En cuanto abrí la puerta de mi sala privada supe que el mensaje e Gareth no tenía que ver con el líder del Consejo de Ancianos. Fruncí el ceño al ver que Rhys se ponía de pie y su rostro había una mueca que vagaba entre el cansancio y la mesura.
―Me preocupaba que no se encontraran con Gareth.
Con la mandíbula tensa, le hice un gesto tosco a Owen para que cerrara la puerta.
―Por tu expresión, no me tienes buenas noticias.
Mi primo se quitó los lentes para masajearse el puente de la nariz.
―No... o por lo menos no las que tú deseabas escuchar.
Cerré los ojos con intención de combatir el ardor de la frustración y me obligué a pensar en que cualquier pista, aunque fuera diminuta, sería una ganancia, más cuando no había tenido altas expectativas. Abrí los párpados y caminé hasta uno de los sillones.
―Dime lo que lograste averiguar.
―Me basé en lo que ustedes me dijeron para comenzar. ―Se colocó los lentes y se dejó caer en su puesto con los codos apoyados en las rodillas―. Nada, absolutamente nada de lo que vi me ayudó a determinar por qué demonios se murió el bastardo.
―Nadie muere por morderse la lengua ―siseó Owen desde su puesto―. Tuvo que ser por envenenamiento.
Rhys suspiró al negar con la cabeza y nos explicó que al usarse venenos, en el cuerpo aparecían ciertos signos horas después del deceso; incluso al día siguiente. Por supuesto, dependían del tipo de toxina y la cantidad utilizada, pero algunas eran comunes como: oscurecimiento de la lengua o las encías, púrpuras en la zona del abdomen y la tonalidad de la sangre se oscurecía.
―El cuerpo de Folant Meyrick no tiene ninguna de estas señales ―resopló―. Podría ir más a fondo y abrir el cuerpo, pero ese tipo no murió por envenenamiento, estoy seguro.
Me llevé los dedos al mentón; todavía creía que Meyrick fue visto como un cabo suelto y, por ende, silenciado por el arquero, pero si el veneno quedaba descartado, no quedaban muchas opciones para explicar su muerte cuando fue un hombre joven y saludable.
―¿Hubo algo que llamara tu atención durante la revisión?
Cuando lo vi asentir, la esperanza volvió a erigirse.
―Al descartar las primeras sospechas, intenté buscar otras pistas y encontré una cicatriz reciente que un inofensivo político no debería tener.
―¿Algún corte de espada?
Su cabeza volvió a negar y señaló su hombro derecho.
―Pequeña, irregular y profunda, aunque no tanto como para tratarse de una puñalada.
―Una flecha ―masculló Owen entre dientes.
Al escucharlo, enseguida se me vino a la mente la cacería y empecé a atar cabos: Folant Meyrick estuvo ausente en aquella ocasión y la posición de la cicatriz coincidía con el lugar que la flecha de Trevor alcanzó: eso lo colocaba perfectamente en el terreno.
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La princesa del Alba
FantasyEl preludio de la tormenta. Ese fue el presentimiento que tuve al llegar a mi ciudad natal después de tantos meses. Las intrigas han cobrado fuerza y la sombra de la guerra se cierne cada vez más sobre mi nación. Pero así como todo parece haber cam...