Capítulo 37.

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Era un día tranquilo en la ciudad de Orario. Los rayos del sol se proyectaban y filtraban entre las delgadas cortinas de una habitación en específico dentro de la gran sede de la familia Dian Cecht.

Al interior de la misma la única forma de describir lo que se hallaba era "Un completo caos sin reparación".

Regado en el suelo se podían observar prendas de ropa de diferentes personas, un hombre y una mujer. También podía verse cierto polvo del yeso de las paredes que cayó, en teoría, por fuertes impactos entre una sólida superficie y algún objeto de gran resistencia. O quizás una persona...

En la enorme cama, completamente mojada y con partes manchadas de amarillo, reposaba un cuerpo totalmente cubierto por la sábana de pies a cabeza.

¿Uh? ¿Qué se observa en la parte derecha de dicha cobija? ¿Podría ser...?

Si, en efecto. Una mancha color carmesí resaltaba en la blancura de la tela. Una impureza que causaba un chillido entre los alrededores color nube.

No era necesario explicar qué originó dicha mancha, la respuesta era muy obvia, así como la que resolvía la interrogante de "¿A quién le pertenece?" Con tan sólo percatarse de la figura femenina enfrente de la cama, la cual se observaba a sí misma desde el espejo que formaba conjunto con el tocador de dormitorio de madera de roble.

Se trataba de una hermosa mujer de cabellera plateada, de nombre Airmid, la cual era peinada suavemente y con cuidado, evitando que algunos de sus cabellos fueran desprendidos por descuido en la regulación de su fuerza.

La chica en cuestión vestía una chaqueta color café que en definitiva no le pertenecía ¿Cómo es que el autor está tan seguro? Sencillo, la talla era mucho más grande que la que normalmente usaba la fémina, a simple vista se notaba ya que la quedaba extremadamente grande. Sin embargo eso no era lo más llamativo, dado que... no traía nada más abajo. La única prenda que la cubría era esa.

En sus bellos labios se dibujaba una dulce sonrisa repleta de satisfacción mientras tarareaba una canción que reflejaba su estado calmo y alegre. Movía la cabeza de un lado a otro, como si de una niña pequeña se tratase.

Al tarareo se le unió otro sonido, el de las sabanas deslizándose delicadamente, señal de que el sujeto debajo de las mismas estaba despertándose y preparándose para levantarse.

"¿Uh? ¿Q-Qué hora es? ¿En dónde estoy?" Interrogó el susodicho, asomando la cabeza al exterior y siendo deslumbrado por la luz golpeándole de repente al rostro.

Mira de un lado a otro mientras aún continuaba con cierta somnolencia y despiste. Conforme sus ojos analizaban el lugar en el que se hallaba, estos se iban abriendo y varios recuerdos abordaban su mente. Recuerdos de aquella larga y agotadora noche que compartió con la mujer delante suyo. No obstante... eso no solo fue cosa de la noche. Al amanecer continuaron hasta caer rendidos, trayéndolos al aquí y ahora.

"S-Sí, ya recordé. Cuando traté de levantarme e irme, Airmid me agarró y volvimos a hacerlo..." Sus mejillas adoptaron el mismo color de sus ojos cuando declaró eso dentro de su mente, repitiendo la escena ahí mismo.

"P-Pero por alguna razón olvidé todo lo que ocurrió antes de llegar a su cuarto. S-Solo me acuerdo del sonido de sus gemidos y las expresiones de placer extremadamente sexys que Airmid hacía..." Una gota de sudor le bajó de la frente, repitiendo las imágenes antes mencionadas como si de un collage se tratase.

Se tiró a la cama, aún sin percatarse de que su amada novia estaba en la habitación, posando su brazo en el hombro y negando con la cabeza.

"No puedo creer que lo hayamos hecho toda la noche en nuestra primera vez. Definitivamente estuvimos conteniéndonos mucho para esto y no dejamos pasar la oportunidad. Todos esos masajes aunados a la gran cantidad de provocaciones que hizo antes de que fuese al juego de guerra me volvieron una bestia sin raciocinio y ella lo aceptó sin quejarse ni negarse. Yo creí inocentemente que solo terminaríamos una vez y dormiríamos, así a la mañana siguiente regresaría a la mansión. Pero por lo que parece me equivoqué, ambos deseábamos tanto que esto llegara y no nos contuvimos" Sus labios temblaban y su ritmo cardiaco se aceleraba conforme realizaba ese monólogo interno repleto de sorpresa ante lo inesperado que fue el suceso.

¿Es malo entrar al calabozo sin falna?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora