Capítulo 38: Noticias inesperadas.

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De nuevo les digo: no es necesario leer los libros de los personajes que aparecen aquí para poder entender la trama.

Gracias por sus comentarios, fueron de mucha ayuda🩶

Mariana

Cuando desperté no supe donde me encontraba y en realidad no importaba del todo, me bastó con la certeza de que me hallaba a salvo y con personas que me ayudarían a traer a Nico de vuelta.

Intenté levantarme, pero tenía el cuerpo entumecido; pasé las manos por mi figura en busca de las heridas que me tenían en esta cama, encontrándome con un vendaje apretado que sofocaba mi espalda y mis costillas. Alguien me había vestido con ropa cómoda: una blusa suelta y un short de algodón. Lo agradecí. También el hallarme limpia.

Eché un vistazo a mi alrededor sin ver algunas de mis cosas. Estaba en una habitación austera de paredes blancas y suelos de madera, era sin duda, un dormitorio para invitados. Las gruesas cortinas no permitían la entrada de luz, pero la lámpara a mi costado me ayudaba a ver y además, no me molestaba en los ojos.

Como pude, me impulsé para poder sentarme, aguantándome el dolor que atravesaba mi espalda y costillas. Al efectuar una mueca, las punzadas en mi mejilla fueron más fuertes. Con cuidado, toqué la gasa que me cubría casi la mitad del rostro; la cicatriz que quedaría sería horrible.

Apreté los ojos mientras la ira y la impotencia me recorrían entera. Casi podía sentir el filo de la hoja hundiéndose en mi piel, el nauseabundo olor de su aliento filtrándose a través de su sonrisa victoriosa, los gritos de Nico, su desesperación por salvarme y la frustración de no poder hacer nada.

Odiaba con toda mi alma la última imagen que tuve de él. Odiaba haber recibido ese beso en medio de aquella situación horrible. Odiaba ver el dolor en su mirada por perder a uno de sus mejores amigos. Y odiaba más aún que estuviera cautivo y a su merced.

Decenas de situaciones posibles pasaban por mi cabeza, una peor que la anterior. El tiempo no se detenía y cada segundo que Nico se encontrara en manos de Elías era un segundo de agonía silenciosa y dolorosa para mí. No lo soportaba, porque sabía lo que estaban haciéndole y que no habría ni un ápice de piedad en ese bastardo.

A diferencia de lo que viví con mi papá cuando desapareció, no quería llorar, no podía. El llanto sería tan insulso a comparación de lo que estoy sintiendo. Tuve el corazón herido, pero ahora lo tenía hecho pedazos; la muerte de papá me cambió completamente y el dolor fue indescriptible, sin embargo, ahora mismo descubrí que existían diferentes grados de agonía y por Dios que sentía que estaba en el más duro e insoportable de todos.

«No puedo perderlo».

«Nico es fuerte, va a resistir».

No paraba de pensar que esto era mi culpa. Elías se estaba vengando por lo que le hice, me dejó completamente sola.

No tenía familia y Nico era lo único que me quedaba y ahora tampoco estaba.

Abrí los ojos de golpe cuando escuché la puerta abrirse. Miré a las tres personas que ingresaron, a una ya la conocía, se trataba de Dixon; a Maia apenas la recordaba, era una mujer guapa y muy pequeña a comparación de los dos hombres que la franqueaban, no obstante, llevaba la violencia impresa en su mirada y casi podía asegurar que llegaba a ser igual de letal que sus acompañantes.

El otro sujeto era el rubio de ojos azules que me recogió del suelo. Justamente él me produjo escalofríos, parecía un depredador agresivo y oscuro.

Distaba de tener la elegancia de Nico y Dixon; él exudaba una violencia distinta, más cruda y cruel, no es como si la aparentara para dar una impresión intimidante, este sujeto estaba conformado por ella, era una parte de él, tal y como la tinta oscura que cubría sus brazos o las cicatrices que se revelaban en sus nudillos. A pesar de que era un hombre atractivo, hizo que se me erizara la piel. No sabía si podía confiar en él, a pesar de que me ayudó.

Gris oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora