/cincuenta y cinco/

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Louis intentaba mantener la compostura frente a la imagen completamente devastada que Harry mostraba a su lado. Pasaba con suavidad las yemas de sus dedos por el rostro del tembloroso chico, quien tenía un río de lágrimas cayendo por sus pómulos. Notaba una presión brutal en el pecho, que le dificultaba la respiración, al igual que una visión nítida de lo que rodeaba. Louis luchaba con todas sus fuerzas por no romper a llorar en aquel momento, ya que debía ser quien tuviese la fortaleza de aguantar al contrario en una situación tan complicada. 

Harry había vuelto junto a Elisabeth de aquel lugar en el que una parte de su alma ardería toda la eternidad, hasta el despacho de esta, donde Louis esperaba impacientemente. Ella les dejó un momento de intimidad, al observar como el chico se iba encogiendo poco a poco, tras no haber mostrado una mínima expresión desde que abandonó a su madre tras él. Harry estaba completamente desolado, demacrado. Aliviado. 

- Estarás bien, amor. Solo necesito que te calmes. Tan solo un par de inspiraciones profundas, por favor.- le suplicó Louis, realmente preocupado por el ataque que estaba sufriendo. 

- ¿Tú crees que estaremos bien?- preguntó entre sollozos, mientras se sentaba en el suelo de puro cansancio. 

- Siempre que estemos juntos.- 

- ¿Y si no es así, Lou?- 

- ¿Confías en mí, Harry?- 

- Incondicionalmente.- 

- Entonces cree sí te digo que nos recuperaremos de esta. Juntos.- 

Louis arrullaba el cuerpo del contrario en aquel punto, en el intento de rebajar la agonía que estaba sintiendo el chico. No fueron conscientes del tiempo que pasaron en esa postura, hasta que encontraron fuerzas para levantarse y recomponerse. La doctora Smith finalmente entró en la sala, con el corazón encogido y cansancio en su gesto. Y en el momento en el que Harry clavó la mirada sobre la suya, supo que ella también había sido testigo de una terrible confesión. Ambos sentían nauseas. 

- Debimos de darnos cuenta antes...- articuló aquellas palabras en voz alta, sin pensarlo. 

- ¿De qué exactamente no os disteis cuenta?- preguntó extrañado Louis, al mismo tiempo que el otro chico fruncía el ceño. 

- De la extrañeza que envolvía el incidente. Eric era muy querido aquí y destacaba su alegría y la necesidad que tenía de ayudar al prójimo. Soy psicóloga chicos, ese hombre nunca mostró nada relacionado con posibles pensamientos suicidas. Todo fue tan repentino que no nos paramos a pensar, ahora sé que lo debimos hacer. Y también está el tema de Simon. Sabíamos que siempre había estado celoso del puesto de su hermano y no mostró compasión ninguna por el fallecimiento de Eric. Está clara la respuesta a eso. Además, teniendo en cuenta sus dotes de persuasión y manipulación, tu madre tan solo...- 

- Espera un momento, ¿de qué estamos hablando?- 

Louis miraba a ambos con gesto de perplejidad, sin entender una sola palabra que Elisabeth había dicho. 

- ¿No le has contado nada?- 

Harry negó con la cabeza. No se vio con suficientes fuerzas como para vocalizar en voz alta todo lo que había sucedido, lo que había descubierto. Aún le flaqueaban las piernas. 

- ¿Qué es tan sorprendente que no me ha dicho, Elisabeth?- su voz se escuchó más preocupada de lo que esperaba. 

Y ella no se resistió a contarle con lujo de detalles todo lo que había ocurrido. Desde el rechazo de Harry hacia ella, hasta una confesión de asesinato, con mucho egoísmo de por medio. Louis escuchaba atento, sin dar crédito al relato de la doctora, mientras que Harry cerraba los ojos e intentaba no volver a romper en llanto. Era una situación que le sobrepasa en grandes dimensiones. 

CLÍNICA COWELL (editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora