―Entonces, todavía no tenemos certeza ―musité sin desviar la vista de la ventana.
No había nube que ocultara al radiante sol y el canto de los pájaros parecía formar parte del suave rumor del viento, que movía las ramas de los árboles; a pesar de ello, los ánimos en el palacio distaban mucho de ese ambiente luminoso. Una prueba fue el profundo suspiro que provino de mi lado.
―Las dos veces que ha despertado, apenas reconoce a las personas a su alrededor y vuelve a caer en la inconsciencia poco después. ―Rhys frunció el ceño―. Vanora ha dicho que estas veinticuatro horas son críticas: si logra sobrevivir a ellas, podremos cantar victoria, aunque... ―Presionó los labios y se cruzó de brazos.
―¿Aunque?
Los ojos de mi primo se fijaron en la lejanía y volvió a suspirar.
―Lo que me preocupa son las secuelas... porque quedarán ―dijo en tono lúgubre.
Volví la mirada al frente cuando aquel lejano día, en el que yo mismo me vi en la situación de Kaira, llegó a mi mente. Por eso, nadie mejor que yo comprendía lo que le esperaba. La exhalación provino de mis propios labios esa vez y con ello me di la vuelta hacia la mesa, donde reposaba el servicio de mi té matutino. El aroma de la magnolia se hizo presente cuando serví el humeante líquido en la taza; Rhys siguió con la vista en la ventana.
―Acompáñame. ―Se giró al tiempo que yo colocaba el té frente a la silla libre a mi lado―. Ambos lo necesitamos.
Agradeció con un gesto leve de cabeza y tomó su lugar mientras yo me servía mi propio té.
―A lo mucho, he acumulado tres horas de sueño.
―He de suponer entonces que no asistirás a la reunión.
Después de aspirar el aroma bebió su primer sorbo.
―En mi estado, si alguien me pregunta los nombres de los dioses responderé los colores del arcoíris ―expresó con una mueca―. A menos que vayan a someter a votación una decisión trascendental que requiera mi presencia, mi padre será más que suficiente.
―Será solo un sondeo, así que no te preocupes.
En el silencio que vino después, me di el tiempo de observarlo: su semblante reflejaba no solo el cansancio, también la preocupación y el miedo provocados por esas veinticuatro horas tan definitorias para Kaira. Y si él estaba así, ¿cómo estaría Lilyane? Mi mano se cerró en un puño al imaginarla con ese mismo semblante ojeroso durante la asamblea que empezaría dentro de poco.
Miré a mi primo con él nombre de mi Diosa preso en la boca; nada salió, pero al conocerme tan bien supo leer mi angustia.
―Contraria a mí, ella sí durmió. ―Al ver que la sorpresa provocada no se esfumó de mi rostro, bufó―. Bien, le di un poco de ayuda.
ESTÁS LEYENDO
La princesa del Alba
FantasíaEl preludio de la tormenta. Ese fue el presentimiento que tuve al llegar a mi ciudad natal después de tantos meses. Las intrigas han cobrado fuerza y la sombra de la guerra se cierne cada vez más sobre mi nación. Pero así como todo parece haber cam...