Capítulo 22.

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"Tanto que nuestra carne desaparecía, tanto que perdíamos nuestra respiración devorados ella y yo y por la misma boca sangrienta e insaciable".

Mircea Eliade.

NARRADOR OMNISCIENTE.

—Aquí nadie nunca ha sido capaz de darme órdenes, y tú, Jennie, no serás la primera, ¿me entiendes? —Lisa estaba lista para ponerse de pie, pero Jennie la empujó por los hombros y la volvió a sentar.

—Quiero que me escuches, quiero aclarar esto.

—¿Y por qué te preocupa arreglar esto conmigo? —Lisa señaló a ambas—. Te dije que lo olvidaras, que quedó en el pasado. Pisado y borrado.

—Pues para mí no quedó en el pasado. Ni pisado y mucho menos borrado, quiero que entiendas perfectamente el porqué lo elegí a él —expuso Jennie—. Sin que me interrumpas en ningún momento y sin que lances ninguno de tus tantos comentarios pervertidos y morbosos, por favor y gracias.

Lo cierto era que, tanto para Jennie como para Lisa era difícil no mirar hacia las caras, porque Lisa se sentía muy atraída por Jennie, fuera del físico, aquella faseta donde Jennie ponía el orden le gustaba, pero al estar enojada con ella, no lo admitiría.

Y lo mismo pasaba con Jennie, solo que la castaña se sentía un poco débil ante la pesada mirada que le proporcionaba Lisa. Cosa que siempre, desde que la más alta llegó, fue así. Más sin embargo, eso no desvió a Jennie del tema.

Lo que sí la desviaba un poco era ver a Lisa en boxer, eso sí que le ponía los vellos de punta, por su piel sentía que pasaba una serpiente, una de esas que le gustan dar vueltas y vueltas esperando devorarte, y era justo la mirada de Lisa. Esa mirada color miel, con ese toque de su cabello negro, su piel blanca, era todo lo que estaba bien para Jennie.

Pero aquella no lo admitiría, y es que solo de pensarlo la vergüenza recorría todo en Jennie, llevando a sus mejillas la sangre acumulada. Jennie quería concentrarse pero tratándose de Lisa, era algo complicado.

—Pero primero... ¿puedes...? —señaló la parte de su cintura propia para hacerle una referencia a Lisa. La cual sonrió de costado y negó—. Por favor.

—¿Por qué? ¿te desconcentra?

—No... no es eso, sólo que es algo raro estar tú así y yo aquí —explicó Jennie con algo de dificultad.

—Que yo sepa —Lisa se apoyó con sus manos hacia atrás, sostenida por la parte superior de su cuerpo—, fuiste tú quien subió a mi habitación aunque yo dije que no —le daba una vista a Jennie más limpia del cuerpo de Lisa, cosa que aquella intentaba no mirar—. No le veo nada de malo a estar en boxer, y no me está provocando ninguna erección, vamos bien.

Más que enojar a Lisa o provocarle desagrado, todo eso le estaba gustando, sabía perfectamente el efecto que tenía en Jennie; para ella no era malo. Jennie jugó con sus dedos, algo inquieta pero no le quedó de otra que aceptarlo.

—Lo de Kai es... —suspiró, frustrada—. En serio, cúbrete, estás con tu... eso, frente a mí.

Lisa contuvo una carcajada, —Eso como tú le llamas, es un pene, y tiene varias funciones, una de esas funciones es entrar a la vagina húmeda de una mujer y complacerla, Kim —se tomó una pausa para esperar la reacción de Jennie pero el hecho de que la coreana se ponga tan nerviosa y no de incomodidad, hacía que Lisa se diera cuenta de lo mcuho que le gustaba verla así, y no se equivocaba.

Amando La Terquedad De Tu Alma. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora