/cuarenta y cinco/

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La cabeza de Louis descansaba sobre el hombro de Harry. Ambos chicos esperaban con una ligera extrañeza frente a la consulta de la doctora Smith. Habían sido llamados por ella con el propósito de hacer una sesión conjunta, algo que les tomó por sorpresa. No se imaginaban el tema por el que los quería a los dos juntos. No tuvieron que esperar más que diez minutos hasta que la puerta se abrió y una sonriente Elisabeth les invitaba a entrar, tan amable como siempre lo hacía. 

Todos sus pacientes estaban de acuerdo en que, pasado un tiempo de adaptación, era tan simple abrirse con ella. Lo único que desprendía de ella era de color amarillo, verde y rosa. Una linda observación con un devastador trasfondo tan desconocido para tantos. 

Elisabeth Smith había sido abusada por su padrastro durante siete años. Siete años de tortura, dolor y autolesiones. La idea más sencilla para ella siempre había sido el suicidio, sin embargo, sus esperanzas de futuro se habían mantenido intactas desde el primer día. La razón era tan simple como asfixiante: quería dar a conocer lo que le fue negado a ella por tantos años. Estabilidad, alguien en quien confiar, sosiego, un punto de inflexión entre el caos. Un pedacito de ese hogar que tanto anhelaban. 

Era por eso mismo que había tenido la fuerza suficiente para denunciar a su abusador, salir de un ambiente familiar tóxico, estudiar la carrera de psicología y sentarse frente a personas que habían sufrido no siempre algo similar a ella, pero si con el afán de apagar el dolor en sus mentes. Fue consciente de que el porqué de su existencia era el ayudar al prójimo, sintiéndose satisfecha días tras día, al sumergirse en cada caso como si de ella misma se tratase.

Esto era la principal explicación para su constante atención fijada entre la relación de aquellos dos jóvenes sentados frente a ella. Era la primera que notó el cambio positivo que su paciente había tenido, en respuesta a la presencia activa de Louis en su vida. Tan solo quería exculparlo de cualquier tipo de odio interno y darle un respiro, dando paso a un punto de inicio. Inicio hacia un futuro estable. 

º- Buenos días a los dos. Supongo que estaréis algo extrañados de esta sesión tan inusual, pero he hablado con el doctor Brown y ambos pensamos que era necesario tocar este tema. Lo primero que os quiero decir es que con esto no quiero cambiar el pensamiento de nadie ni obligaros a pensar como yo, tan solo me gustaría  que esa pequeña astilla en vuestra mente pueda ser extraída de una vez. No me gusta ver a dos jóvenes con un futuro prometedor ser arrastrados por pensamientos de odio. Es por eso mismo que me ¡mi objetivo es que os abráis un poquito más y contéis vuestros malos pensamientos sobre la Iglesia y la existencia de Dios en sí misma.-

Ambos chicos se miraron en un giro de rostro brusco, con el ceño fruncido y una mueca de sorpresa. Era en lo último en lo que podían pensar cuando se les avisó aquello, pensando en el sin sentido que se les presentaba delante. 

- Doctora Smith, no quiero sonar desagradable o maleducado, ¿pero usted cree que esto es necesario?- preguntó finalmente Louis, con el cuerpo tenso. 

Aunque a ninguno de los dos le resultara un tópico doloroso del que hablar, sí se sentían de alguna forma incómodos frente al significado que cargaba. 

- Voy a hacerte una pregunta. ¿Odias o tienes algún tipo de sentimiento negativo hacia Dios?- 

El chico no pensó en las consecuencias que su respuesta rápida traería. 

- Así es.-

- ¿Y puedes decir que crees en Él?-

Louis supo que ya estaba perdido, sin embargo, no dudó en formular una contestación. 

- No.- 

La doctora Smith sonrió ladinamente, al mismo tiempo que Harry se llevaba una mano a la frente. 

CLÍNICA COWELL (editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora