De pie sobre una de las tantas rocas, observaba como la caudalosa corriente se abría paso desde el corazón de las montañas del sur; un poderoso turquesa que había cogido vigor a medida que nos fuimos acercando al mediodía, al punto de casi resplandecer entre el verdor de los pinos que nos rodeaban. Era una imagen casi mágica y de ahí que surgieran fábulas como la que decía que, en su nacimiento, Athor solía cantar para bendecir los bosques que el río Uyne tocaba.
Imparable, poderosa, mística; así era la energía que transmitía el rugido del río y que parecía fluir con las aguas. Lamentablemente, las circunstancias que me rodeaban no me permitían disfrutarlo a plenitud.
―¿Piensas lanzarte? ―La voz femenina me hizo mirar hacia abajo: Owen estaba de brazos cruzados mientras que Rhiannon tenía una sonrisa socarrona.
―Hacía un reconocimiento del terreno más bien.
Ella se rio y me hizo señas para que bajara.
Fingí ajustar las cuerdas que sujetaban el avambrazo izquierdo, al tiempo que daba una última mirada hacia los grupos de nobles que se habían formado para la cacería: cinco en total. El jactancioso duque de Dannen encabezaba uno de ellos, mientras que el duque de Gorobell, más cauto que su par, se paseaba entre los restantes sin demostrar su liderazgo.
Un gran zorro astuto, sin lugar a dudas.
Salté al suelo arenoso.
―¿Algo interesante desde las alturas? ―se burló ella.
―No me pierden de vista y dan un respingo cuando los miro de vuelta ―respondí con la comisura en alto.
―Es que mi tío ha llevado el concepto de "cacería" a otro nivel.
―Y estoy seguro de que no lo hizo con el ánimo de confraternizar.
Mi padre estaba en una de las carpas azules que se habían alzado cerca de la orilla del río. Aunque parecía ajeno a su alrededor mientras bebía su copa de vino, con cada día que pasaba notaba más y más las similitudes que compartíamos, como la sonrisa que mostró al darles la bienvenida a los nobles. Para muchos habría sido solamente una actitud relajada, pero yo sabía que los había reunido allí con toda la intención de observarlos.
Ya no era un pálpito: Emyr Connell era más calculador de lo que yo creía y cada una de sus acciones tenía un propósito, incluido el asunto de los Teagan.
―No creo que se atrevan a hacer algo hoy ―puntualizó Owen, atrayendo mi atención―. Aunque no está de más ser precavidos.
Le di la razón al ajustar la coraza ligera que me protegía los pectorales. No sabía cuáles eran las intenciones de mi padre, aunque tampoco era importante; siempre y cuando nuestras estrategias siguieran alimentándose la una de la otra con éxito.
Y los indicios de que eso estaba ocurriendo fueron las respuestas que dieron nuestros detractores en la última semana.
Por un lado, estaban los representantes de las escuelas ortodoxas de ritos y de leyes. En las asambleas semanales mi mera presencia los airaba y, por lo que pude ver el día anterior, ya no eran los únicos que le hacían contra a las reformas que deseaba implementar en el sistema de ascenso gubernamental. Algunos representantes de las cámaras bajas se habían unido a ellos.
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La princesa del Alba
FantasyEl preludio de la tormenta. Ese fue el presentimiento que tuve al llegar a mi ciudad natal después de tantos meses. Las intrigas han cobrado fuerza y la sombra de la guerra se cierne cada vez más sobre mi nación. Pero así como todo parece haber cam...