038 - Pasar página

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— Estoy bien, Dacre... —la voz se me empezó a quebrar—. Es solo que... —las palabras se atascaron en mi garganta.

En ese momento, la conversación con Joseph volvió como un rayo a mi mente. Había estado tan centrada y distraída todo el día que no había tenido tiempo de pensar en ello. Pero ahora al parar, imágenes de él pasaban por mis pensamientos como flashes. Noté como mis ojos me empezaban a arder al intentar contener las lágrimas.

— ¿Dalia? —Dacre puso sus manos a ambos lados de mi cara, levantándola para mirarme directamente a los ojos— ¿Dalia qué te ocurre? ¿Por qué lloras?

No pude contenerlo más y las lágrimas volvieron a salir de mis ojos a borbotones, tal como me había ocurrido la noche anterior. Hundí mi cara en el pecho de Dacre para que nadie más me viera llorar y le abracé con fuerza por la cintura para intentar calmar mis sollozos, tirando de su chaqueta vaquera con impotencia.

— Dalia... —Dacre me devolvió el abrazo rodeándome con fuerza con sus brazos a la altura de mis hombros y dejando un beso en mi cabeza—. No sé que te ocurre, pero estoy convencido de que, sea lo que sea, no merece tus lágrimas.

— Lo siento... —sorbí intentando dejar de llorar—. Perdona Dacre, te he dejado hecho un desastre...

Miré su camiseta algo mojada por culpa de mi llanto. Agaché la cabeza avergonzada pero sin dejar de abrazarle, necesitaba sentir el abrazo de alguien.

— Está bien, no te preocupes —Dacre me secó las lágrimas con sus manos—. La camiseta no importa —me acarició dulcemente la mejilla— ¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor? ¿Quieres que hablemos de lo que te ocurre?

— Eres un sol Dacre, pero en realidad es una tontería. Perdona por haberme comportado así... —suspiré—. Simplemente no estoy en mi mejor momento y no he podido contenerlo. A veces soy demasiado sensible, disculpa.

— Es normal tener un mal día y acostumbrarse a una vida nueva tan lejos de casa a veces puede pasar factura. Y es normal llorar, no tienes que pedir perdón por eso —sonrió—. Y si en algún momento necesitas o quieres hablar conmigo de lo que te ocurre y desahogarte, ya sabes donde encontrarme —me volvió a abrazar.

— Gracias... —volví a hundir mi cara en su pecho, la verdad es que su perfume era tan dulce que me calmaba.

A Dacre se le veía buen chico, pero no tenía la confianza suficiente para contarle cosas sobre mi vida sentimental. Además que seguramente se aburriría o pensaría que soy una inmadura si le contaba que estaba llorando a mares por alguien que ni siquiera era mi pareja.

— A ver, vosotros dos —la voz seria de John se acercaba a nosotros a mis espaldas—. Dejad los arrumacos o lo que sea que hagáis para después, Dalia tiene que venir a ayudarme a recoger con urgencia si nos queremos ir ya —vi como Dacre le hacía señas con los ojos y negaba con la cabeza.

— Perdona John, tienes razón —me separé de Dacre y me di la vuelta—. Ya voy.

— Joder Dalia —al ver mis ojos enrojecidos se acercó corriendo a abrazarme—. Disculpa por haber sido tan brusco. Si es que está claro que en algún momento del día iba a salir toda esa pena que tienes dentro —me apretó con fuerza contra su pecho—. Mira que te he dicho esta mañana que hablaras conmigo, tonta... —John miró a Dacre—. Perdona tu también por haberos hablado de esta manera, no sabía que Dalia estaba así.

— No te preocupes, lo entiendo. Estamos todos cansados y queremos volver al hotel cuanto antes —respondió con calma.

— Estoy bien John, ya está —me separé de él—. Vámonos a terminar de recoger y volvamos. Quiero descansar ya y que termine el día, sólo eso.

Dos veces amada | Parte I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora