Extra-3.

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JENNIE KIM.

—Papá, deja de hacer eso con Caleb. El pobre está asustado —me quejé de mi padre, el cual subía y bajaba a mi hijo–. Ni Lisa se atreve a tanto.

—Lo está disfrutando, hija. Solo que no te das cuenta, ¿cierto? —dejó un beso en la cabellera oscura de mi hijo.

Cualquiera diría que los años han convertido a mi padre en otra figura. Con Caleb es diferente a como fue conmigo, y es obvio, es su nieto y sabe que si lo intenta, Ni Lisa ni yo lo vamos a permitir, pero lo ha estado haciendo bien.

Después de que nos mudamos, de vez en cuando veníamos de vacaciones, ya sea a casa de los padres de Lisa, u a casa de mis padres, pasábamos un fin de semana, y regresábamos para seguir con nuestros trabajos u proyectos. Lisa casi siempre salía a pasear, en las mañanas iba con Caleb para distraerse.

Pero mientras estábamos aquí, Caleb ya no era de nosotras, sino más bien de sus cuatro abuelos. Me enorgullecía ver como la familia de Lisa se reunía con la mía. El pasado quedó ahí, sepultado, y nosotros hicimos algo nuevo.

Lo que quise ver desde que me enamoré de Lisa, y lo que tardó años en hacerse realidad. Lisa estaba sentada a mi lado, acariciando mi pierna y entretenida con Caleb y mi padre, se sentía más familiar todo. Ella ya estaba acostumbrada, y yo la amaba an ella solo por tratar de que las cosas fueran más en paz.

—Buscaré bebidas en la cocina, ¿quieres algo? —le pregunté.

—Mejor voy contigo.

Se puso de pie conmigo y nos dirigimos a la cocina, pensé que solo iríamos a por las bebidas, pero eso se borró cuando Lisa me aprisionó contra la pared y me comenzó a besar. Decir que nuestra vida intima con el paso del tiempo había empeorado sería toda una mentira, ella mantenía viva la llama, y a mí eso me fascinaba.

—Lisa, detente, puede entrar alguien —gemí bajito contra sus labios—. Y tú no quieres terminar de traumar a mis padres.

—Tenemos días que no hacemos nada, y tú con ese pantalón tan corto me estás matando —dejó un casto beso en mi cuello—. Y no nos vamos hoy, serás mi muerte.

Estaba convencida de que Lisa no era la única que se moría por terminar en una cama, y faltarnos al respeto, pero ahí estaba el problema, la casa era de mis padres, por esa razón, no hacíamos nada. Y los besos frente a ellos eran limitados, solo por respeto. Lisa eso lo entendía perfectamente, pero y también entendía a mi esposa.

Me deseaba tanto como yo la deseaba a ella.

—Tengo una idea, pero no te adelantes —levanté mi dedo índice pasándolo por su labio inferior.

No podía creer que Lisa mientras más pasaba el tiempo más hermosa estaba, su rostro brilloso y sus labios carnosos, era una mujer espectacular. Sus manos suaves, largas y derrochando esa sensibilidad. Su cuello al aire para yo poder besarlo. No perdí tiempo y bajé los besos hasta su cuello, dejando una línea de mí brilla labios.

Mi pantalón era corto, tal cual ella lo describió y mi blusa de tiritos, dejando nada a la imaginación de Lisa. Ella sabía de qué color era mi ropa interior, por eso estaba más hambrienta, porque el trabajo nos había estado consumiendo, llegando a tarde de la noche y teniendo que cuidar a Caleb, con suerte teníamos tiempo de compartir las noches para una película.

Y si Lisa estaba ansiosa, yo quería probar una cama con ella, me moría por hacerlo, pero de una forma pervertida.

Mi sexo latía, y eso era lo que pasaba cuando Lisa posaba sus manos en mis caderas, y permitía que yo dejara mi imaginación volar. Me excitaba la sensación de sentirla tan mía. Era mi esposa.

Amando La Terquedad De Tu Alma. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora