Capítulo 48. Heather

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—¿Y este el tinte que tú usas? —inquiero, con el bote entre mis manos.

Es demasiado oscuro.

—Sí —asiente.

—¿Cuál es tu color natural?

Limpia sus manos bajo el agua.

—Mi padre era rubio, de un tono extremadamente claro. Yo lo heredé de él, como mis hermosos ojos —dice, moviendo sus manos bajo su mentón—. Si los ves de cerca, encontrarás un montón de tonalidades, característica de la familia de papá.

Leah deja el pincel sobre el táper de plástico limpio y me mira a través del espejo.

—¿Cómo me veo? —pregunto, moviendo mi cabello.

—Te ves... infernalmente diferente.

Asiento con la cabeza, tomándome sus palabras como el mejor de los cumplidos. Dejo el secador encima de la repisa y salgo del baño a mi habitación. Una blusa azul cielo con estrellas plateadas descansa sobre la cama al lado de un pantalón de traje negro y, por la manera en la que está colocada, sé que ha sido Adler quien lo ha dejado.

Mis manos tiemblan cuando subo el pantalón por mis piernas y anudo el botón de la blusa, antes de mirarme en el tocador. Es... es increíblemente asombroso; no me parezco a ella, lejos estoy de su belleza inmaculada, pero mi pelo y mis ojos son el reflejo de lo que una vez fue Brooke. Y mi mente, como si se retorciese en sí misma, no puede evitar pensar en ella siendo asesinada con esta ropa, manchas de sangre cubriendo sus mejillas y cuello.

Sacudo mi cabeza cuando oigo como la puerta se entreabre, dándole la bienvenida a Trevor. Se queda en el marco y, antes de que pronuncie palabra, su mirada se desvía hacia Leah, quien sujeta todo lo que usamos para el tinte.

Accedió a ayudarme tras decirle que estábamos investigando la desaparición de Amber. Arqueó una ceja sin entender nada, sin embargo, no habló. No hizo preguntas, solo se acercó a la mansión y trajo el tinte que utiliza ella para su cabello.

—Ya está listo —susurra Trevor—. Me ocupé de que él...

—Debería dejarlos solos —murmullo, acercándome a la puerta. Leah retrocede y después suelta como un gritito, antes de seguirme—. Leah.

Niega rotundamente.

—No, no puedo.

Un profundo silencio se apodera de la habitación cuando salgo, pero no creo que sea por mi salida, sino por la presencia de ellos dos en un mismo espacio. Mis manos tiemblan al bajar por las escaleras y voy a la cocina. Me sirvo en un vaso un poco de batido, mirando el reloj cada dos minutos... Y ni siquiera me gustan los batidos.

Las bebidas no se supone que sean espesas.

Inhalo el olor de Adler incluso antes de que hable y, a continuación, veo como mueve el taburete de mi lado. Me mira y sus cejas bajan.

—¿Estás segura de querer hacerlo?

Me encojo de hombros.

—No... Pero necesito una confesión. —Agarro la parte delantera de la peluca y me la saco con un leve movimiento—. Y duele saber que nunca tendré la oportunidad de disculparme con mis padres o hablar de nuevo con Sabrina —Cuando pienso en mi amiga, me pierdo en la tristeza. En la ira. Mis manos empiezan a temblar con más fuerza—. Todo escuece, todo el tiempo.

Incluso aquí, dando un vistazo a la cocina, en lo único que puedo pensar es en ver la maldita mansión caer en una pila de escombros y asbesto. Incluso si soy yo quien queda aplastada.

—No deberías estar con esta ropa por casa.

Muerdo mi labio inferior y lo estudio mientras se quita la capucha.

Dulce Caída [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora