Fuego del cambio 2/2

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Mientras descendíamos por los escalones, crucé miradas con Trevor que enseguida trazó en el aire la línea horizontal; era lógico: los conspiradores no nos la dejarían tan fácil

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Mientras descendíamos por los escalones, crucé miradas con Trevor que enseguida trazó en el aire la línea horizontal; era lógico: los conspiradores no nos la dejarían tan fácil. Algo me decía que el ataque llegaría en el momento menos esperado; solo me quedaba seguir actuando.

―Lo siento mucho, alteza. ―El susurro reclamó mi atención―. Traté de disuadir a mi padre, pero fue imposible...

―Puedo entenderla ―dije en un suspiro y la miré de soslayo.

―No... Es que él nunca me escucha ―espetó y por primera vez vi algo más allá de la máscara educada que mostraba frente a todos: estaba enojada―. Imponer no es la manera de lograr las cosas.

―Una opinión bastante sensata, de hecho ―le concedí al llegar al espacio circular donde las parejas aguardaban para iniciar. Debían ser treinta en total, entre las cuales también estaban Wyn y Brianna, a unos diez metros de nosotros.

Al volver la mirada a la joven, asumí que el mutismo sería nuestro compañero durante la danza, pues tenía la mirada fija en algún punto lejano. En ese instante, como lo dictaba la tradición, varias niñas se acercaron para derramar flores mientras los organizadores enumeraban distintos puntos en el suelo con pintura. Eran los puntos de partida para las parejas y de esa forma se sabría si daban una vuelta completa alrededor de la fogata mientras bailaban.

Los instrumentos dieron los toques de afinación, así que busqué enfrentar las palmas de mis manos con las suyas para adoptar la posición inicial del baile. Fue en ese momento que sus ojos cafés volvieron a mí con ímpetu.

―Alteza, yo... comprendí muy bien lo que me dijo el otro día, pero... ―Se mordió el labio inferior y yo le otorgué tiempo con mi silencio. Tomó aire y volvió a encararme―. Me niego a rendirme cuando ni siquiera lo he intentado... cuando usted no me ha permitido acercarme. Sé que todo esto se debe a las formas en que se dieron las cosas, por eso le pido que me dé la oportunidad de demostrarle que puedo ser la esposa que usted desea y necesita... Fui preparada para estar a su lado, para enorgullecer a mi familia y a Myridia. Así que yo... ―Sus palabras se acallaron cuando dio inicio la melodía dulce y distinta a otras por lo que prometía.

Suspiré. De nada valía ponerlo en palabras porque ella seguiría insistiendo, así que preferí mostrarle el motivo por el cual no podía ser mi esposa. Tracé una línea con el pie derecho en el suelo, como todos los demás, y comencé a guiarla de un lado a otro. La hice girar a la izquierda, luego a la derecha; su falda ondeó y el celeste adquirió los matices del fuego. Después coloqué la mano en su cintura para girar una vez más; esa vez estando lado a lado mientras nos mirábamos a la cara. Así, dio inicio aquella danza alrededor de la fogata que a muchos hacía suspirar y soñar, porque más allá de las ideas románticas, regalaba a los amantes la oportunidad de conectar miradas, sonrisas y caricias.

Cosas que no se dieron entre nosotros en ningún momento.

Ni chispas, ni pieles erizadas. Nada. No existía vínculo que acoplara los corazones, tampoco las respiraciones y mucho menos las almas; y no, no se debía al poco tiempo que habíamos compartido, sino al hecho de que cada latido en mi pecho era por y para Lilyane.

La princesa del AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora