/veintinueve/

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Ambos chicos se miraron a los ojos. Expiraron el aire que tenían retenido. Se separaron unos centímetros. Harry respiraba acompasado. Louis le sonreía tímidamente. El tiempo parecía haberse parado entre ellos, escrudiñando el rostro de los chicos. El espacio iba perdiendo tensión por cada segundo que pasaba. Finalmente, un enfermero apareció caminando por el pasillo y frunció el ceño al verles, aumentando el ritmo hasta llegar a ellos. 

- ¿Hay algún problema?- 

Louis iba a responderle, pero Harry se le adelantó. 

- Solo he tenido un ataque de ansiedad.- 

El enfermero asintió, mirando un instante hacia el techo, pensativo. Ambos se quedaron completamente quietos, aún con los nervios a flor de piel. 

- ¿La doctora Smith sigue en la consulta?- preguntó al fin, haciendo que el menor asintiera. 

No dio una respuesta. Se acercó a la puerta y tocó con los nudillos, hasta que escuchó una respuesta y entró, dejándola entreabierta. Harry se movió un par de pasos, con el objetivo de saber qué era lo que ocurría allí dentro. Lo único que consiguió fue visualizar a la doctora dando pasos de un lado a otro. Lucía preocupada. 

El silencio se hizo presente entre los dos, sin saber si decir algo o siquiera el qué. A ninguno de los dos les gustó la sensación de incomodidad que apareció de un momento a otro. Louis no pudo evitar empezar a morderse las uñas, mientras que Harry se apoyaba en la pared. El tiempo parecía ralentizarse hasta que el hombre salió de la consulta. 

- Me ha dicho la doctora que será mejor que vayas a tu habitación a descansar, al menos, hasta la hora del almuerzo. Me ha comentado también que Louis puede acompañarte, si ninguno de los dos se opone.- 

El chico miró a Harry, quien le había copiado el gesto. Asintieron a la vez. Este no quería quedarse solo con su propia cabeza en aquel momento y Louis no parecía la peor de las compañías, al mismo tiempo que a él no le gustaba la idea de que Harry pasara este rato sin nadie a su alrededor. Parecía que estaban de acuerdo. El enfermero les sonrió y retomó el camino de vuelta hasta la habitación número diez. Y la puerta se cerró tras ellos. 

- Harry, creo que lo mejor que puedes hacer ahora mismo es refrescarte un poco y acostarte, dormir un rato no te vendría nada mal.- fue lo primero que Louis le dijo, sentándose en la orilla de la litera de abajo. 

Harry no tenía fuerzas para decir lo contrario, por lo que le hizo caso. Fue hasta el lavabo y se echó agua en el rostro y en la nuca, al igual que bebió un largo trago. Se quitó la camiseta para estar más cómodo, lo que tomó a Louis completamente por sorpresa, sin poder evitar observar la blanquecina y suave piel de su pecho. Este se tumbó sobre la cama en sentido vertical, con las rodillas flexionadas hacia arriba, cerca del mayor, quien no se movió ni un centímetro. 

Se quedaron un rato sumidos en un sepulcral silencio, donde tan solo se escuchaba la respiración del otro. El sol entraba brillante por la ventana, iluminando ambos rostros, que se mantenían con los ojos cerrados. Respiraban simple tranquilidad. 

- Siento que me hayas tenido que ver en un momento tan lamentable. No me gusta en absoluto que me vean de esa manera.- comentó tras reflexionar durante un rato, aún sin pensar totalmente en lo que estaba diciendo. 

- Harry, en la vida te vuelvas a disculpar por algo así.- contestó tajantemente, sorprendiendo al chico.- Es el momento en el que más humanidad he visto en ti. El ser vulnerable no es sinónimo de débil, es un signo pura humanidad. Eres una persona que siente, padece, sufre. Alguien que vive con espinas clavadas en la planta del pie. Y recibir ayuda tampoco tiene nada malo, al contrario, es una necesidad que todos, todos tenemos. No dudes en pedirla nunca.- 

CLÍNICA COWELL (editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora