Capítulo 24. Heather

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—¿Dónde pasaste la noche? —lanza hacia mí, Cassian.

—Aquí.

Wyde nos mira a ambos.

Abro la nevera y saco un yogur cuando Trevor aparece en la cocina alcanzando una cerveza.

—Es posible que desees ir a la ducha —apunta Cassian.

Miro a Trevor y un gemido se me escapa de mi boca.

—¿Qué te ha pasado? —inquiero, vislumbrando su ojo morado.

No recibo respuesta.

—¿Tienes hambre? —Cassian se sigue dirigiendo hacia su hijo—. Puedo prepararte algo para comer, son más de las dos de la tarde.

—De repente no tengo tanta hambre —Trevor gruñe.

Lo escucho suspirar antes de que se dé la vuelta y marche hacia el pasillo que conduce a la sala de cine.

—¿Qué le ha pasado? —pregunto.

Wyde mira a su padre, aparta el plato de delante de él con un gesto un tanto agresivo e, igual que su mellizo, abandona la cocina.

—Se pelearon y tuve que separarlos —contesta—. ¿Dónde pasaste la noche?

Suspiro, sentándome en mi lugar.

—Ya te lo dije. Aquí.

Cierra los ojos y sus dedos se aprietan alrededor del tenedor.

—Mientes.

Mis movimientos son lentos. Dejo el yogur sobre la mesa antes de abrir la tapa.

—No, —Mis cejas se juntan—. Cassian, no lo hago. Pasé la noche aquí... ¿En qué otro sitio podría estar? No tengo a dónde ir.

Trago los alfileres y agujas que se me acumulan en la garganta.

—Mientes. ¿Cómo explicas que no estuvieses a las tres de la mañana en tu habitación?

Entrecierro mis ojos.

—¿Perdón? —Ladea la cabeza hacia su dirección—. ¿Ahora resulta que debo darte explicaciones de mi vida?

Su mano me agarra cuando hago el intento de levantarme.

—¿A cuál de ellos te follaste?

Me burlo, mirándolo, pero su mirada es tan feroz y no se mueve de mi cara. Levanta su nariz, frunciendo el ceño con disgusto.

—¿Puedes soltarme? ¿Qué diablos te pasa?

El aire entre nosotros está tan tenso que podría asfixiarme, así que me levanto de la silla de un tirón y empiezo a moverme hacia la salida de la cocina. Me bloquea, su constitución mucho más grande que la mía.

Puedo oler el alcohol en su aliento.

Me detiene con una mano alrededor de mi cintura y me tira contra él. Trato de alejarme, pero solo me abraza más fuerte, pellizcando la piel de mi espalda y lleva sus labios a mi oído.

—Es irónico que estés aquí, porque así yo lo decidí, y en vez de complacerme a mí como deberías hacer, te estés follando a mis hijos... —Me balanceo donde estoy para apartarlo—. No eres más que una puta barata que se mete en camas ajenas... ¿Cuántas pollas no has probado ya?

Mi barbilla tiembla al ver cómo me mira, haciéndome sentir la persona más miserable de esta vida. Finalmente me suelta, y yo me veo a mí misma corriendo hacia mi habitación. Cierro la puerta y en un arranque de ira, lanzo todo lo que hay sobre el tocador e hinco mis nudillos contra el cristal. Lo vapuleo tan fuerte como posiblemente puedo. El vidrio cruje, fracturándose un poco más, pero no se rompe. Lo golpeo de nuevo, y de nuevo, y otra vez, hasta que al fin explota en una ducha de brillantes esquirlas, cediendo bajo la fuerza de mi mano. Los trozos del espejo caen al suelo y, bajando la mirada, veo mi rostro completamente distorsionado.

Dulce Caída [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora