Anillo de rubí

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—Todo parece normal

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—Todo parece normal.

—Si para ti es normal que hayan seguido todos nuestros movimientos la última media hora, entonces sí, todo está muy normal —respondió Owen con obvio sarcasmo.

Le di un mordisco a la jugosa manzana en mi mano y fingí admirar el rubor del cielo cuando, en realidad, daba una última ojeada a la calle de tierra frente a mí. Belhor era un pequeño pueblo lyrio cuyo único atractivo era el cultivo de flores y manzanares. No había recursos que fueran de interés para el enemigo ni tampoco representaba un punto táctico a tomar; aún así, pocos puestos permanecían abiertos en el mercado y las escasas personas que transitaban por ahí no disimulaban la desconfianza que les provocaba cualquier desconocido que pisara sus tierras, más si no exhibía las características típicas de un lyrio como era nuestro caso.

El parsimonioso anuncio de la hora pactada se escuchó a lo lejos. Di un último mordisco a la fruta y después de desechar el resto, acomodé la capucha que me cubría la cabeza.

—No llames la atención más de lo necesario.

—Y tú evita los problemas —advirtió con una ceja en alto.

—Si los tengo, trataré de que sean en la parte delantera de la taberna para que puedas ir en mi auxilio.

—Eso me deja más tranquilo, gracias por tu consideración.

Palmeé su hombro y atravesé la calle con la mirada puesta en el lugar que habíamos estado vigilando todo ese tiempo. Frente a la fachada roída por los años me detuve; las notas de Gareth nunca dejaron espacios a confusiones al usar imágenes detalladas de lo que deseaba transmitir; por eso no importaba que hubiera otras dos tabernas en ese pueblo. Ese era el lugar que él había marcado como punto de encuentro y en su interior... estaba el motivo por el cual había dado su vida. Reanudé la marcha y sin dudas empujé la vieja puerta de madera que anunció mi presencia con un chirrido; el silencio fue inmediato. Desde el umbral observé primero al anciano cantinero que simulaba limpiar una bandeja en la barra, a la castaña que debía ser la mesera y luego a los pocos clientes que ocupaban las mesas; la misma cautela del exterior vivía en cada una de esas miradas; en todas a excepción de una.

Justo en la esquina contraria a la entrada, en la mesa más alejada, había un hombre de largo cabello oscuro, atado en una cola baja. Parecía mirar distraído por la ventana, mientras disfrutaba de un tarro de cerveza; sin embargo, las ropas sencillas que llevaba puestas no compaginaban con el adorno que relucía en su meñique.

"Ahora, cuando las manecillas del reloj apuntan a la caída del sol; me imagino sentado en la esquina de una vieja taberna de Belhor. Su fachada no es la gran cosa, pero sirven la mejor cerveza negra que me encantaría disfrutar mientras admiro mi anillo de rubí".

Justo como lo escribió.

No reparé en aquellos que seguían cada uno de mis pasos y avancé hacia él. Se giró al percibir mi cercanía y dejó al descubierto el rostro de un hombre que debía estar en sus treintas. Apoyó el mentón, apenas delineado por una delgada capa de barba oscura, sobre sus dedos entrelazados y sonrió.

La princesa del AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora