SS. El amor de una madre.

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Capítulo anterior.

-Orario... Me haz dado otra vez lo que creí perdido... Un sitio al cual pertenecer. Muchas gracias-

Los pensamientos divagaron hasta alcanzar lo siguiente.

"En caso de que Urano-Sama consiga las entradas. Le diré a Airmid. Esta clase de cosas no es bueno guardarlas en pareja" Se dijo, aplastando la cara en la almohada y bajando los pesados párpados.

"No quiero... Perder... De nuevo... A quienes amo..." Concluyó, cayendo dormido.

Tiempo atrás. En una lejana cabaña a las afueras de Orario.

En el camino de regreso tras el atardecer. El mar de trigo se expandía por los alrededores. Las espigas, que tenían grandes granos, se sacudían sonoramente junto con el fresco viento. El paisaje que brillaba de un color amarillo por los rayos del sol que se hundía hacia el oeste era justamente como el cielo que se relataba en los cuentos de hadas.

Bell, quien miraba distraídamente los alrededores, repentinamente miró hacia arriba a la persona que estaba a su lado.

Era una mujer apasionantemente hermosa.

Su cabello era color gris y largo.

Ella parecía estar disgustada, pero a Bell le gustaba.

Sus parpados normalmente estaban cerrados.

Siempre se había preguntado cómo podía vivir sin abrir sus ojos, pero según sus palabras "incluso abrir mis párpados me cansa".

El vestido negro que vestía, aún estando en medio de lo profundo de las montañas, desentonaba terriblemente.

Era una mujer que se veía más hermosa mientras más la mirabas.

Caminaba tomados de la mano con una mujer como esa.

Mientras miraba su perfil, Bell abrió la boca.

-Oye... Tía...-Dijo

*¡PAM!*

Un increíble sonido salió desde la cabeza de Bell.

-Te golpearé-Dijo la mujer.

-¡Ya me golpeaste!-Gritó Bell entre lágrimas mientras sostenía la parte superior de su cabeza.

¡El puño a velocidad divina que estaba en la dimensión de un pestañeo dejó solo el resultado de "Fue golpeado"!.

-¿Cómo te dije que me llamaras?-Preguntó.

-Mamá Alfia o Madrastra Alfia-Respondió el peliblanco, lamentándose de su error.

-Sí. Dejando eso de lado, sin que lo olvides, dime qué sucede-Dijo Alfia.

-Mamá Alfia ¿Por qué luces triste en ocasiones?-Preguntó Bell, cabizbajo y apretando la mano de su madre.

La peliplateada se sorprendió.

-¿Qué quieres decir?-Interrogó.

-Siempre que hablo contigo no puedo evitar percibir tristeza en ti-Murmuró el pequeño.

¿Es malo entrar al calabozo sin falna?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora