Capítulo Veinticuatro

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                          Jason

No tenía idea de porque llevaba varios días con un humor de perros.

No quería que nadie me hablara demasiado y hasta le dije algunas palabras groseras a la sanguijuela.

Es miércoles y me dirijo a la cafetería para almorzar. Cuando llego a la mesa lo hago con la esperanza de ver a Carla, se supone que ella regresaría a casa luego del fin de semana, pero no había señales de ella y no es como que le pudiera preguntar a Mónica por ella, no era tonta se daría cuenta de que algo pasa entre nosotros.

Saludo a los mellizos y tomo asiento, ellos ya están comiendo, así que solo me saludan con un asentimiento.

Pido algo de comer y empiezo a comer una hamburguesa. Siempre como lo mismo, no es como si en la cafetería de la universidad hubiera un menú muy variado.

—¿Por qué gruñes, Jason? —me pregunta Mónica.

—No estoy gruñendo.

—Si lo estás haciendo.
—dice Mason.

Ambos me observan esperando una respuesta. Pero la verdad es que no sé porque gruño, ni siquiera sabía que estaba gruñendo.

—¿Acaso no has follado? —pregunta Mason. —Yo cuando llevo mucho sin follar también suelo gruñir.

Bufo, obvio que Mason diría algo como eso, a él solo le importa saber que chica tetona se follara la próxima vez. Y aunque tampoco soy un santo y también me gusta follar, no es como si todo girara en torno a eso.

Solo les digo que he dormido mal y que eso me pone de mal humor. Aunque yo se muy bien que esa no es la verdadera razón. La verdadera razón de que esté de mal humor. Es que extraño en demasía a una rubia ojiazul. Y eso no me gusta, me hacía sentir vulnerable, porque se supone que luego de follarla ella saldría de mi mente, pero después de probarla solo se había vuelto como una droga. Quería más. Más de sus besos, más de sus gemidos, más de sus discusiones porque según ella yo era un idiota.

Ahora simplemente se me hacía imposible dejar de pensarla y no quería sentirme así.

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El lunes mi humor seguía siendo un asco, lo que hizo que Justin empezara a hacer preguntas.

Llegamos a la universidad y después de que Jen se fuera Justin no perdió tiempo para empezar a preguntar.

—¿Que está mal? —me pregunta tras detenerme para que no siguiera caminando.

—¿A qué te refieres?

—Te pasaste la semana pasada y todo el fin de semana con un humor de mierda y gruñendo como perro.

Bufo.

—No me pasa nada.

—Jason, te conozco, algo te pasa, siempre nos decimos todo ¿Que no me estás diciendo?

Lo pienso un poco, Justin tiene razón, siempre le he contado las cosas que me pasan sin excepción, nunca tengo secretos con él. Aunque esta vez es diferente, decir en voz alta lo que me pasa lo hace más real. Y definitivamente no sé si eso es lo que quiero.

Al final decido decirle.

—Creo que me gusta alguien. —digo sin más.

—¿Y eso te hace gruñir como perro? —dice con un deje de diversión.

—Nunca me había pasado, sabes que he estado con muchas chicas, pero ha sido solo sexo, nunca me había sentido así.

—Siempre hay una primera vez, solo no te compliques, deja que las cosas fluyan y ve si lo que sientes es más que una atracción de momento.

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