La encomienda

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 Un repiqueteo atropellado era el único sonido que reverberaba en los corredores

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 Un repiqueteo atropellado era el único sonido que reverberaba en los corredores. Jamás me habían parecido tan largos; como si cada centímetro recorrido añadiera otro al final. Por eso, cuando al fin aparecieron las puertas de los aposentos de Lilyane prácticamente convertí los pasos en carrera y las abrí de par en par.

―¡En mi habitación! ―indicó Lilyane con voz ronca.

Crucé la estancia a trote para abrir el segundo par de puertas; Rhys fue hacia la cama que estaba en el centro de la habitación mientras yo cerraba las ventanas para evitar las corrientes de aire. Con sumo cuidado, depositó su preciada carga y retiró los mechones cobrizos que se habían adherido al rostro pálido y sudoroso de Kaira.

―Un paño y una palangana con agua. ―Fue mi Diosa quien atendió la orden de mi tío y corrió al cuarto de baño.

Rhys le dio espacio a su padre para que tomara la delgada mano y pudiera monitorear las pulsaciones, aunque el pecho de la joven revelaba cuánto le costaba dar cada bocanada de aire. En el vientre dominaba una gran mancha carmesí; la flecha había sido retirada por ellos casi después de ser herida y la sangre perdida no había sido mucha en realidad: era lo que había invadido su cuerpo lo que en verdad nos preocupaba.

―¿Qué ha pasado? ―Todos nos giramos a la puerta cuando se oyó la voz femenina. Con el rostro inexpresivo, Vanora se fue acercando a la cama―. Debe ser muy grave para que mandaras por mí.

Mi tío chasqueó la lengua y como respuesta al desafío de la herbolaria, rasgó las telas hasta exponer la herida. Apreté los puños con fuerza al ver de nuevo los dos halos rojos que habían aparecido a su alrededor y que se intensificaban cada vez más.

―¿Sabes qué veneno puede hacer esto? ―preguntó en voz seca.

Ella se inclinó para inspeccionar la zona con los dedos; luego suspiró.

―En realidad, son varios. Todos de acción lenta y tortuosa.

―Le suministramos neul para retrasar el avance, pero sin saber qué clase de veneno es... ―Rhys se mordió los labios.

―¿Qué otros síntomas ha presentado?

La respuesta de mi tío se convirtió en un eco al percibir la presencia de Lily a mi lado; el agua se sacudía por sus temblores y no se atrevía a levantar la mirada del piso. Su miedo era tal que le comprimía el corazón; podía sentirlo en mi propio pecho, asfixiante y desgarrador.

Antes de que la dejara caer, le quité la palangana para dejarla en una mesita cercana y con delicadeza la alejé del grupo que discutía las probabilidades de Kaira. Al subirle el mentón, su mirada enrojecida huyó lejos de la mía; traté de ignorar el dolor que eso me provocó y me centré en lo que era realmente importante.

Sin aviso, giré su mentón hacia la cama. Ella cerró los ojos con fuerza y los temblores se intensificaron cuando no le permití volver la cabeza al suelo.

La princesa del AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora