024 - La cita no-cita

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Llegamos al set sobre las 2:30 PM. Aunque tenía tiempo para cambiarme y maquillarme las tres fuimos corriendo a la caravana. No quería hacer esperar a Joseph y bastaba que me relajara pensando que tenía tiempo de sobra para después finalmente retrasarme. Nos metimos las tres en el baño, bastante estrecho por cierto, y empezamos un "ritual de belleza".

Tuppence trajo su plancha y empezó a hacerme ligeras ondas en el pelo mientras que Phoebe empezaba a maquillarme de manera bastante natural y me pintaba las uñas de color burdeos. Tampoco quería ir muy sobre cargada, bastante tenía con el vestido. Después de tener las ondas hechas, me recogieron el pelo en un semi recogido, dejando algunos mechones sobre mi cara para darle un poco más de movimiento.

Cuando ya estuve peinada y maquillada eran las 3:30PM. Por lo tanto, solo quedaba media hora para que Joseph pasara a por mí y yo estaba empezando a ponerme nerviosa e hiperventilar. Mis amigas lo notaron al ver, sobre todo, el sudor en mis manos.

— Tranquila Dalia —Phoebe me acarició suavemente el hombro—. Es tu amigo, no tienes porqué estar así de nerviosa —sonrió amablemente para intentar calmarme.

— Tienes razón, no sé porqué estoy así... —me puse la mano en el pecho intentando calmar mi respiración—. Sólo es ir al teatro y volver, además mañana toca trabajar, así que no volveremos tarde.

— Olvídate del trabajo ahora —Tuppence rodó los ojos—. En este momento céntrate en terminar de arreglarte y después de pasar un buen rato con Joseph. Se nota que os lleváis muy bien, casi como si os conocierais de siempre, así que relájate y disfruta.

— Cierto. Mejor disfrutar del poco tiempo que tengo aquí con todos vosotros —sonreí.

Las tres nos abrazamos y yo cogí el vestido, el cual había dejado en el perchero de la entrada para que no se arrugara. Me lo puse y me coloqué un poco el pelo, después me senté en una de las sillas y me puse los zapatos de tacón rosas que me había comprado. No estaba muy acostumbrada a llevar tacones, pero como la mayoría de tiempo íbamos a estar sentados no me preocupaba demasiado.

Por fin estaba lista. La verdad es que me sentía bastante guapa, ¿tal vez me había pasado demasiado arreglándome tanto? Tanto daba, ahora ya estaba hecho. 

— Lista —me aplané un poco el vestido— ¿Qué tal estoy? —pregunté nerviosa.

— Fantástica. Ahora que estás peinada y maquillada te queda todavía mejor el vestido —respondió Phoebe con una sonrisa de oreja a oreja— ¡Estás guapísima!

— No te quites el abrigo hasta llegar al teatro, así seguro que sorprenderás más todavía a Joseph —Tuppence también sonreía—. Estás espectacular, lo dejarás sin palabras.

— Basta, vais a hacer que me sonroje —las tres nos reímos.

Alguien tocó a la puerta, miré el reloj y ya se habían hecho las cuatro entre una cosa y otra. Estaba a punto de entrar en pánico hasta que noté que las manos de mis amigas se apoyaban en mis hombros. Respiré hondo y caminé hacia la puerta cogiendo el bolso a juego con los zapatos que también me había comprado. En realidad no estaba nerviosa por Joseph, más bien es porque las citas en general nunca se me habían dado bien. Antes de que abriera la puerta, Phoebe me paró un momento.

— ¡Cuando vuelvas tienes que contarnos todo con pelos y señales! —espetó emocionada—. No te olvides ni un solo detalle —yo solo asentí y me reí mientras me ponía el abrigo.

Abrí la puerta, finalmente decidida, y la cerré detrás de mí. Joseph ya estaba allí esperándome con una gran sonrisa dibujada en su cara. Llevaba puesto un abrigo negro bastante arreglado, no pude ver que llevaba puesto en la parte superior, pero los pantalones eran de pinzas y de color marrón, seguramente también iría bastante elegante.

Dos veces amada | Parte I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora