012 - Situación comprometida

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Menos mal que el en barco hablamos las cosas, si no creo que el trayecto en taxi habría sido bastante tenso, puede que incluso ni hubiéramos compartido transporte.

— ¿Qué planes tienes para mañana? —preguntó Joseph sacándome de mis pensamientos.

— Pues seguramente revisaré todas las fotos que os he hecho hoy, las retocaré y os las enviaré.

— Ufffff suerte. Con la cantidad de fotos que ha hecho Phoebe tienes para entretenerte todo el día —se llevó una mano a la sien y se rio.

— Tienes razón... Pero bueno, al menos así estaré entretenida —también me reí—. Y bueno, también aprovecharé para llamar a mi familia y a mis amigos, que con todo el ajetreo de estos días casi no he podido hablar con ellos.

— Debes echarles de menos, supongo —acarició mi mano en señal de comprensión.

— La verdad es que sí, nunca he estado tan lejos de casa. Lo más lejos que estuve fue estudiando la carrera en Barcelona, pero al estar a 45 minutos en avión era más fácil poder visitarlos —suspiré—. Si que los hecho de menos, la verdad... A veces me siento un poco sola aquí.

— Lo siento... —respondió Joseph apenado.

— ¡Ay no! No me malinterpretes. Estoy muy a gusto contigo y con los demás, me tratáis de maravilla. Sólo que a veces necesitaría que estuvieran aquí mis amigos de siempre, gente con quien tengo confianza de sobra.

— Te entiendo —me sonrió—. Conozco bien la sensación que tienes. A mí también me cuesta hacer amigos nuevos. Bueno, más que hacer amigos nuevos, tener confianza para hablar de según qué cosas con gente que acabo de conocer.

— Exacto —menos mal que no había malinterpretado mis palabras.

— Ya sé que a penas nos conocemos —Joseph me apretó la mano—. Pero puedes contar conmigo si necesitas hablar de algo. Espero que a medida que avancen los días podamos conocernos mejor y tengas cierto nivel de confianza conmigo para poder contarme lo que sea si te sientes sola o mal.

— Yo también lo espero —le sonreí.

— Bueno, parece que hemos llegado a tu destino señorita —Joseph señaló por la ventana hacia lo que era mi hotel—. Espero que mañana disfrutes hablando con tu familia y amigos. Y sobre todo que puedas reponer pilas.

— Gracias Joseph —bajé del coche—. Espero que también vaya bien tu día mañana —sonreí.

— Nos vemos el lunes —me guiñó un ojo, cerré la puerta del taxi y vi como el coche se alejó.


Durante todo el camino hasta mi habitación no pude dejar de pensar en Joseph y no se me quitaba la sonrisa tonta de la cara.

Era una persona realmente dulce, o al menos esa era la sensación que me transmitía cada vez que hablábamos un rato a solas. No lo conocía mucho pero creo que éramos bastante parecidos en el carácter. Me daba la sensación de que era una persona más bien tímida, pero que en seguida que te conoce un poco, se abre más.

Y siempre tenía esa sonrisa tan cálida que transmitía mucha paz. Pero creo que cuando algo no le gusta, también es capaz de sacar un carácter fuerte, a pesar de que también parecía que era un hombre sensible.

Deja de pensar en él, en dos meses y medio te vas. Solo te harás daño enamorándote de alguien a quien no volverás a ver.

Sin darme cuenta, ya estaba frente a la puerta de mi habitación. Abrí y entré. Deje el bolso y la cámara dentro de su funda encima de la mesa que había justo al lado de la entrada. Me quité la ropa, me puse el pijama, me lavé los dientes y me tiré encima de la cama.

Dos veces amada | Parte I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora