025 - ¿Dejarse llevar?

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— Necesito sentarme con urgencia, creo que hasta me deben sangrar los pies —bromeé dirigiéndome a una de las mesas mientras Joseph me seguía.

— ¿Porqué no has dicho nada? —me miró con preocupación—. Podríamos haber pedido un taxi.

— Porque me apetecía pasear un rato contigo, aguantar el dolor ha merecido la pena —le miré con dulzura—. Ahora se me pasará, no te preocupes —me senté.

— De acuerdo. Voy a la barra a pedir algo, ¿qué te apetece tomar?

— Mmmm... —miré la carta de bebidas pensativa—. Creo que un Margarita.

— Buena elección my lady —era tan gracioso cuando hacía este tipo de bromas—. Creo que yo pediré lo mismo.

Joseph se fue hacia la barra y yo no podía dejar de mirarle. Hasta su manera de caminar era atractiva pero dulce a partes iguales. No sabría explicarlo, me atraía cada parte de su ser. Salí de mis pensamientos cuando vi que Joseph ya estaba regresando.

— Aquí tienes, señorita —dejó los dos margaritas en la mesa—. Aunque creo que el camarero los ha hecho bien cargados.

— Pues habrá que ir con cuidado, ya bebimos bastante ayer —me reí y levanté mi copa para brindar—. Pero también hay que disfrutar, por más días como el de hoy.

— Brindo por lo mismo —a Joseph se le dibujó una gran sonrisa en la cara y brindamos.

Estuvimos un buen rato charlando sobre las cosas que nos gustan para conocernos un poco más y pedimos dos copas más durante ese tiempo. De cada vez me di más cuenta que teníamos muchas cosas en común. Eso sí, también me percaté de que yo tenía un carácter mucho más fuerte que él, en el sentido de que él se toma las cosas con más calma y yo soy un nervio andante. Volvió a salir el tema de la obra de teatro y de como la había disfrutado.

— Bueno, he visto por tu entusiasmo de antes que he acertado con la obra de teatro —me dedicó una mirada afable—. Pero te confieso que, pese a que se nota que te desenvuelves bien en inglés, me preocupaba que no entendieras algo que de lo que dijeran.

— Es cierto sé bastante inglés porque lo he estudiado muchos años, pero la verdad es que me he tenido que concentrar mucho para no perderme detalle, tenían un acento muy cerrado —puse cara de concentración y Joseph se rió.

— Es indiscutible que hay una gran variedad de acentos en el inglés, entiendo tu confusión —de repente puso cara de orgullo—. Por suerte estás ante todo un erudito en acentos, te puedo imitar el que quieras y así aprendes —se colocó la solapa de la camisa hacia arriba en señal de triunfo. A mí me estaba empezando a entrar la risa tonta, era tan agradable charlar con él.

— No te creo —le reté y una gran carcajada salió de mi boca.

— ¿Cómo que no? —me miró con cara desafiante y seria—. Vamos, pregunta por esa boquita bonita —definitivamente estaba empezando a mostrar su verdadero yo conmigo, uno menos serio y más divertido.

— Déjame que piense un momento —puse la mano en mi barbilla y mirada pensativa.

Hice un repaso mental por los acentos más divertidos o extraños que podría imitar. Cuando los tuve todos pensados empecé a preguntarle: australiano, texano, de Boston, escocés, de Manchester, de Liverpool... No sé cuántos le pedí pero los imitó todos estupendamente y encima poniendo unas caras totalmente divertidas mientras hacía cada uno. Yo ya tenía la vista borrosa de las lágrimas que me caían de tanto reírme.

— Vale, vale —intenté recuperar la respiración y calmar la risa—. Retiro lo dicho, eres el rey de los acentos.

— Te lo dije —contestó con orgullo.

Dos veces amada | Parte I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora