Capítulo Cuarenta Y Dos

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                             Jason

Mamá pasa dos días más en el hospital antes de volver a casa. Antes de que llegara, Justin me ayudó a deshacernos de todo el alcohol que había en la casa. Mamá dice estar dispuesta a dejar de tomar pero por obvias razones todos tenemos nuestras dudas y no queremos correr riesgos.

No quiero separarme de mamá, así que no voy a la universidad por una semana, Mónica y Mason me han llamado para saber como estoy y aunque no he ahondando mucho en el tema les he dicho que mi mamá no está bien.

Justin y mi tía vienen todos los días a ayudarme con mamá, tratan de animarla y me ayudan a calmar sus ataques por la abstinencia al alcohol. Está siendo duro para mí verla así, tiene escalofríos, temblores, nauseas, además a veces la encuentro en la madrugada buscando las bebidas de las que me deshice.

Aun no se decide a internarse en una clínica, dice que quiere dejar de beber pero que lo hará desde casa. Cosa que no me parece lo mejor, pero trato de ser comprensivo porque sé que necesitaré mucha paciencia para poder enfrentar esto junto a ella.

Otra cosa que no deja de rondar mi cabeza es la forma en que traté a Carla. No hay excusas para mi actitud, no debí tratarla así cuando lo único que hizo fue querer ayudarme y estar para mi. Carla no es una chica débil, es una chica fuerte y segura y debí darle la opción de elegir si quería quedarse conmigo en este proceso o si quería alejarse, pero como todo un imbécil solo decidí que no quería que ella esperara por mi.

Si había alguien capaz de entender lo que yo estaba pasando era ella. Ella que había viajado a Los Ángeles para ir a ver a su mamá depresiva y la había hecho entrar en razón para que buscara ayuda. Ahora la había perdido, la conocía lo suficiente para saber que la había lastimado y no iba a ser fácil recuperarla, además de que ahora debía volcar toda mi atención en mamá.

Tiro de mi cabello embargado por la frustración.

—Bien me lo dijo Justin, que me iba a arrepentir de tratarla así. —me digo a mi mismo.

Ahora pasaba horas viendo la foto que nos habíamos tomado la vez que fuimos al parque de diversiones y que llevaba en mi billetera, ella sonreía con su bonita sonrisa de hoyuelos y yo tenía cara de fastidio, pero la verdad era que ese fue uno de los mejores días de mi vida. Y fue gracias a ella.

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Cuando llego a casa luego de que mamá me mandara a hacer unas compras, escucho voces provenientes de la sala de estar. Frunzo el ceño, porque si bien dejé a mi tía aquí para que mamá no se quedara sola, la voz que escucho no me parece familiar. Dejo las bolsas en el recibidor y camino hacia la sala de estar. A mitad de camino veo a mi mamá caminar hacia donde estoy con una mujer.

Es una señora rubia entrada en los cincuenta y algo, aunque se conserva bien. Está le sonríe a mamá mientras le dice algo.

—Hola. —digo y eso las hace fijar la vista en mi, la señora me mira con sus ojos azules y no se porque me recuerda a alguien, pero no sé a quien.

—Oh hola amor, ya llegaste.

—Si, fui al supermercado de aquí cerca.

Nos quedamos en silencio un rato y luego ella me mira y luego mira a la señora a su lado.

—Oh pero si no los he presentado, Jason ella es Karen, una amiga, Karen este es mi hijo Jason. —no recuerdo haber visto a esta señora nunca, pero luego recuerdo que mamá es abogada y trabaja en muchos casos, por lo tanto conoce gente a diario.

—Con que tu eres Jason. —dice la mujer mirándome con atención, como si me inspeccionara. —me han hablado mucho de ti.

Me presento y le doy la mano, ella me sonríe cálida. Y no se porque sigo creyendo que me recuerda a alguien, así que me quedo absorto pensando a quien es que me recuerda. Salgo de mis cavilaciones cuando ella se despide de mamá y le pide que por favor piense en lo que han hablado. Eso activa mi curiosidad.

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