Reina negra

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Princesa Lilyane

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Princesa Lilyane

Miradas.

Una vez más, seguían mis pasos a donde fuera, incluso en el gran salón de las Derwin. Algunas eran reflejo de la curiosidad, quizás preguntándose qué tan cierto sería lo que se decía; mientras que otras, las que me apuntaban con malicia, ni esperaban a que me diera la vuelta para lanzar los dardos insidiosos.

Meses atrás, hubiera buscado refugio en mi invernadero para no tener que lidiar con tal presión; ahora ni siquiera lo consideraba, más cuando sabía quién era el verdadero artífice de ese aire ponzoñoso.

—Ya has demostrado que te ganaste tu puesto aquí —la voz siempre calmada de mi mentora, me llegó desde la izquierda—. Tu presentación sobre nuestros avances fue impecable.
—Este rumor no les resultará tan interesante como el otro.

Su risa, a pesar de oírse como el delicado susurro del viento, fue capaz de transmitir la misma mordacidad con la cual se expresaba Owen cuando algo le desagradaba.

—Dejemos que sea la verdad la que ajusticie las lenguas; mientras tanto, niña mía, disfruta del espectáculo.

El agradecimiento apareció en mis labios; en verdad, contarle sobre la situación que nos envolvía había sido un acierto de la reina. Volví la mirada al frente donde ella continuaba dando instrucciones y recomendaciones, como si nada de lo que ocurría llegara a sus ojos y oídos. Se trataba de mantener las distancias para no atraer más atención de la debida; sin embargo, yo quería demostrar que podía lidiar con el problema por mi cuenta.

Mis dedos, relajados sobre mi regazo, se cerraron hasta formarse los puños; no, no me quería esconder y no sería detenida por sus mentiras. Ese "No" rotundo había sido el alimento de mi espíritu todos esos días y era la lanza que agitaba en contra de todo aquel que buscaba someterme.

Especialmente, él.

—No sabía que podías mostrar sonrisas como esa.

La comisura bajó, pero no el sentimiento que provocó el gesto ladino; después de todo, el gran duque de Dannen había estado volando muy alto y su caída sería digna de apreciarse cuando llegara el momento.

La puerta lateral se abrió de repente y provocó que las palabras de la reina quedaran suspendidas en el aire. Fue la dama principal del séquito real quien apareció y con su aprobación fue hasta ella para entregarle un mensaje entre susurros. El rostro níveo de la gran dama se mantuvo sosegado en todo momento, incluso cuando se levantó y enfrentó los nuestros.

—En verdad, escuchar sus avances siempre es inspirador. —Sus ojos recorrieron el gran salón y después se colocó la mano en el pecho—. Son ustedes, queridas señoras, las que alientan las esperanzas que aquí residen con su dedicación, entrega, ética y sé que, juntas, seguiremos brindando soluciones que ayudarán a Myridia a superar esta difícil prueba.

La princesa del AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora