/cincuenta y uno/

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Una gruesa puerta blanca bloqueaba con aspecto petulante lo que él pensaba que era la muerte en vida personificada. Se sentía aterrado y no era precisamente por las dimensiones de aquel pasillo, su quietud completa o la larga hilera de habitaciones que formaban el espacio, sino que lo que realmente le hacía temblar de pies a cabeza era la persona que debía enfrentar en la habitación de aislamiento número veinticinco. 

Uno de los enfermeros que se encargaba de la vigilancia de este ala en cuestión, le abrió la puerta y le advirtió que tenía que mantenerla ligeramente abierta, por motivos de seguridad. Tras este apunte, se retiró a una distancia prudente, observando como el chico entraba poco decidido en la estancia. La luz potente procedente del techo fue lo primero que le molestó, obligándole a bajar los ojos hasta el suelo, parpadeando un par de veces. Y cuando levantó la vista y la fijó en el frente, se sintió desfallecer. 

Liam se reclinó en una camilla hasta donde las gomas que rodeaban sus extremidades le permitieron. Las cuencas de sus ojos estaba pintadas de un tono mate, sin brillo alguno, al igual que dos medias lunas de color morado decoraban su parte de abajo. Tenía el cabello despeinado, los labios con heridas en carne viva y los brazos llenos de arañazos. Lucía como un fantasma en lucha interna. 

Louis sintió sus piernas flaquear. Empezó a sollozar sin siquiera darse cuenta, al mismo tiempo que sus manos temblaban y las rodillas tocaron el suelo antes de lo que imaginó que lo harían. Le pesaba cada célula de su cuerpo en aquel momento, sintiendo los trozos de su corazón clavándose de nuevo en su pecho, creando un hilo de sangre que formaba un charco alrededor de su cuerpo. No quiso tardar en recomponer la postura, con miedo a preocupar más al chico con la mirada rota que apreciaba su visita. 

- Lou...- fue lo único que logró articular, con la voz rota en pedazos. 

El nombrado se acerco trémulo a la camilla, apoyándose sobre ella en cuanto la alcanzó. Se sentía tan débil que pensó que podía caerse de nuevo en cualquier momento. La mirada de ambos amigos conectó al instante, mostrando dos vacíos indescriptibles tras las cuencas de sus ojos, haciendo que aguantar las lágrimas no fuese una tarea posible de llevar a cabo ni un segundo más. Sus rostros se bañaron en gotas saladas, al igual que su interior en un gélido lago. 

- Liam, yo lo siento tanto.- sollozó el chico, mientras el pecho le subía y bajaba irregularmente.

- Hey, hey. Está bien Louis, no es culpa de nadie.- 

-¡Claro que lo es! Nadie quiere admitirlo pero es así. Debí de haber sido yo.-

El rostro de Liam se tensó, tornándose en un semblante serio, haciendo que Louis se sorprendiera frente a este cambio radical. 

- Ni en un millón de años te atrevas a repetir eso, ¿estamos de acuerdo? Todo pasó por un motivo que tanto tú como yo desconocemos, sin embargo, eso no significa que debamos buscar culpables donde no los vamos a encontrar. Fue su decisión salvarte y es lo único que debería de importarnos. Quédate con eso y nada más, hazlo por mí. Por él.- 

A Louis no le quedó otra que asentir efusivamente, aún con las mejillas húmedas. Admiraba la valentía con la que su amigo le había dicho aquello, con suma determinación en su voz. 

- Quizás tengas razón, pero no puedo evitar sentirme culpable. Es algo que está tan apegado a mí, que se ha adherido a través del dolor de la pérdida. Todos me recuerdan a cada rato que no es mi culpa, sin embargo, se me hace imposible razonar de una manera distinta. Y, aún así, me siento una persona horrible al encontrar un pensamiento egoísta de todo esto. Estoy hecho un desastre.- 

Y se sintió ridículo al instante de articular estas palabras. ¿Cómo era capaz de afirmar algo así teniendo enfrente suya a quien acababa de perder a su otra mitad? El estómago se le revolvió en un momento, añadiendo un malestar físico al mental. Se seguía sintiendo desfallecer, con la cabeza gacha y el corazón encogido en un puño. 

CLÍNICA COWELL (editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora