Capítulo 35. Heather

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Vale, creo que definitivamente me he perdido. Mis zapatos ya están embarrados y el agua debe estar filtrando por algún lugar, porque noto como mis calcetines se humedecen por cada paso que doy. Tras Trevor huir, lo vi escabullirse por el bosque, pero desde luego no fue donde está la caravana. Si no fuera porque la vegetación da un olor fresco al aire, casi podría jurar que este sitio me da escalofríos.

Los primeros rayos del sol ya han empezado a salir y todavía no encuentro ni el modo de regresar a la mansión de los Hunter ni dónde están Adler y Trevor.

Cierro la cremallera de mi abrigo marrón y suspiro notando como de entre mis labios sale una bruma de humedad, cuando oigo un crujido a mis espaldas.

Mierda.

Como sea un animal, nadie va a poder ayudarme.

Sigo mi camino, frustrada, hasta que creo que llevo dando círculos una y otra vez, pero a lo lejos se empieza a oír el corriente del agua.

El lago debe estar cerca.

Sigo mi camino y me detengo al llegar a un paraje casi idéntico al que fui anoche, pero a diferencia del otro, en este no se encuentra la caravana, y las rocas tienen grandes perforaciones creando como una especie de cueva. Debo estar en la otra orilla del lago. El agua está tranquila, apacible, sin embargo, tengo una extraña sensación de que hay cosas bajo la superficie que la gente no puede ver, secretos pertenecientes solo al lago.

Hay algo flotando en el agua.

Me acerco sigilosamente mientras que las hojas bajo mis pies crujen y las gotas de agua en los árboles caen golpeado el suelo. Me quito la capucha de la chamarra y suspiro al llegar junto al lago, alcanzando la vieja y casi destrozada tela. De su exterior cae un bloque líquido de barro y, por un instante, creo que voy a desmayarme al ser golpeada por un extraño hedor.

Huesos cubiertos de heces.

—¿Qué co...?

Respiro entrecortadamente; dentro, fuera; dentro, fuera.

Tapando mi nariz con mi mano derecha, me agacho hasta meter la otra en el flujo y sacar de este una especie de hueso. Lo sacudo sobre el agua y pierdo la estabilidad. Mi culo impacta contra las piedras, soltando la mandíbula humana con un grito aterrorizado en mi garganta.

No, no puede ser.

Me arrastro con mis propios pies hasta alejarme lo suficiente para poder tratar de respirar.

—¡ADLER! —grito—. ¡TREVOR!

NO, NO, NO.

Tengo que irme de aquí. Sea lo que sea lo que hay, debo irme.

Empiezo a correr, mis pies magullados por el frío y, sin rumbo fijo, rodeo árboles sin parar. Mis brazos rozan las ramas rotas, al tiempo, que mis tobillos me amenazan con torcerse. Mis pulmones se aprietan y noto el sudor corriendo por mi espalda. Corro. Corro tan rápido como puedo. Caigo, mis rodillas impactando contra el suelo, el terror me recorre y me pongo en pie, deseando estar en cualquier sitio menos aquí. Las lágrimas caen por mi rostro, haciendo que me sea mucho más difícil ver por donde piso. No sé a dónde voy, no obstante, sé que debo dejarlo atrás. Sigo hasta que logro entrever la moto de Wyde estacionada a un lado.

—¿Heather?

Lleva una sudadera negra con la palabra Chicago estampada en él en blanco, pero rápidamente deja de ser de ese color. Al alcanzarlo, abro mis brazos dándole un abrazo y las lágrimas empiezan a descender por mis mejillas y él se llena de barro tanto como lo estoy yo. Wyde me rodea igual que yo hago con él, y sus manos se cuelan por el interior de mi ropa hasta colocarse en mis caderas.

Dulce Caída [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora