Golpe sorpresa

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Los sonidos fueron sofocados por el zumbido furioso en mis oídos

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Los sonidos fueron sofocados por el zumbido furioso en mis oídos. No pensaba, no veía nada más allá de esos detestables gestos de satisfacción que alimentaban la lava que quemaba mis entrañas.

Una prometida. Ellos habían escogido una prometida a mis espaldas y yo no podía hacer más que debatirme entre dominar la ira y el desespero que apenas me dejaba respirar porque, aun sin haber visto todavía a la dueña de mi alma, sabía lo que encontraría.

Mi Diosa.

Con cada rostro que me topaba en su búsqueda, el ahogo no hacía más que empeorar. Y cuando al fin logré dar con Lilyane, casi en el borde de la congregación, mis pulmones se vaciaron como si hubiera recibido el peor de los golpes.

Estaba tomada del brazo de su padre y ante los ojos de los demás podría estar mirando al piso solamente, pero aun a esa distancia, aun con ese centenar de personas entre los dos... Por Ashyr juraba que sentía su dolor, su desconsuelo en mi pecho... y era peor que el filo de una espada cortando mi carne.

Mis labios trémulos gesticularon su nombre mudo. Di un paso hacia ella, luego otro... y de repente reconocí el rostro de Owen en mi campo de visión, cerca de ellos. Había agitado su brazo y contando con mi atención, negó con su cabeza y realizó una secuencia rápida de señas para darme a entender que él se encargaría. Con el cuello rígido, asentí y entonces lo vi girar hacia Lily.

El respeto y el cariño que él sentía por mi Diosa eran infinitos, por eso sabía que él la protegería con su vida de ser necesario. Aun así, yo... Mi puño se cerró con tanta fuerza que mis uñas se encajaron en la palma; quería ser yo quien la consolara, quien le explicara. Quería jurarle, mirándola a los ojos, que todo estaría bien y que saldría el sol para nosotros, como ella solía decir.

Miré a mi padre mientras hablaba; quería parecer tan soberbio, tan magnánimo cuando en realidad se había sometido ante los ancianos. Porque eso era lo que significaba la sonrisa satisfecha en la cara de Eoghan Farrel; el líder del Consejo era la mente maestra detrás aquella jugada y lo comprobé cuando tomó la palabra:

―Nosotros, majestad, deseamos de todo corazón que al finalizar el cortejo real, sea anunciado al fin el gran enlace que fortalecerá a Myridia.

Una baja risa, preñada de un viejo rencor, surgió como el gruñido de una bestia que despertaba después de un largo sueño. Y por primera vez agradecí que la parte superior de mi rostro todavía estuviera adormecida, para no reflejar las ganas que tenía de largarme. Aunque era en vano, ya que después de tal encerrona dudaba que me dejaran ir.

Y por mucho que me costara y doliera admitirlo, tampoco nos convenía.

―¿Hijo mío? ―Enderecé los hombros y lo miré de reojo; algo que él odiaba, pero poco me importó. Aclaró su garganta y señaló hacia la joven―: La señorita Teagan aguarda para abrir el baile.

Lo juzgué en aquel silencio y disfruté cómo se forjaba la incertidumbre de lo que yo haría a continuación. Entonces hice sonar mi cascabel y los ojos de mi Diosa fueron convocados.

La princesa del AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora