/treinta y ocho/

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- La próxima vez que me deis un susto así, os cortaré los huevos.- 

Niall se levantó del banco en el que se encontraba descansando y fue hasta ellos, quienes venían a un paso tranquilo. Abrazó a Harry en cuanto lo tuvo delante, extrañado pero dichoso de verse correspondido. Louis sonrió ante aquella imagen. 

- Exijo que alguien nos ponga en contexto. Porque el infarto que estoy aguantando ahora mismo creo que lo merece. ¿Dónde cojones estabais?- esta vez fue Zayn quien comentó. 

- Tampoco seáis exagerados.- 

- Tú te fuiste a una visita, que por poco te caes al suelo cuando te lo dijeron, después del desayuno y Louis se fue a mear y no volvió. Son las seis de la tarde y nadie nos decía nada.- 

Louis rio por lo bajo durante un instante. Harry se sentía abrumado de que realmente se hubieran preocupado por él. Se sentó junto a Liam antes de articular palabra alguna. 

- Parece ser que mi historial de ataques de ansiedad que casi acaban con mi vida va en aumento. Y Louis me sigue a todos lados por lo que parece.- 

El chico soltó una risa.

- Le tuvieron que llevar a la enfermería. Me encontré con él volviendo del baño y me faltó nada para que me diese un ataque a mí. Después de llamar a un enfermero, no lo quise dejar solo.- 

- ¿Y se puede saber qué ha pasado ahora para ponerte así?- les preguntó Ashton, con el semblante serio y cierta inquietud, conocedor de la gravedad de los ataques de ansiedad que terminaban bajo observación. 

- Una visita un tanto inesperada.- 

Harry resopló. Aún mantenía las facciones de su rostro clavadas en su iris, haciéndole sentir arcadas. Niall le observaba reflexivo, intentando unir puntos imaginarios en su mente, al igual que lo hizo su compañero aquella mañana. No quiso oír la respuesta que temió que articulara. 

- ¿Pero no se supone que no tienes a nadie fuera? Osea, sin ánimo de ofender.- añadió Zayn, atento a la reacción del chico. 

- Harry, como sea el hijo de la gran puta que estoy pensando, suéltalo ya.- 

No hizo falta nada más que una mirada para saber lo que había ocurrido. Niall apretó ligeramente los puños, notando como se le hinchaba la vena del cuello. Estaba realmente enfadado. Harry, por su parte, se encontraba desconcertado del lazo que acababa de sentir con el chico, sabiendo que le importaba hasta el punto de indignarse con alguien que le había hecho daño. Se permitió conmoverse ante aquello. 

Los ojos del moreno parecían que se iban a salir de las cuencas y una pequeña vena del cuello empezó a palpitar.

- ¿Me estás diciendo que ese bastardo ha tenido los suficientes cojones de venir aquí después de todo lo que te hizo?- exclamó con rabia, intentando respirar tranquilo. 

No se contuvo un solo segundo más. Rompió en gritos, amenazas e insultos que fueron arrastrados por el viento. Desplazadas por el firmamento sin receptor alguno a quien ser entregado, hasta que llega a su aparente destino. Yo os voy a contar mi pequeña teoría sobre esos ecos de morfemas que no llegan a ninguna parte. Y es justo en esa parte donde nos tendremos que situar. Yo lo imagino como una pequeña habitación, llena de muebles ornamentales y polvo de hadas, todo en tonos marrones y dorados. Los colores del otoño. Pero lo que más llama la atención es una gran estantería a lo largo de la pared oeste. En ella, descansan pequeñas frascos llenos de bolas de cristal de distintos colores. Amarillo para frases de alegría, azules para frases tristes, rojo para frases de enfado, morado para frases de amor y verde para frases que no albergan ninguna verdad en ellas. Y al morir, vayamos a donde vayamos, siempre pasamos por esta habitación. Abrimos nuestro frasco y recibimos todas aquellas palabras que el viento nunca nos llevó en vida.

CLÍNICA COWELL (editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora