Capítulo 4: Propuestas peligrosas.

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Si me ayudan a comentar no me enojo🖤

Nico

Evadir la seguridad de la casa de Mariana fue bastante fácil.

Noté a los guardaespaldas que la cuidaban y los oficiales que daban rondines en toda la manzana, lo suficientemente imbéciles como para notar a un desconocido merodear por la propiedad. Me hubiera gustado que me pusieran las cosas más difíciles, me decepcionó no tener un poco de adrenalina y peligro, al menos obtuve un poco de esa dosis al salir del Altiplano, aunque tampoco fue lo que esperaba.

El que la casa de Mariana fuera grande, me benefició, pude quedarme cómodo a esperar que su novio se largara, aunque no evité escuchar la conversación que tuvieron antes de que la dejara insatisfecha y caliente.

Nunca entendería ese afán de los de mi especie por actuar como imbéciles sobre ese tema en particular.

Mariana ni siquiera hubiera tenido que rogarme para que la tuviera empotrada contra la encimera gimiendo mi nombre, mucho menos cuando le tenía unas ganas tremendas que fue lo que me llevó a invadir su privacidad.

Incluso cuando carecía de principios y mi moral estaba más ausente que la justicia en este país, no era mi intención quedarme en el sofá de su habitación mientras ella se masturbaba.

No lo pude evitar. Su acción me petrificó en mi lugar por lo fascinante que fue verla prepararse. Desde la duda de hacerlo o no, hasta el momento en que agarró ese vibrador, separó los muslos y lo hundió hasta el fondo de su vagina.

Mierda. Casi pude oler su excitación hasta acá. Era una mujer hermosa, con los labios entreabiertos emitiendo gemidos excitantes, la pose erótica de su espalda curvada y sus senos expuestos ante mi escrutinio mientras sus dedos estimulaban ese hinchado brote palpitante y mojado. Mi boca se sintió celosa, mis dedos exigían tocar y mi pene erecto suplicaba por ocupar el lugar de ese aparato rígido y frío.

Puedo hacerte sentir mejor que eso, Mariana.

Pese a lo mal que estaba lo que hacía, disfruté de cada segundo que duró el espectáculo. Ella gritaba como si se encontrara sola, desinhibida y libre, tan... perfecta.

Me costó interrumpir su momento post orgasmo, pero si permanecía otro minuto más sentado en las sombras, no me controlaría y me masturbaría con su imagen. Claramente me negaba a violar aún más su privacidad, aunque eso no cambiaba mucho lo mal de mi actuar, a decir verdad, ni siquiera importaba.

Cuando ella me miró, lo primero que recocí fue el miedo, después la vergüenza. Había rubor en sus mejillas y sudor en la unión de sus senos. El vibrador continuaba entre sus piernas, al igual que los vestigios del orgasmo que había tenido.

No me esforcé en apartar la vista de su sexo mojado, era un cretino a tiempo completo y fingir que no, jamás me salía.

—Nicolás —pronunció asustada y nerviosa.

No efectué un solo movimiento mientras la veía abrir el cajón de la mesita de noche, enseguida el destello del arma replicó en mi mirada. Sonreí al momento en que Mariana frunció los labios y bajó despacio el cañón.

—No está cargada —susurró con un deje de pánico fluyendo a través de su tono trémulo.

Me hubiera decepcionado que, siendo la novia de un judicial, no se percatara de que el arma estaba vacía.

Jugué con las balas entre mis manos, ampliando mi sonrisa.

—No sigo vivo por tener buena suerte, Mariana.

Deprisa se cubrió con la manta, no entendía para qué, ya había visto lo suficiente y para su desgracia, tenía muy buena memoria.

—¿Qué haces aquí? —Sacudió la cabeza y el rubor se acentuó con más fuerza en sus pómulos marcados— ¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Replanteó su pregunta.

Gris oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora