/cuarenta y uno/

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- ¿Y cuál es tu color favorito?- 

Louis se encontraba acariciando los suaves rizos de Harry, quien mantenía los ojos cerrados. Respiraba profundo y tranquilo. 

- Siempre ha sido el naranja, pero creo que un tono azulado en particular le ha quitado el primer puesto.- 

Louis dibujó una tierna sonrisa en su rostro. 

Dos días atrás, Harry había mantenido latente el recuerdo de la primera vez que cruzó la puerta principal. De eso habían hecho cinco meses. Ciento cincuenta días en los que habían cambiado a tanto que no se reconocían ni en el reflejo del espejo. Amaban esa sensación. La misma que les recordaba como habían avanzado como personas, aprendido a vivir con el dolor. Los días buenos ahora eran los que opacaban a los malos, al igual que las pesadillas eran sustituidas por dulces sueños. Lágrimas cambiaban por tímidas risas. 

Habían avanzado en su relación hasta llegar a un cómodo punto en el que olvidaban donde se encontraban y el porqué. Tan solo eran ellos dos. Harry y Louis. A los demás tan solo les bastaba con mirarles a los ojos para ser conscientes de lo que estaba ocurriendo. Y se encontraban felices de que el amor estuviera haciéndoles de terapia. 

Tanto la doctora Smith como el doctor Brown eran conocedores de lo que ocurría entre ellos. Quizás fueron los que más felices se encontrasen ante aquello, sabiendo con datos objetivos lo que eso conllevaba para los dos chicos. Un camino seguro por el que caminar sosegado. Era por eso mismo que habían comentado con varios enfermeros que si en algún momento buscaban intimidad, tan solo vigilaran tras una cámara. Una intimidad en la que compartían más que simples palabras: una vida entera a través de risas, lágrimas y tiernas caricias. Mejillas en un tono bermellón y sonrisas delatadoras lo hacían todo más claro. Tan solo dos personas rotas que intentaban arreglarse mutuamente, sedientas hasta beber del manantial que sus corazones albergaban. 

- Coqueto.- contestó, mostrando una hilera de perlas blancas.

- ¿Y cuál es el tuyo?-

- El verde.-

- Y después me dices coqueto a mí...- contestó en un tono picarón. 

- ¡Pero lo mío es verdad!-

- ¿Me estás llamando mentiroso?- exclamó, fingiendo molestia.

- Creo que estás pasando demasiado tiempo con Niall. Te está contagiando su personalidad de rey del drama-

- ¡Eso no es verdad!- le dijo, mientras se incorporaba y ponía una mueca de molestia.

- Lo has vuelto a hacer.- respondió sonriendo, mientras veía a Harry resoplar. 

- Oh, cállate.-

Se volvió a recostar entre sus piernas y Louis continuó acariciándole el cabello. Finalmente, habían llegado a tener una rutina que no les consumía. Día a día, se daban cuenta de que la cuesta arriba era cada vez menos empinada. Sin embargo, aún no eran capaces de divisar la luz al final de ella. Quizás ni le importaba, ya que vivir al día era algo esencial que habían aprendido a priorizar. Eran felices con poco. Hablaban de temas banales mientras se recostaban el uno sobre el otro, hasta que se sumían en un cómodo silencio y volvían a conversar de cualquier tema.

Louis adoraba acariciar los rizos del Harry, quien tenía una pequeña obsesión con las manos y el abdomen del mayor. Jugaba con los dedos de éste y recorría miles de veces el vientre de Louis, cada vez más torneado gracias al ejercicio y a la alimentación que seguía. Llevaba una lenta pero visible recuperación, en donde se veía con claridad la mejoría del físico del chico. Se sentía sano y ligeramente fuerte. 

CLÍNICA COWELL (editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora