Capítulo 55. Wyde

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Salgo de la cueva y siento como mis pulmones se llenan de aire, exhalando, miro a mis dos hermanos.

Si piensan que me creeré el cuento de que están de mi lado, no son más que unos imbéciles estúpidos, pero todo a su tiempo. Todo a su debido tiempo. La muerte está tan cerca que puedo olerla. Bueno, quizás lo que huelo son los cuerpos de los hombres y mujeres que padre me hizo matar para conseguir su dulce dinero... Las falsas sobredosis de drogas son algo muy real en el mundo de mi padre. ¿Quieres matar a alguien y cubrir el asesinato, su cuerpo? Finge una sobredosis. El dinero es poder, y el poder lo es todo para él. De ninguna manera seguiré viviendo bajo el mismo techo con papá una vez que cumpla los dieciocho. Es poco hombre por no ser capaz de manchar sus inmaculadas manos.

He pasado años soñando con formas de matar al hombre responsable de todos mis traumas, y me ha dado tiempo de deleitarme con sus debilidades, su pasado.

—Amber sabe lo mío con Heather. ¡Me ha denunciado! —grita, golpeando la mesa de su escritorio—. ¡Esa condenada perra!

—¿Quieres que acabe con ella, papá? —Me giro, dejando de observar sus estanterías—. Podría hacerla desaparecer como a mamá. Nunca nadie descubriría dónde está.

—Hazlo —claudica.

No titubea, pero no tiene la valentía de hacerlo por sí mismo.

Sus zapatos negros inmaculados repiquetean sobre el suelo, acercándose a mí. Carece de valor.

—A cambio, tú harás algo por mí. —Mi barbilla se alza y miro su ordenador—. Quiero tener acceso a todas las cámaras de la propiedad, incluida —bajo mi voz— las de la habitación de Heather y la de su baño... —Sonrío, y acaricio su cuello. Me encantaría poder cortárselo—. Sé que la grabas y te corres viendo como se ducha, como duerme. —El músculo de su mandíbula palpita—. No querrías que cayera a manos de la pequeña zorrita Amber... ¿eh, papá?

Y he aprendido más de papá que de sus confidentes más cercanos. Sé que nació en Noruega y no en Londres, como todos creen, con unos padres tan miserables que no podían pagar ni un paquete de arroz. Sé que a los dieciséis conoció a mamá y en aquel entonces, decidió hacer que ella fuese suya, susurrándole ideas de grandeza y llevándola a sus redes, ya que su padre trabajaba para los padres de la gran huérfana Brooklyn. Accedió al poder lentamente. Y también sé que su apellido no es Hunter, sino Larsen. Contrató en varias ocasiones a sicarios hasta que descubrió quién era yo.

Suspirando, dejo a mis hermanos atrás sabiendo que ellos no podrán sacarla de ahí, no lo harán tampoco porque, igual que padre, les falta hombría. Me siento en mi moto y agradezco el momento en el que la dulce Heather se dañó arreglándola y dejó una pequeña muestra de su ADN. Eso me permitió verificar mis sospechas; no todos somos hermanos.

Tontos ineptos.

Al llegar a la mansión, localizo a padre en la piscina climatizada y, tras poner las manos en mis bolsillos traseros, sonrío y cruzo mis pies deteniéndome ante él. Tiene una botella en su mano y por la forma en la que se mueve, sé que está borracho.

—¿A quién llamaste?

—Eleanor.

—Imposible —digo con brusquedad, la irritación ante las flagrantes mentiras de este hombre—. ¿A quién llamaste, papá? ¿A quién lanzaste a los leones? —me río, cerrando los ojos—. No es mi intención perder los nervios.

Saco mi cuchillo, lo abro y paso el pulgar por la hoja.

Sus hombros se desploman.

—A Adler. —Sus labios se afinan, las gotas de sudor resbalan por su cara—. Ese ingrato me robó no solo a una mujer, sino a dos... —Se zarandea sobre sus pies y sacude una hoja frente a mis ojos—. Va a pagar por sus mierdas.

Vulnerables ante el amor, cuando se sienten solos.

—Si fueras bueno en esto, papá, sabrías cuándo es el momento oportuno de hacer las cosas —Pongo los ojos en blanco, mientras hago girar el cuchillo en el aire—. Y no estás pensando.

Me detengo cuando estoy frente a él, mi cuchillo deslizándose por debajo de su barbilla, inclinando su cabeza hasta que sus ojos se encuentran con los míos.

—Nosotros no vamos a caer —tartamudea—. En todos los documentos fecha el nombre y la firma de Adler, no sabrán que estaba yo detrás. Tampoco descubrirán que saqué a esas zorras del internado para ti... Nadie lo sabrá.

Mi mano presiona el cuchillo más profundamente en su piel.

—¿Me tienes miedo? ¿A tu hijo? —Permito que el filo de la cuchilla se incline hacia arriba. Su manzana de Adán se balancea—. Tú me creaste.

—No seas una nenaza —gritó papá—. ¿Vas a ponerte a llorar? ¿¡Eh!?

La rabia se apodera de mis entrañas.

—Ma-madre esta-estaba besando a W-Walsh —tartamudea Adler, confesándomelo.

Una bola se aloja en el centro de mi pecho, retorciéndose hasta que todo lo que puedo ver es rojo.

—Voy a matar a tu madre —gruñe. Está bebiendo y sus manos tiemblan—. Despedazaré a esa puta inmunda que quiere robar lo que tenemos... Si ella no muere, Wyde, lo perderemos todo y te alejarán de Trevor.

—¡No! —lloro.

Él me patea cuando lo agarro de la tela de sus pantalones, lanzándome al suelo. Mi labio está sangrando.

—¿¡Qué dije de llorar!? ¡Los Hunter jamás lloran! Y si no te impones a las mujeres, ellas te lo robarán todo. ¡SÉ UN HOMBRE!

Si pudiera sentir las cosas como lo hace una persona normal, no la habría matado.

—¿Mami? —susurro, acercándome a ella.

No conocía este lugar del lago, pero me parece impresionante. Mamá gira su cabeza y las lágrimas en sus mejillas brillan.

Las mujeres son vulnerables cuando están solas.

Debo ser un hombre.

Debo ser el hombre que padre no puede.

Nadie me alejará de Trevor, nunca.

El filo del cuchillo arrasa con la inmaculada piel de mamá y sin poder reaccionar, sus ojos se abren de par en par y su cuerpo cae hacia atrás, mirándome. Su respiración se entrecorta cuando aprieto y la jalo hacia el agua, alargando la extensión de su cuello.

Mi corazón ya no bombea como debería, y aunque mi sangre aún corre roja, cualquier pizca de alma es devorada por el ácido de mis venas. Tras vaciar su interior, arrojo a mamá al fondo del lago y, observando mis dedos rojos, me llevo estos a la boca, saboreando el amargo sabor de la muerte y el sufrimiento.

—Ya nunca estarás sola.

Se siente diferente de lo que pensaba. Matarlo. A papá. Mis nudillos se aprietan mientras giro mi muñeca y cuando sus ojos se ensanchan, la sangre brota de su cuello, empapándome la piel del antebrazo. Una explosión de satisfacción corre por mis venas ante mi sabia decisión de haber elegido su arteria carótida, ya que me da el tiempo suficiente para que él me mire fijamente a los ojos y sepa que soy el monstruo que él hizo crear, y asegurándome de que sea el suficientemente tiempo como para consolidar su muerte, pero tan lento que pueda deleitarme viéndolo perder el último segundo de su vida, llevándose así consigo la miserable débil alma.

Todos sus pecados encontrarán justicia.

—Mal tiempo, pero gracias padre por adelantar mi trabajo con Adler. —Sonrío, dejando de presionar—. Siempre supe que ese infame no podía ser tu hijo. Si ese día hubieras dejado a madre escapar con nosotros, remedirte a la patética verdad de que no eres su progenitor, no te estaría matando y tú, jamás me hubieses creado.

Tenía la diminuta esperanza de que suplicara por su vida, como hizo mamá cuando la maté del mismo modo. Me quedo en cuclillas encima de él mucho después de que el derramamiento de sangre se desvanezca, esperando por algo que no llega.

Su muerte no es lo que me traerá la paz.

Cerrando los ojos, respiro profundo, buscando una pizca de arrepentimiento.

No hay ninguno.

Dulce Caída [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora