"Nuestros huéspedes ya están instalados en los aposentos especialmente preparados para ellos; pero sepa, alteza, que me daré el placer de sacar las verdades a mi modo. Saldaré deudas con el cuervo que por tanto tiempo nos ha sobrevolado".
Una eternidad de tortura; en eso se convirtieron los segundos en los que pensé que me arrebatarían lo más preciado para mí. Ya habían pasado poco más de doce horas y todavía estaba fresco en mi mente el destello de la punta que viajó hacia ella, más el rugido de terror que me comprimió el pecho hasta dejarme sin aire. Lo peor fue ser alejado a la fuerza y tener que soportar que otros la protegieran cuando debí ser yo quien lo hiciera; cuando debí ser yo quien la refugiara en mis brazos.
Apreté el papel hasta hacerlo crujir; él iba a sufrir y yo disfrutaría el ver cómo su voluntad se resquebrajaba, pedazo a pedazo, por atreverse a apuntar contra mi gente y por el terror que le provocó a Lilyane.
―Tu expresión me dice que darás tu consentimiento a la tortura. ―La voz de Rhys me sacó de mis cavilaciones.
―Más que eso. ―Me moví al escritorio que estaba diagonal a la cama y comencé a redactar una respuesta corta para Owen―. Construiré yo mismo su camino al infierno.
"Perdió la protección nobiliaria cuando atentó contra la corona. Tienes carta blanca".
La doblé y, sin ningún tipo de remordimiento, se la extendí.
―No usaremos ningún suero de la verdad a menos que sea estrictamente necesario. Lo quiero lúcido.
Sus labios se curvaron por completo.
―En realidad, pensaba sugerir un té que le mostrará sus peores pesadillas en los momentos de descanso. ―Se rio con suavidad―. Lo mejor es que no sabrá discernir entre lo que es real y lo que no.
Privarlo del sueño apresuraría su quiebre; algo que nos convenía porque las hienas no tardarían mucho en darse cuenta de su ausencia. Sonreí; nuestro buen arquero se convertiría muy pronto en aquello que cazó en Lyriamir: un delator.
―Nadie entra y nadie sale sin que Owen lo sepa ―ordené, haciendo referencia a la vieja bodega subterránea donde estaban los prisioneros―. Y si él debe ausentarse por algún motivo, tú serás sus ojos.
―Tendrán vigilancia en todo momento. ―Bajó la cabeza.
Con ese asunto en marcha, el declive de la conspiración había dado inicio; solo esperaba que fuera lo suficientemente rápido.
A lo lejos se escuchó la campanada que anunció la hora: la una de la tarde.
―¿Tienes algo pendiente?
Con el ceño fruncido, asentí.
―Mi padre desea hablar con Lilyane de lo que pasó.
―Puedo comprender a mis tíos, pero Lily siempre tiene motivos para actuar y, por lo general, están relacionados con mantenerte vivo.
ESTÁS LEYENDO
La princesa del Alba
FantasyEl preludio de la tormenta. Ese fue el presentimiento que tuve al llegar a mi ciudad natal después de tantos meses. Las intrigas han cobrado fuerza y la sombra de la guerra se cierne cada vez más sobre mi nación. Pero así como todo parece haber cam...