Cinco meses. Cinco agonizantes meses es el tiempo que llevo en este pueblo. Tiempo en el que mi poca razón amenaza con irse al carajo. Cinco meses desde ese primer beso que terminó por joderlo todo y que me tiene a la espera de una nueva oportunidad, que parece no llegar.
He logrado entablar una bonita amistad con Lucas, cosa que me ha permitido estar más cerca de Alexian, aunque este ni siquiera note que existo. Es frustrante la situación de tenerlo tan cerca, pero de sentirlo lejano a la vez. Es un deseo que no se puede conceder.
Dejé mi bicicleta como de costumbre en la casa y me apresuré a golpear la puerta. La lluvia me ha empapado, y mi calentador poco o nada me ha protegido del agua. Hemos quedado con los chicos para ver una película. La puerta se abre, dejándome ver al causante de mis fantasías: con una camiseta roja y un jean negro, Alexian se hace presente. Trae una cerveza en la mano y me invita a pasar.
—¿Los chicos están? —pregunté, evitando ver esos azules ojos que me recorren—.
—Salieron. Tardarán un poco; el carro se les descompuso —respondió, acercándome una silla—. ¿Quieres? —me ofreció de su cerveza—.
—No, gracias. Yo no bebo —le sonreí con algo de timidez—.
—¿Café? —cuestionó, enseñándome un termo que tiene cerca de la mesa de billar—.
—Café está bien, gracias —dije, tomando la taza—.
—¿Necesitas una toalla?
—No, estoy bien, gracias. No me mojé mucho —mentí. Estar a solas con él me pone los nervios de punta—.
Varios minutos pasan, y los chicos no llegan. Termino de darle el último sorbo a mi café, y mis ojos vuelven a buscar a Alexian. Solo que esta vez me pilla.
—¿Sabes jugar? —dijo, acercándose a mí con la mirada fija en mis labios, a la espera de una respuesta—.
—No.
—¿Quieres que te enseñe?
—Sí.
—Ven —me tomó del brazo y me llevó hasta la mesa de billar—. Debes inclinarte un poco —me indicó, parándose tras de mí—.
Siento su cuerpo rozarse con el mío mientras pone en mis manos el bastón con el que intenta enseñarme a jugar, y puedo sentir cómo sus labios se acercan a mi oído.
—Me pregunto si en algún momento tengo ropa cuando me imaginas en tus fantasías, Abril —me soltó, dejándome helada. Mi reacción es inmediata, y me giro, encarándolo. Sus palabras me han tomado por sorpresa—.
—¿Disculpa? —lo miré sin entender, y acercó su rostro al mío—.
—Tu mirada, aunque tímida —continuó, subiendo su pulgar hasta mis labios—, está llena de deseo. De deseo por mí —aseguró, tomándome por la cintura y subiéndome a la mesa de billar—.
—No, yo... —intenté hablar, pero él me interrumpió—.
—Hay un espejo frente a ti, Abril —susurró sobre mis labios y me señaló la pared—. Lo he visto todo —el silencio me invade al verme descubierta, y mi boca tartamudea entre torpes palabras que no consiguen formar una sola frase sólida—. ¿Me lo negarás?
—Lo siento, yo... —me disculpé—. No quise incomodarte —una sonrisa se formó en sus labios al escucharme, y el peso de su cuerpo terminó por dominar el mío, haciendo que mi espalda tocara la mesa—.
—La dulce Abril —se acercó a mi rostro y apresó mi mirada con esos azules ojos que tanto me fascinan—. Siempre tan correcta e inocente. Siempre tan deliciosa —paseó la lengua por mi cuello y lo sentí hacer pequeñas succiones, como si buscara dejar una marca en él—.
Siento sus manos deslizarse por mis muslos y guiarlos hasta su cintura para que la rodee. Pero no se detiene ahí. Sus manos ascienden lentamente hasta llegar cerca de mis pechos, pero no los toca y decide hacer una pausa.
—¿Eres mayor de edad?
—Sí, cumplí dieciocho hace tres meses. Te invité a la fiesta, pero no fuiste —le recordé, sintiéndome tonta al instante—.
—Qué mala educación la mía —respondió, fingiendo importancia—. ¿Continúo? —alzó una ceja, a la espera de una respuesta que soy incapaz de contestar—.
Mi cabeza se vuelve loca tratando de explicarme cómo llegué a este punto de no retorno. ¿Debería dejar que continúe? Tal vez debería permitir que me acaricie y así cumplir esa fantasía en la que mis manos me recorren, imaginando ser de él.
No logro dar una respuesta concreta, pero mi cabeza se mueve de forma afirmativa, haciéndole saber que estoy de acuerdo con lo que ha propuesto.
—Solo llegaré hasta donde tú me permitas llegar. No quiero forzarte a algo que no quieres —aclaró—.
Sus labios buscan los míos, sumergiéndome en un abismo de lujuria en el que deseo continuar. Puedo sentir cómo sus dedos deslizan el cierre de mi chompa. Esta vez no se detiene y abarca por completo mis pechos con ambas manos, por encima del brasier.
—Son suaves —bajó el tirante hasta que uno de ellos quedó desnudo, y no tardó en rodear el pezón con la lengua. Lo hace de manera tan lenta que es imposible no disfrutarla. El juego ha comenzado—.
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ALEXIAN "Lo Bizarro Del Amor"
RomanceEra todo aquello con lo que nunca soñé, era oscuridad, era maldad, era esa mezcla exquisita de locura y placer que pocas veces podías conocer, capaz de poner mi mundo de cabeza y de llevarme ha desear lo prohibido, con él podía pasar esos límites qu...