Capítulo 45: Planes a futuro.

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Es un capítulo cortito, pero con mucho amor. Gracias por la larga espera🩶déjenme saber si les gustó.

Nico

Mariana dormía tranquila a mi lado, la camilla apenas es lo suficientemente amplia para los dos, aunque su figura era esbelta, mi cuerpo era grande y ocupaba casi todo el espacio. Incluso así, ambos estábamos lo bastante cómodos solo por el hecho de tenernos el uno al otro de esta forma. Pasó demasiado para poder sentirla dormir entre mis brazos.

El embarazo le causaba sueño y por ello no fue una batalla el lograr que descansara. Tuve que preguntar un sinfín de ocasiones a las enfermeras y medicas sobre el estado de salud de Mariana y mi bebé, temía que estuviera mintiéndome para no alterarme, no iba a quedarme tranquilo hasta que pudiera escuchar el latir de su corazón y cerciorarme con mis propios ojos de que se hallaban a salvo. También, me era urgente supervisar las heridas de Mariana a conciencia, no lo dejaría pasar; me frustraba en sobremanera no poder levantarme de la cama y moverme con facilidad, me dañaron el cuerpo lo suficiente para restringirme de hacer las cosas por mí mismo como tanto lo deseaba.

Era mi puta responsabilidad cuidar de Mariana y nuestro hijo.

—¿Pudieron recuperar el cuerpo de Omar? —La pregunta sabía ácida en mi boca, pero prefería terminar con los pensamientos frustrantes que abarcaban mi cabeza.

Sinceramente, la muerte de Omar me pesaba y dolía en partes iguales. Mi único amigo ahora se encontraba muerto.

—Robledo se hizo cargo, ya está en Colombia —respondió Dixon. Tanto él como Kozlov estaban en la habitación, a este último no lo conocía personalmente, pero me alegraba tener el gusto, a pesar de las circunstancias, era un contacto fuerte.

—Estoy en deuda con ambos —dije serio, evaluándolos de manera alterna.

—Los negocios los tocaremos después —tomó la palabra Kozlov, su acento era demasiado notorio, pero manejaba bien el español—, por ahora debes recuperarte y cuidarlos —señaló con su barbilla a Mariana.

—Tu mujer es un dolor de culo —espetó Dixon y casi reí.

—Lo mismo piensa ella de ti —mascullé. Rodó los ojos y me pregunté qué tanto había sucedido en mi ausencia entre estos dos. El carácter de ambos chocaban en demasía.

—Es una suerte que me no importe una mierda lo que piensen de mí —replicó entre dientes.

Mis labios agrietados se desplegaron levemente hacia un lado, aunque Dixon no lo admitiera, apreciaba a Mariana, a su modo, pero lo hacía, por eso no me preocupaba la manera en la que se mandaban al carajo.

—Me haré cargo de lo que tenemos con la Yakuza —continuó—, Matsouka está enterado de lo que pasó, sonó bastante preocupado por Mariana.

Mastiqué los celos, acumulándolos en mi estómago como una carga molesta que siempre me costaba digerir.

El tener a hombres de mi círculo interesados en mi mujer, me hacía hervir la sangre. Deseaba mantener a Mariana oculta en mi complejo, ser el único que pudiera apreciar su belleza y la fuerza devastadora de su carácter que, sin duda, era el principal motivo por el cual llamaba la atención.

De cierto modo me aliviaba saberla embarazada, tendría meses para mantenerla bajo mis cuidados y mi órdenes, meses que me servirían para convencerla de quedarse en casa con nuestro hijo, adoptando una vida tranquila y con menos riesgos, aunque no era lo que ella deseaba y yo tampoco, me sentiría más tranquilo sabiéndola lejos de mis socios y el peligro inminente que significaba salir conmigo y ser parte de mis negocios, como sucedió en Kioto.

Gris oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora