papá le gusta Heather? Señala la silla a dos metros de mí—. Por favor, siéntate.

Es entonces, al momento en el que la chica se sienta, que el timbre suena y junto con una disculpa y una sonrisa de boca cerrada, papá nos deja solos. No odio exactamente a mi padre, pero no lo comprendo ni a él ni a su crueldad sin remordimientos, y nunca lo haré. Respeto su ética de trabajo y su éxito, no obstante, no entiendo los porqués de su falta de empatía y la frialdad de su personalidad bajo cero.

Miro la camiseta de Heather y, al notar su incomodidad extraña, mueve sus manos apretándolas contra la isleta, revelando sus muñecas. Unas imperfectas líneas blanquecinas me llaman la atención, así que, me inclino para examinarla de cerca.

Levanto una mano para tocarla, pero me detengo antes de hacerlo.

—¿Qué es?

Los dedos de sus manos se tuercen, cerrándose.

¿La incomodé? No. ¿Qué de incómodo puede tener?

—Marcas.

Su olor... ¿Cómo es posible que no lo haya captado hasta este momento?

—Te has puesto colonia —supongo, al mismo tiempo que inhalo.

Heather frunce sus cejas.

—No...

—No me gusta la colonia... ¿Y qué es ese olor? ¿Tú hueles así?

Se tensa.

—Es la primera vez que alguien me dice algo así.

Mi mirada está fija en esas líneas sobre su piel.

—Siempre digo lo que pienso, o me quedo callado.

Dulce Caída [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora