Capítulo 32.

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-Llegó el día...-Un murmullo se produjo a espaldas de cierto peliblanco.

-Sí... hoy pondré fin a esto-El albino respondió sin voltear hacia la emisaria de lo anterior.

Una bufanda fue tomada del borde de la cama. Una bufanda roja y percudida.

-De haber sabido que ayer no entrenarías, María pudo haberla lavado...-Declaró una bella chica peliplateada cuando notó la suciedad en dicha prenda.

El joven solo se limitó a sacudir el polvo encima de la tela con suma delicadeza, como si de una pieza de alto costo se tratase, antes de sujetarla con ambas manos y rodearla en su cuello.

"Mamá... protégeme como lo has hecho desde siempre..." Pensó tras hacerlo.

-No la he lavado desde que me fue regalada. No lo sé pero... siento que eso me arrebataría el aroma de mi madre-Contestó a lo anterior luego de su breve pausa.

Él volteó a su dirección.

Un conjunto de armadura se posaba firmemente sobre aquella chaqueta color mostaza que ha acompañado al conejo desde que comenzó su viaje, pareciendo que a pesar de los millones de valis que ha ganado, no recuerda comprar nuevas prendas para vestir.

Humildad o descuido, denle el nombre que deseen.

-¿Estás listo?-Interrogó Airmid.

Una figura imponente, con la espalda completamente extendida, repleta de decisión, seriedad y emanando una fuerza inigualable recibió los golpes de los rayos de sol que se filtraban por los ventanales dentro de la habitación de la sanadora, quien recibía el título de "Reina del harem" de aquel fuerte conejo.

La expresión de Bell era... vacía. No había ninguna emoción o sentir en ese pálido rostro y escarlatas ojos faltos de brillo.

-No estoy orgulloso de lo que haré. Respondiendo a tu pregunta, sí, estoy preparado, de no ser ese el caso, el entrenamiento con Riveria, Alicia, Asfi, Tiona y Aiz hubiese sido en vano-Contestó, dando un par de pasos a adelante, al costado de la base de la cama donde se apoyaban los mangos de sus espadas.

"Además... tengo promesas que cumplir... le prometí a mi madre que ganaría este juego de guerra y que no permitiría que ningún ser querido mío vuelva a ser herido. Y es hora de reafirmar mis palabras mediante actos" Se dijo a sí mismo, agarrando ambas armas.

Esa actitud seria y cautelosa era cuanto menos extraña. Incomodaba a la peliplateada, quien hasta hace unos días escuchaba a su amado alardeando que el juego de guerra no representaría ninguna clase de reto y que terminaría todo antes de que se salieran de control, pidiendo así que la familia Apolo se disolviera y tomando sus recursos en reparo por la destrucción del orfanato y los daños a los infantes, al igual que a la cuidadora del sitio.

Además, no olvidemos agregar que cuenta con el apoyo de tres niveles dos que podrían mantener a raya a varios de los miembros de bajo nivel de la familia de ese Dios pervertido.

Entonces...

-¿Por qué estás preocupado?-Interrogó Airmid justo cuando el chico enfundó sus espadas en la espalda.

Un escalofrío le recorrió la médula, produciendo involuntariamente un salto casi imperceptible en él.

-Siempre hay que esperar el peor escenario posible y no subestimar a nuestros contrincantes. Tomaré este combate como si mi vida dependiera de ello...-atrás la breve pausa que el albino aprovechó para organizar sus pensamientos, le respondió seco y sin hacer contacto visual.

La sorpresa de la curandera era mayúscula. La disparidad entre el Bell Cranel al retar a Apolo y el que se postraba a escasos centímetros de su nariz era mucha.

¿Es malo entrar al calabozo sin falna?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora