Conocía a los Merodeadores, y realmente no sé llevaba bien con ellos pero, ¿quién diría que gracias al profesor Slughorn sería parte de los Merodeadores? ¿Quién diría que gracias a este profesor, ella acabaría totalmente enamorada del castaño con ex...
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"Loony Lovegood"
Cualquiera que veía a la rubia caminar por el pasillo, diría que estaba genial. Nadie se le ocurriría decir que había estado llorando toda la noche, que ni siquiera tenía planeado levantarse o que estaba realmente mal, pero fingía muy bien a decir verdad.
Muchas veces, la adolescente tenía bajones dónde apenas comía, dormía o hablaba. No le pasaba desde hacía mucho tiempo, hablo de uno o dos años, pero ahí estaba de nuevo, la única diferencia era que ahora disimulaba mucho mejor.
Solo su hermano sabía lo que de vez en cuando le pasaba y le ayudaba. Ahora se tenía que aguantar.
—Seguro que ganaremos, Marls, tranquila. —dijo Mary tratando de animar a su amiga—
—Será un desastre.
—No lo será, ¿verdad Ate?
Ella levantó la cabeza cuando escuchó su nombre.
—Perdona, ¿que? —sonrió, o trato de hacerlo ya que le salió más como una mueca—
—¿Estás bien?
—Claro.
—No has comido nada.
La rubia sabía que hacer para cambiar de tema, aunque quizás pusiese más nerviosa a su amiga y compañera que estaba a su lado.
—Dentro de poco empezará el partido.
—¡Oh Merlín! —se tapó la cara muerta de miedo—
Su plan funcionó, ya no le prestaban atención, aunque la pelirroja no le apartaba la mirada de encima mientras fruncía el ceño.
Por fin era el partido de Gryffindor contra Slytherin, todos iban vestidos respecto la casa que animarían. Ella se limitó a usar una bufanda de su casa.
—¡Chicas! —dijo un James muy animado—
—¿Que le pasa? —preguntó Remus preocupado al ver a la chica con el uniforme del deporte, pálida—
Él también solo se limitó a llevar la bufanda, no era muy fan del deporte.
—Está asustada, dice que lo hará mal y se caerá de la escoba.
Sirius soltó una fuerte carcajada al imaginárselo mientras James repimía esta ya que sabía que si no se ganaría más el odio de su amada. Todas las chicas de la mesa miraron mal al pelinegro, todas menos una que divagaba, no le dieron mucha importancia, siempre lo hacía aunque esta vez era diferente, y nadie lo sabía.
